A
40 años del golpe militar, Chile vive una farsa y una borrachera de
poder, donde la amnesia y la infamia son pilares sobre los cuales se
construye un relato épico e idílico instalado por las elites que
justifica el asesinato y la tortura bajo el eslogan “Chile modelo de
democracia, libre mercado y éxito neoliberal”.
Tras 40 años del golpe de Estado, los
objetivos que se propusieron sus ejecutores, tanto las fuerzas armadas
como los civiles que participaron en su elaboración se han cumplido.
Nada del viejo sistema republicano, democrático y participativo vigente
en Chile, por más de medio siglo, quedó en pie. Como
sucediese con los imperios coloniales, los conquistadores imponen su
proyecto cultural de dominación política y explotación económica a
sangre y fuego, arramplan con todo. Baste recordar el genocidio y
exterminio de los pueblos originarios de nuestra América.
Sus tierras fueron expropiadas, sus mujeres violadas y su cultura
arrinconada, menospreciada bajo el mito de la superioridad
étnico-racial. Las luchas de resistencia del pueblo Mapuche,
se homologan y suman al grito de dignidad, sentido ético y restitución
de la verdad de lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973.
Es necesario traer a colación y
comprender las razones del golpe militar que derrocó al gobierno
legítimo y constitucional de la Unidad Popular. La
fundamental, romper la institucionalidad, evitar la consolidación de la
vía pacífica y democrática al socialismo apoyada por una mayoría de
chilenos que votaron sí al proyecto y asesinar a su Presidente Salvador Allende.
Tampoco obviar las bases sobre las que se construyó el edificio del
Chile actual, orgullo de la elite política de la Derecha y la Concertación.
Uno de sus pilares lo constituyen los 1.168 centros de tortura,
detención y muerte, diseminados por todo el territorio según consta en
el informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura de 2004, así como el asesinato político y violencia de Estado sobre 2.279 personas contenidas en el informe Rettig. A los cuales hay que agregar los detenidos, exonerados, y torturados del informe Valech.
PINOCHET EN LONDRES Y EL RECLAMO DE LA CONCERTACIÓN
Pocos quieren señalar los estrechos
vínculos entre el Chile actual, tan neoliberal, con la dictadura. Hay un
pacto de traición. Sirva como ejemplo el comportamiento espurio de los
dos ministros de relaciones exteriores que actuaron de manera abierta en
defensa del dictador mientras se encontraba detenido en Londres por crímenes contra la humanidad. José Miguel Insulza, hoy secretario general de la OEA, ya sabemos por qué, espetó: “defiendo al senador Pinochet, no al ex-dictador”. ¿Esquizofrenia? No. Juan Gabriel Valdés
fue más preciso: “Si Pinochet se aleja de la vida política y los
exámenes médicos confirman lo que han dicho los británicos es muy
probable que no tenga que afrontar juicios”. Era una forma de
tranquilizar a las fuerzas armadas y de paso, a sus correligionarios
demócratacristianos que veían con escándalo la detención del tirano amén
de socialistas, radicales, y otros socialdemócratas, que pasaron a
sufrir amnesia colectiva. No olvidemos, que, entre otros actos de
ignominia, está la nominación como candidato a diputado de la
“Concertación” de Federico Willoughby, primer portavoz de la Junta Militar, coautor y cerebro del Plan Z,
cuya elaboración fue el puente que justificó el asesinato de militantes
de la Unidad Popular bajo la excusa de preparar un autogolpe y el
ajusticiamiento de políticos, militares, gentes del arte y la cultura,
desafectos al régimen “marxista”.
El plan Z fue el pretexto para lavarse
las manos frente a la violación de los derechos humanos. “Ellos o
nosotros”. No fueron pocos quienes se valieron de su publicación para
justificarse. Patricio Aylwin a las pocas semanas del
golpe, pedía comprensión para entender a las fuerzas armadas en su labor
de erradicar el cáncer marxista de raíz. Estas fueron sus palabras:
“Nosotros tenemos el convencimiento de que la llamada vía chilena al
socialismo, que empujó y enarboló como bandera la Unidad Popular, y
exhibió mucho en el extranjero, estaba rotundamente fracasada, y eso lo
sabían los militantes de la Unidad Popular y lo sabía Salvador Allende, y
por eso ellos se aprestaban a través de la organización de milicias
armadas, muy fuertemente equipadas que constituían un verdadero ejército
paralelo, para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad
del poder. En esas circunstancias, pensamos que la acción de las fuerzas
armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar al país de
caer en una guerra civil o una tiranía comunista”. Aylwin, nada más
electo presidente, devolvió el favor a Willoughby y lo nombró su asesor
personal. ¿Casualidad?
LA CONSTITUCIÓN DE 1980, PILAR BÁSICO DEL ACTUAL RÉGIMEN
Otro pilar básico del actual régimen es el mantenimiento de la Constitución de 1980,
engendro político y vergüenza para cualquier ciudadano que se considere
demócrata. Chile se rige por un aparato legal nacido de las entrañas de
la dictadura. Su elite política parece sentirse cómoda en ella. La
remoza para evitar la ignominia, creyendo que borrando la firma de
Pinochet de su promulgación y dejar en su lugar la de Ricardo Lagos,
sería suficiente para borrar su origen. Un insulto a la inteligencia.
Tras de sí se esconden la ley binominal vigente, y sobre todo el
carácter ideológico que le dio vida en 1980. Un referéndum espurio la
aupó como “corazón del régimen”, facilitando su institucionalización y
borrando el carácter ilegítimo de sus “padres fundadores”. Su
mantenimiento condensa el sentido antidemocrático del actual sistema
político que impera en Chile.
¿Y qué hay de las fuerzas armadas? Salvo
casos excepcionales, todos los encausados lo han sido por querellas
particulares, la fiscalía no actúa o se inhibe. No hay posibilidad de
avanzar hacia una sociedad democrática si los responsables de crímenes
de lesa humanidad transitan por las calles de las ciudades, sabedores de
una ley de amnistía que les protege y les hace inmunes. Así, mantiene
sus prerrogativas y permite que el actual comandante en jefe del Ejército, Juan Miguel Fuente-Alba,
diga sin ruborizarse que se debe tener “una mirada humanitaria” con los
miembros de las fuerzas armadas condenados por violación de los
derechos humanos dado su avanzada edad. No hay vergüenza y, lo que es
peor, no se pide la dimisión y manda a retiro.
La dictadura sigue vigente, entre otras
razones, porque la Concertación en sus cuatro mandatos y la derecha
pinochetista con uno, han dado continuidad al proyecto. A cuarenta años
la traición se consuma. Chile vive una farsa y una borrachera de poder,
donde la amnesia y la infamia son pilares sobre los cuales se construye
un relato épico e idílico que justifica el asesinato y la tortura, bajo
el eslogan “Chile modelo de democracia, libre mercado y éxito
neoliberal”. Se hace necesario, liberar la conciencia secuestrada por
una clase política que prefiere la deshonra a la dignidad. Ese es el
dilema a 40 años del golpe de Estado.
Doctor en Sociología, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid
El Ciudadano Nº146 / El Clarín Nº6.923
Septiembre 2013
http://www.elciudadano.cl/2013/10/27/94498/una-elite-sin-dignidad/
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