México, Distrito Federal. “Parece
que la gente ya no quiere comer”, bromea un vendedor de fruta de la
Central de Abastos de la Ciudad de México para referirse a la caída de
sus ventas, mientras intenta atraer a las compradoras que evalúan las
piñas y sandías en la Central de Abasto de la Ciudad de México.
Hermelinda Morales, ama de casa, cambió el tomate verde por chile
guajillo en sus salsas; señala que ante los elevados precios de las
verduras y hortalizas, debe buscar “entre lo más baratito” para dar de
comer a su familia.
Ante el incremento en los precios de los
alimentos y el bajo poder adquisitivo de los salarios, las familias
mexicanas optan por comprar menos alimentos y de peor calidad, señala un
estudio sobre el sexenio de Felipe Calderón elaborado por el Centro de
Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM).
Los casos que más escandalizaron a la
prensa mexicana en lo que va de 2013 son el tomate verde, cuyo precio
aumentó alrededor de 300 por ciento en cinco meses, y el huevo, que
cuesta casi el doble que el año anterior. El origen de estas escaladas,
advierte Luis Lozano, economista y coordinador del CAM, está no sólo en
las plagas y las sequías, sino en la especulación con los productos y en
los intermediarios.
El expendio de huevo al mayoreo donde
trabaja Salvador vende este producto a 27 pesos por kilo el de menor
calidad. Las ventas del negocio cayeron en 40 por ciento por los precios
disparados, y los expendedores tienen que compensar introduciendo otros
productos para vender.
Las empresas de alimentos que operan en
México – como Bachoco, que domina el mercado del huevo y el
pollo-aprovechan las subidas y bajadas de precio para hacer sus ajustes a
la alza, denuncia Lozano. “Especulan en los precios a partir de la
oferta, haciendo un control estricto del producto”, indica.
Jaime Crivelli Espinoza, presidente del
consejo directivo de la Unión Nacional de Avicultores (UNA), advirtió a
principios de mayo que el incremento al precio de huevo y pollo obedece a
la especulación: “La gripe aviar sólo afecta a 0.25 por ciento de la
producción de huevo del país, por lo cual el abasto está garantizado; el
problema es más bien de una influenza mediática y se está aprovechando
para especular”, declaró a La Jornada. Este desmedido aumento dio
lugar a chistes en las redes sociales; la segunda semana de mayo
circuló una imagen de dos narcotraficantes diciendo que era más rentable
dedicarse al comercio de huevo que al tráfico de mariguana.
“Nosotros tratamos de absorber el
aumento de precios porque tenemos que garantizarle una base a nuestros
clientes –vendo la pieza de lechuga a 12 pesos, y a veces casi a eso la
compro- pero a veces no se puede”, explica Juan Juárez, vendedor de
hortalizas en la Central. Su negocio, Casa Juárez, surte a amas de casa y
a comerciantes, que ahora compran menos. “Si antes alguien compraba 10
lechugas, ahora se lleva más o menos ocho”, informa.
Otro caso es el de la calabaza. Mientras
a un campesino del estado de Hidalgo los mayoristas le compran la caja
de 20 kilos a 30 pesos, en la Ciudad de México se vende a un precio
mínimo de cinco pesos, que llegó a 60 pesos en abril al menudeo –de
acuerdo con testimonios de amas de casa y del economista Lozano.
“Ahorita (mediados de mayo) están
bajando los precios. La flor de calabaza estaba a 50 pesos el kilo y
ahora la tengo a 15; la calabaza está a cuatro y la tenía a 18. Son
inestables; dicen que es la oferta y la demanda, pero yo lo que sé es
que a veces no sale, y tenemos que buscarle para compensar”, indica
Juárez.
“De los productores a los consumidores
hay una larga cadena, y depende del número de intermediarios cómo se
reparte la ganancia”, señala Lozano. “A los productores se les paga muy
barato” aunque haya aumento de precios, agrega.
Neme Martínez, de la Federación
Latinoamericana de Mercados Mayoristas (Flama), declaró públicamente que
la especulación surge desde las grandes cadenas comerciales, que
compran a muy bajo costo al proveedor, presentan ofertas al público y
luego incrementan hasta en un 100 por ciento el valor del producto.
Nutrición y nivel de vida, a la baja
Carlos, de la popular cremería
“Cuadritos” de la Central de Abasto, señala que la gente va “con sus
cien pesitos a comprar, llega y ya subió el producto cinco o 10 pesos.
Se desajustan porque vienen con el dinero medido y pues ni cómo saber
antes de los aumentos para avisarles”. En su sector, las carnes frías
son las que registran mayor alza; los lácteos “están más estables”.
