lunes, 24 de junio de 2013

Brasil: Río de Janeiro: de la ciudad maravillosa a la ciudad-negocio...Raúl Zibechi


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Policías ayudan a un herido durante los enfrentamientos entre los agentes del orden y manifestantes, ayer en las proximidades del estadio Mineirao, en Belo Horizonte
Foto Reuters
 
Raúl Zibechi
 
Periódico La Jornada
Marcan tres letras, SMH, y un número, y ya se sabe que las van a derribar. A simple vista, una de cada tres o cuatro casas de Villa Autódromo están marcadas.
Inalva Britos es profesora jubilada de 66 años. Hija de emigrantes nordestinos, tres décadas atrás llegó a la villa que era un refugio, una isla de libertad bajo la dictadura militar. El barrio se pobló con militares expulsados del ejército, profesores y pescadores. Ahora integra el Comité Popular de la Copa y Olimpiadas, ya que los megaeventos amenazan desalojar a quienes llevan treinta años viviendo junto al autódromo.
La ciudad maravillosa se ha convertido en el lugar de mayor concentración de inversiones públicas y privadas del mundo, gracias a los grandes eventos de esta década: la conferencia Río+20 celebrada en 2012, el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, a lo que deben sumarse los Juegos Mundiales Militares de 2011 y la Copa Confederaciones de 2013. Se calcula que hasta 2020 la ciudad recibirá mil millones de dólares para obras de infraestructura, servicios e industria.
Los megaeventos van de la mano de megaemprendimientos, que están radicados en tres lugares y tienen como trasfondo el petróleo de la capa pre-sal, puertos, siderurgia y mineral de hierro: el complejo de Açu en el norte de la ciudad, para la exportación y procesamiento de mineral de hierro que proviene de Minas Gerais; el puerto maravilla, que supone la remodelación del centro para convertirlo en espacio turístico; y la bahía de Sepetiba, al oeste, donde se trasladará la operativa del puerto de Río.
Estas gigantescas inversiones tienen su cara oculta: el desalojo de miles de familias y la consolidación de un modelo de seguridad que militariza la pobreza, como asegura el último informe de la Comisión de Derechos Humanos del parlamento del estado de Río. En 2011 fueron desaparecidas 5 mil 488 personas, hubo 4 mil 280 homicidios y 524 ejecuciones sumarias bajo la modalidad de autos de resistencia, figura legal nacida en la dictadura.
La policía de Río tiene el récord mundial de muertos en enfrentamientos armados, asegura el informe de la comisión. En Sao Paulo la policía provoca 0.97 muertos cada 100 mil habitantes, en África del Sur 0.96 y en Río 6.86. En Sao Paulo la policía detiene a 348 personas por cada muerto que provoca, mientras en Río son apenas 23 detenidos por muerto.
Polvo de plata
Marta se arrellana en el sillón, alisa el pañuelo que le cubre el pelo, tan oscuro como su piel y saca unos frascos pequeños de su bolso. Cada frasco está prolijamente tapado con un corcho y sobre sus laterales aparecen dos símbolos: una calavera negra y una mano con las letras TKCSA. Dentro, un polvo gris brillante que recoge cuando barre el patio de su casa, a 500 metros de la chimenea de la enorme siderúrgica.
Estamos en la casa de Telma, en la periferia de Santa Cruz a poca distancia de la mayor siderúrgica de América Latina, la Compañía Siderúrgica del Atlán­tico de la alemana Thyssen Krupp (TKCSA). La ciudad de más de 200 mil habitantes está a una hora de Río junto a la bahía de Sepetiba, refugio de aves endémicas y migratorias por sus bosques y manglares. Por ser un ambiente marino de transición, estuarios donde convergen aguas marinas y dulces de los ríos, es lugar privilegiado para la pesca.
Santa Cruz forma parte de la periferia oeste de Río, la más pobre y la que más creció en las últimas décadas. Llegamos luego de atravesar Barra de Tijuca, la zona residencial de las clases medias altas, en la misma franja costera de las célebres Copacabana, Ipanema y Leblon. La región sur de la ciudad, la que concentra los mejores servicios y la edificación lujosa, parece apenas un paréntesis entre las favelas del centro de Río y esta región oeste, dormitorio de trabajadores y subocupados.
En los planes gubernamentales figura convertir la bahía de Sepetiba en un gran polo siderúrgico y portuario, junto al vecino puerto de Itaguaí donde la marina desarrolla su programa de submarinos nucleares. En la década de 1980 se desarrollaron dos polos industriales en Santa Cruz, cuyos efluentes dañaron manglares y pesca. En 1986 la región litoral de la bahía fue declarada área de protección ambiental.
El nuevo ciclo de desarrollo de Brasil llevó a la bahía a la petrolera Petrobras, a las siderúrgicas Gerdau y TKCSA, y varias empresas de menor tamaño. Entre ellas promueven la construcción de un enorme puerto, que se suma al puerto y astillero de la marina en Itaguaí, con capacidad para drenar 50 millones de toneladas de mineral de hierro. Sepetiba se convierte en el puerto alternativo al de Río de Janeiro.
Las grandes obras tienen impactos poderosos. Para tener idea del tamaño del proyecto, los miembros del Instituto de Políticas Alternativas para el Cono Sur (PACS) aseguran que la obra para construir la siderúrgica TKCSA (que produce 10 millones de toneladas anuales de acero) ocupaba un espacio similar a la suma de los barrios cariocas de Leblon e Ipanema.
