La estrategia del Gobierno mexicano es la de poner en manos de compañías
extranjeras parte de la extracción y venta de combustibles.
A
ojos de algunos analistas, esto es regresar a las compañías inglesas y
estadounidenses el control de los campos petroleros que alguna vez
tuvieron en las primeras décadas del siglo XX, y poner en riesgo la
autonomía financiera e industrial de México.
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