Dentro del mercado y de la
sociedad de consumo capitalista, la lógica de producción no se mide por la
satisfacción de las necesidades básicas de la sociedad (comida, vivienda
salud, educación etc.) sino por los parámetros de optimización de la
rentabilidad capitalista privada.
Esta dinámica irracional (como lo
hace cíclicamente) ya generó un nuevo proceso desocupación masiva con huelgas y
protestas sociales que empiezan a surgir y a expandirse desde el centro a la
periferia del mundo capitalista globalizado. Se trata de un Apocalipsis social
en puerta, no explicado por el libro de los Profetas, sino por las leyes
históricas de la explotación del hombre por el hombre y de la concentración de
riqueza en pocas manos.
Por
Manuel Freytas (*)
manuelfreytas@iarnoticias.com
manuelfreytas@iarnoticias.com
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En
el sistema capitalista (nivelado como "civilización única") la producción y
comercialización de bienes y servicios (esenciales para la supervivencia
humana) se encuentran en manos de corporaciones empresariales privadas
que controlan, desde recursos naturales hasta sistemas económicos productivos, por
encima de la voluntad de gobiernos y países.
Quien se interese en la investigación
de sistemas y procesos económicos productivos (tanto de las potencias centrales
como de los países periféricos) podrá comprobar que tanto los recursos naturales
como los sistemas de producción y de comercialización a escala global están
hegemonizados por no más de 200 bancos y corporaciones empresarias
transnacionales cuyas casas centrales se encuentran en EEUU o en Europa.
Estos gigantes "diversificados" e
interactivos (ligados a través de infinitos vasos comunicantes accionarios
comunes) de la producción, el comercio y las finanzas mundiales, están liderados
por los 30 primeros primeros consorcios trasnacionales que cotizan en el índice
Dow Jones de Wall Street, el centro financiero del capitalismo a nivel
mundial.
En el actual diseño de "economía
mundial trasnacionalizada" no son (en forma práctica) los gobiernos ni los
países quienes deciden cuánto se produce y para quién se produce a escala
mundial, sino las corporaciones y los bancos trasnacionales que tienen el
dominio sobre las tres estructuras económicas básicas del sistema capitalista:
La estructura de producción, la estructura de comercialización y
la estructura financiera.
Dentro de esta lógica económica
funcional del capitalismo, los Estados capitalistas (tanto del mundo
imperial como del mundo dependiente) solo cumplen una función reguladora y
ordenadora (elaboración de leyes, cobros de impuestos, gobernabilidad política y
jurídica, etc) sobre la actividad económica desarrollada por las corporaciones
privadas que hegemonizan las decisiones y el control sobre los recursos
naturales, la producción y la comercialización de los bienes y servicios que
consume la genéricamente llamada "humanidad".
En otras palabras, en el modelo de
economía capitalista globalizada, no son los gobiernos los que gerencian el
proceso económico productivo, los que forman los precios y deciden sobre los
volúmenes y el destino de la producción mundial (posibilitada por el trabajo
social), sino que esta tarea la desarrollan los pool de corporaciones
capitalistas que tienen la propiedad privada (o la capacidad de
gerenciamiento efectivo) tanto del sistema económico productivo, como del
mercado interno y del comercio exterior de los países a escala global.
El objetivo estratégico central del
sistema capitalista (su lógica y esencia funcional) está motorizado, en primer
término, por la búsqueda de la rentabilidad capitalista para sus empresas
y bancos transnacionales, su columna vertebral ejecutora de sistema económico
dominante a escala planetaria.
Las apelaciones a un capitalismo de
"rostro humanizado", las falsas matrices culturales del discurso "solidario, o
la manipulación discursiva con la búsqueda del "bien social" que esgrimen las
empresas y bancos para legitimarse ante la sociedad, estallan y muestran su
verdadero rostro a la hora de cosechar rentabilidad capitalista.
La producción de bienes y servicios
(esenciales para la supervivencia) controlada por el capitalismo está
socializada, pero su utilización está privatizada: No responde a
fines sociales de distribución equitativa de la riqueza producida por el trabajo
social sino a objetivos de búsqueda de rentabilidad capitalista privada.
Como señalara Milton Friedman, uno de
los principales ideólogos del capitalismo: "Como ente artificial, la empresa
no tiene responsabilidades naturales. La única responsabilidad empresarial es
aumentar las ganancias; respetando, claro está, la ética".
