Martin Luther King durante su histórico discurso I have a dream, el 28 de agosto de 1963
Foto Ap
Cuentan que el 28 de
agosto de 1963 fue un día de verano soleado y caluroso, y que aun antes
de iniciar la Marcha sobre Washington por Empleos y Libertad asustó no
sólo a Washington, sino a gran parte de Estados Unidos. El
El gobierno de John F. Kennedy intentó persuadir a los organizadores
de suspender su acto y ese día colocó 4 mil elementos antimotines en los
suburbios y 15 mil en alerta; los hospitales se prepararon para recibir
víctimas de la violencia potencial, y los tribunales para procesar a
miles de detenidos, cuenta el historiador Taylor Branch. Colocaron
agentes con instrucciones de apagar el sistema de sonido si los
discursos incitaban a la sublevación. La idea de que la capital sería
sitiada por oleadas masivas de afroestadunidenses provocó alarma entre
la cúpula política y los medios tradicionales.sueñoque estaba por proclamarse era subversivo y quien ofrecería ese mensaje era considerado el hombre desarmado más peligroso de Estados Unidos.
El orador principal, el reverendo Martin Luther King, era considerado un radical peligroso y estaba bajo vigilancia de la FBI de J. Edgar Hoover. El jefe de inteligencia doméstica de la FBI calificó al reverendo que encabezaba esa marcha de
el negro más peligroso para el futuro de esta nación desde la perspectiva del comunismo, el negro y la seguridad nacional. Todos esperaban
desordenmasivo. Pero ese día cientos de miles –un tercio de ellos blancos, algo nunca visto– llegaron pacíficamente a participar en un momento que muchos dicen
cambió a Estados Unidos.
“King no era peligroso para el país, sino para el statu quo… King era peligroso porque no aceptaba en silencio –ni permitía que un pueblo cansado aceptara silenciosamente ya– las cosas como estaban. Insistió en que todos nos imagináramos –soñáramos– lo que podría y debería ser”, escribió Charles Blow, columnista del New York Times.
Es allí, dicen muchos, donde se inauguró lo que se recuerda como
los 60, uno de los auges democráticos (en su sentido real) más importantes de la historia estadunidense.
Hace unos días la cúpula política, la intelectualidad acomodada y los principales medios festejaron el 50 aniversario del acto con la versión oficial pulida y
patrióticade la marcha que King ofreció uno de los discursos más famosos de la historia de este país, Yo tengo un sueño.
Al festejar el aniversario, se ha debatido sobre el significado de esa marcha y el discurso de King, tanto en su momento como hoy día. Algunos concluyen que el
sueñode King está expresado en el hecho de que el primer presidente afroestadunidense, Barack Obama, ofreció un discurso para celebrar el aniversario en el Monumento a Lincoln, el mismo lugar donde King ofreció históricas palabras hace cinco décadas. Ahí habló de los cambios que King promovió, también reconoció que esa lucha no ha concluido.
Aunque nadie disputa los cambios dramáticos y los logros en cuanto a la lucha frontal contra la segregación institucional, tampoco se puede disputar que mucho de lo que dijo King en 1963 tendría que repetirlo 50 años después.
A la vez, la desigualdad económica entre pobres y ricos ha llegado a su nivel más alto desde la gran depresión. Mientras las empresas reportan ganancias récord, los ingresos de los trabajadores continúan a la baja. Más aún, una de las demandas de la marcha de 1963 fue un incremento al salario mínimo federal, que hoy se ubica en 7.25 dólares la hora, lo que es, en términos reales, inferior al que prevalecía hace 50 años, según el Instituto de Política Económica. Ejemplo de ello fue la protesta de trabajadores de restaurantes de comida rápida en más de 50 ciudades que exigieron el doble de dicho salario, la semana pasada.
Al conmemorar el aniversario, Obama destacó la brecha económica entre pobres y ricos, pero no asumió la responsabilidad de que durante su presidencia se sigue ampliando, y evitó mencionar otras políticas que ha promovido o tolerado con consecuencias terribles para comunidades minoritarias y/o pobres como las deportaciones sin precedente de inmigrantes latinoamericanos, y el sistema penal más grande y tal vez más racista del mundo.
Muchos opinan que no es justo comparar a King con Obama, ya que uno era
profetay el otro es sólo un político.
Pero la omisión más notable durante los elogios al profeta por los políticos en estos días –justo cuando la cúpula política estadunidense contempla abiertamente otro ataque militar contra otro país (Siria)– fue cualquier referencia a las guerras.
King vinculó cada vez más la lucha de los derechos civiles con la injusticia económica y, peor, con las políticas bélicas de su país. Advirtió en 1967 que la democracia estadunidense estaba amenazada por
el terno gigantesco del racismo, el materialismo extremo y el militarismo. Y declaró que no podría seguir llamando a sus seguidores a emplear la no violencia si no condenaba las políticas de guerra de Washington:
Sabía que nunca más podría elevar la voz contra la violencia por los oprimidos en los guetos sin primero hablar claramente ante el más grande proveedor de violencia en el mundo hoy día, mi propio gobierno.
King, en su discurso del
sueñoen 1963, insistió en que las injusticias se tenían que abordar en lo que llamó
la feroz urgencia del ahora. Cincuenta años después, ese ahora es más urgente que nunca.
Vía:http://www.jornada.unam.mx/2013/09/02/mundo/026o1mun
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