Hasta la llegada de la industria la población vivía de la pesca y la artesanía, estaba integrada por quilombolas, indios, pescadores artesanales y pobladores del litoral marítimo. La primera agresión que sufrieron fue el desalojo de 75 familias del MST que estaban acampadas en el predio que ocupa TKCSA, donde acampaban desde hacía cinco años viviendo de la agricultura.
La segunda agresión afecta a los pescadores. La TKCSA no pudo instalarse en el estado de Maranhão, en el nordeste, por la potente movilización de pescadores, ambientalistas, sindicatos, iglesias y autoridades. Ahora las aguas de la bahía están contaminadas con cadmio, plomo y zinc. Como consecuencia de la instalación de equipos y de la masiva circulación de barcos de gran calado amplias zonas de la bahía están excluidas para la pesca. Más de 8 mil pescadores se quedaron sin su fuente de vida.
El tercer impacto es sobre la población en su conjunto. La Secretaría de Medio Ambiente del estado calculó que la TKCSA eleva 76 por ciento las emisiones de CO2 en Río de Janeiro y emitirá 12 veces más gas contaminante que toda la industria del estado. El hierro en el aire aumentó mil por ciento, según estudios oficiales.
Los resultados son evidentes. Miguel, pescador desde hace cuatro décadas, asegura que sacaba hasta 80 kilos de corvina y parati y que ahora apenas recoge tres kilos cuando sale con su barca. Los 8 mil pescadores estamos desempleados y en trabajos informales, se queja con rabia e impotencia. Nueve asociaciones de pescadores artesanales están denunciando la contaminación y resistiendo la siderúrgica.
La lluvia de plata que recoge doña Marta en sus frascos es consecuencia de que la empresa almacena arrabio en pozos al aire libre que termina siendo arrastrado por el viento. Las autoridades ambientales desconocían la existencia de esos pozos y la TKCSA aún no tiene autorización legal para operar.
Como sucede en todos los casos de agresión ambiental y social por las grandes empresas, la población está dividida. Los pobladores organizados son apenas un puñado, aunque las organizaciones de pescadores y profesores rechazan la siderurgia. Hay miedo, dice Marta. Ellos son poderosos y fuertes y los vecinos se sienten pequeños, aunque todos saben que algo malo está pasando con su salud. Alude a la multiplicación de afecciones respiratorias, de la vista y la piel.
Agrega que como las empresas modificaron el curso del río, los barrios más pobres se inundan cada vez que llueve. La palabra milicias se pronuncia en voz baja. Nadie se atreve a preguntar y los pobladores nunca hablan del tema ante desconocidos. Estas bandas armadas ilegales de policías, bomberos y militares, controlan, en todos los barrios pobres y en las favelas, el transporte, la distribución del gas y la seguridad del pequeño comercio.
Las milicias trabajan junto al poder político local y del estado de Río de Janeiro, y son apoyadas por algunos partidos porque las consideran un mal menor frente al narcotráfico. En Santa Cruz apoyan a las multinacionales controlando a la población que protesta y resiste.
El cielo y el infierno se tocan
Cada escalón es una exhalación dolorosa y una gota de sudor. El termómetro marca 36 grados a la sombra mientras Carlos Walter (quien nos conduce durante todo el recorrido) asegura que la sensación térmica es de 45 grados Celsius. La subida parece interminable. El Morro de Providencia es tan empinado que los coches deben quedar a mitad de camino. Nos acompaña Marcia, una mujer tan alta como elegante que porta su pobreza con orgullo. Integra la Comisión de Vecinos por Derecho a la Vivienda.
Nos conduce cuesta arriba por escaleras y callejuelas laberínticas, entre gruesos caños de agua en los que se incrustan pequeños caños blancos que abastecen a los domicilios. Cada pocos metros tiene la gentileza de parar para mostrarnos los huecos dejados en la favela por las máquinas que aquí y allá derribaron viviendas por razones de seguridad para las familias. La elección se antoja caprichosa.
“Ésta –señala un enorme pozo repleto de escombros, trozos de chapas, maderas y restos de ropa– fue derribada con la familia dentro.” Parece un mal chiste en un día de calor insoportable, pero el estupor que causó el relato permitió un descanso más largo que en las otras paradas. Seguimos cuesta arriba, hasta que llegamos a un punto donde la vista de la ciudad es, aunque suene vulgar, maravillosa.
Agua fría embotellada, sillas de plástico y un balcón enorme volcado hacia el puerto y la bahía de Guanabara. Debajo nuestro, el puente a Niteroi de 13 kilómetros, las islas y las autopistas, y la Cidade da Samba. Girando la cabeza se divisan el Pan de Azúcar, el Cristo del Corcovado, verdes y recortadas montañas a lo lejos y el Sambódromo bien cerca. Estamos bien arriba del =0.
Este reportaje vislumbró los acontecimientos actuales en Brasil. Fue publicado originalmente en el sitio kaosenlared.net el 26 de diciembre de 2012

Vía:

http://www.jornada.unam.mx/2013/06/23/politica/004n1pol

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