Claramente, dentro del diseño de
economía capitalista la producción (por medio del trabajo humano) de bienes y
recursos es social, pero los niveles de decisión y el uso o apropiación
de esos recursos son privados y están sujetos a la ley de la oferta y la
demanda capitalista.
Esta dinámica funcional arroja la
primera contradicción histórica del sistema: El capitalismo sólo produce para
quien quien puede pagar por los bienes y servicios producidos. La producción
(controlada por las corporaciones transnacionales) no está orientada por la
búsqueda del "bien" social sino por la búsqueda de la rentabilidad empresarial
capitalista.
Dentro del mercado y de la sociedad
de consumo capitalista, la lógica de producción no se mide por la satisfacción
de las necesidades básicas de la sociedad (comida, vivienda salud, educación
etc.) sino por los parámetros de optimización de la rentabilidad capitalista
privada.
La prueba más contundente de la
prevalencia de la "rentabilidad" capitalista por encima del discurso solidario
lo tenemos en Europa, donde los bancos de las potencias centrales de la Unión
Europea se niegan a prestar "ayuda financiera" a los países más "insolventes",
sobre todo del Este, que a raíz del colapso recesivo se encuentran en cesación
de pagos y no pueden devolver el capital ni los abonar los intereses a los
bancos que hacen negocios con la crisis.
En suma, y como ya sucede en la UE,
el capitalismo financiero "segmenta" la ayuda entre los que pueden pagar el
capital y los intereses (la rentabilidad), condenando a los "insolventes" a
padecer la crisis recesiva con desocupación quiebras de empresas, sin ayuda
exterior.
Esta dinámica irracional (generada
por la rentabilidad capitalista predominando sobre la solidaridad humana) ya
generó un proceso de desocupación masiva con huelgas y estallidos sociales que
surgen de los países más pobres afectados por la crisis que ya se expande a las
potencias centrales del euro.
En lo social, esta asimetría
funcional (del trabajo social y la apropiación individual) es la clave
determinante de la existencia de ricos y pobres, de incluidos y excluidos,
de empleados y desocupados, dentro de la pirámide histórico funcional del
sistema capitalista nivelado como "civilización única".
Este concepto es central para
entender el actual proceso de crisis financiera recesiva global y su inmediato
desenlace: La crisis social con desocupación masiva.
La población del mundo ya alcanza a
los 7.000 millones de personas, de la cuales -según un conjunto de
analistas de Europa y EEUU- solo alrededor de 500 millones alcanzan el status de
"nivel óptimo" de consumo que requieren las necesidades operativas de
rentabilidad de los bancos y empresas que hegemonizan la industria, el comercio
y las finanzas del sistema capitalista impuesto a escala global.
Fuera de este triángulo del "consumo
óptimo", compuesto en su vértice por el segmento de los "súper-ricos", y
alimentada en su base por la masa concentradora de riqueza a escala global, se
encuentran otros 2000 millones de personas las que (sin llegar al "consumo
óptimo") desarrollan un "consumo regular" de los bienes y servicios
producidos y ofertados (para quien pague por ellos) por la estructura productiva
capitalista.
Otro sector compuesto aproximadamente
por unos 2.000 millones de personas conforman un segmento de consumo bajo,
con una situación social irregular y fluctuante que no cubre totalmente sus
necesidades de vivienda, salud y de confort , y que no compensa las necesidades
productivas de rentabilidad del capitalismo regenteador de la sociedad de
consumo, a la vez que resulta el sector más vulnerable en la actual crisis
recesiva que se está desarrollando a escala global.
Debajo de estos segmentos, hay una
franja de población de aproximadamente 2.000 millones de personas que oscilan
entre la "pobreza estructural" (no cubren sus necesidades básicas) y la
"indigencia" (carentes de medios de supervivencia), que conforman una "masa
crítica" de expulsados del circuito del mercado del consumo.
"Consumidores irregulares", "pobres
estructurales" e "indigentes" son el producto histórico más representativo, el
emergente social de un sistema económico que no produce con fines sociales
sino con fines de rentabilidad individual conseguida con la explotación del
trabajo social.
Como el sistema capitalista solo
produce para quien pueda pagar por los bienes y servicios, esta masa
expulsada del circuito del consumo (por la dinámica concentradora de riqueza en
pocas manos) le "sobra" al sistema, y solo una cantidad reducida (la masa
integrada que va quedando detrás de las expulsiones periódicas) le produce
ganancia a las grandes empresas y bancos transnacionales que controlan todos
los eslabones del mercado y la producción mundial.
Y aquí tocamos un punto crucial: Es
debido a esta segmentación del mercado y de la producción mundial
(orientado solo a producir para los que pagan) que el capitalismo, aquejado de
recesión por achicamiento de ventas y acumulación de ofertas (sobreproducción)
ingresa periódicamente a nuevas crisis con expulsión masiva de empleados y
trabajadores que pasan a formar parte de los sectores expulsados del circuito
del consumo.
En resumen, la lógica de la
rentabilidad y concentración de riqueza en pocas manos (que rige las
leyes y la dinámica histórico funcional del sistema capitalista) esta
fuera de toda lógica social de reparto de los bienes y servicios producidos por
el trabajo humano colectivo.
Sus distintos procesos históricos
solo generaron (a nivel de emergente social) pobres y marginados excluidos del
mercado del consumo que reflejan las estadísticas confeccionadas por las propias
instituciones capitalistas que presentan la pobreza y el hambre, no como
producto de un sistema de explotación humana, sino como producto de "errores" de
los gobiernos y funcionarios.
Se estima que en el actual proceso de
crisis financiera recesiva, con epicentro en EEUU y Europa y que ya se extiende
por las potencias centrales y el mundo periférico, unas 1000 millones de
personas van a ser expulsadas del circuito del consumo por la desocupación
masiva desatará sobre los trabajadores y sus grupos familiares el cierre de
fábricas y empresas.
La amenaza de desocupación masiva es
el núcleo esencial, el detonante central de los conflictos sociales que
hoy ya comienzan a extenderse por Europa y que se van a proyectar a corto plazo
(por vía de los bancos y empresas transnacionales que despiden masa laboral a
escala global) a toda la periferia de Asia, África y América Latina
Y nada indica que en los "planes
de reestructuración del sistema" a escala global que planean los grupos
capitalistas "ganadores" de esta crisis (principalmente agrupados el G-8 y el
G-20) estén contemplados proyectos de inclusión social y económica de los que
van a quedar fuera del circuito del mercado de consumo luego de la crisis.
En los encuentros y las "cumbres"
realizadas hasta ahora por el "sistema" para debatir alternativas a la crisis,
tanto en el foro de Davos, como en el G-8 (los países más ricos), el G-20 (los
ricos más los "emergentes") y en el ámbito de la Unión Europea, sólo se habló
de la "remodelación" del FMI y del sistema financiero, y nada se habló de una
reestructuración del sistema productivo y de reparto para posibilitar una
inclusión social masiva en el mercado de consumo, sobre todo de las mayorías
expulsadas y sin capacidad de supervivencia.
En ese escenario, los proyectos para
"después de la crisis", solamente incluyen fórmulas para perfeccionar y
"racionalizar" las herramientas de control de la producción y concentración del
capital (sistemas bancarios, reglas de producción intercapitalista, etc),
pero nadie (por razones obvias) habla de sustituir el sistema basado
en la propiedad privada, la economía sin planificación social y la competencia
intercapitalista en un mercado diseñado exclusivamente para producir
rentabilidad a los grupos controladores.
Paradojalmente, esta decisión del
capitalismo de "no innovar" en su dinámica histórica de concentración de
riqueza en pocas manos, es la garantía más sólida del Apocalipsis social
que ya se proyecta como una amenaza a la "gobernabilidad" del sistema en los
cuatro puntos cardinales del planeta.
Sin que sus funcionarios y analistas
tomen nota, con la total complicidad de los gobiernos dependientes que solo
hablan de "crisis económica", el Imperio capitalista se enfrenta a una nueva
"invasión de los bárbaros" (esta vez representada en los hambrientos y
desocupados) que va a convertir por largo rato a sus metrópolis en pasto
ardiente de los conflictos sociales.
Se trata de un Apocalipsis social
a corto plazo que las mentes atosigadas de "rentabilidad capitalista"
todavía no imaginan ni computan.
(*) Manuel
Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder,
especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores
más difundidos y referenciados en la Web.
Ver sus trabajos en Google y en IAR Noticias
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