El salario de los trabajadores mexicanos
perdió, de enero a mayo de 2013, el 9.43 por ciento de su poder para
adquirir la canasta alimentaria recomendable. “Es una pérdida
significativa, que tiene que ver con el aumento de solamente 2.43 pesos
al salario mínimo”, evalúa el coordinador del CAM. “Hay un déficit de
ingreso en el salario mínimo que establece la Constitución, que debe ser
suficiente para cubrir las necesidades básicas de un jefe de familia”,
agrega.
Un salario mínimo, señala el informe del
CAM, debe ser suficiente para satisfacer las necesidades básicas
(materiales, sociales, educativas y culturales) de una familia de 3.5
personas, que es el número promedio de personas por familia en México,
lo que no sucede y representa una falta a la Constitución.
Millones de familias no pueden adquirir
ni siquiera la canasta alimenticia recomendable, que comprende 40
artículos únicamente alimenticios que deben consumir para lograr un
satisfactorio nivel de salud. Esa canasta cuesta alrededor de 190 pesos
por día; en contraparte, el salario mínimo se ubica por debajo de los 65
pesos. En México, poco más de 18 millones de personas ganan de 1 a 2
salarios mínimos. Además, el número de trabajadores que laboran y no
reciben ingresos llegó a 4 millones 159 mil 185 trabajadores. El CAM
calcula que el 98 por ciento de la población del país “no puede aspirar a
tener un nivel de vida de acuerdo a lo señalado en la Constitución”,
señalan en el informe.
Lozano ejemplifica esta pérdida de
posibilidades de estar bien nutrido: “Mientras en el año 2000 –al inicio
del sexenio de Vicente Fox- el salario mínimo se ubicó en 37.89 pesos y
en 2013 es de 64.76 pesos, el kilo de bistec pasó de 25 a 115 pesos. En
las mismas fechas, el kilo de tortilla pasó de 4 a 12 pesos”.
Al interrogar a Hermelinda Morales por
el precio de la carne, responde que no sabe. “Eso ya casi no lo comemos;
hay que buscar lo más barato”, ratifica. Alejandro Gómez, cuya familia
tiene una pequeña fonda en Iztacalco, señala que las ventas no van tan
bien porque aunque le saca poca ganancia a lo que venden, la gente
prefiere comer tacos o tortas que comida corrida. “Es que todo lo que
llevan está caro: el jitomate, el limón, el huevo, el pollo”, argumenta.
Se estima que casi la mitad de lo que compran los mexicanos son
alimentos procesados, que se ofertan con precios bajos.
María de Jesús se desplaza unos 13
kilómetros –desde la colonia Villa Coapa hasta Iztapalapa- para poder
comer manzana, pera y otras frutas porque están “mucho más caras en los
tianguis y en el Chedraui”, además de que busca siempre lo de temporada
para ahorrarse hasta 200 pesos cada que compra su despensa.
En entrevista con La Jornada,
José Graziano da Silva, director de la FAO, estimó que los precios de
los alimentos en el ámbito mundial subirán entre 10 a 30 por ciento en
la próxima década debido a una demanda creciente de alimentos,
particularmente los de origen animal –carne, lácteos, huevo– y al
aumento de la producción de bioetanol –cuya materia prima es el maíz– y
de biodiesel; mientras, la producción mundial de alimentos será de 1.7
por ciento comparado con 2 por ciento en décadas recientes.
Salarios contenidos, precios descontrolados
Lozano señala que, antes de la llegada
del neoliberalismo a México a inicios de la década de los ochenta,
existió una política de control de precios de los 96 productos de la
canasta básica. A partir del sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988),
la política cambió para poner tope a los salarios –con un incremento
anual promedio de cuatro por ciento- y liberar los precios. “Con Dios
Mercado, el precio se determina a través de la oferta y la demanda”,
añade el profesor universitario.
“Si seguimos con el control salarial,
que ya lleva 26 años, el panorama no es nada favorable”, advierte el
economista. “Los incrementos al ingreso son miserables y no alcanzan
para cubrir las necesidades de un jefe de familia”.
Los empresarios, por su parte, hacen un
incremento silencioso de precios. “Yo antes compraba latas de atún de
cien gramos; ahora esas mismas latas son de 90 gramos”, informa Lozano.
El estudio del CAM señala que las familias buscan salidas como la
migración y el trabajo informal para poder sostener a sus familias.
Mientras, la política de Estado promueve
soluciones que agudizarán los problemas a largo plazo, señala Lozano.
Se promueve que los bancos concedan más créditos en vez de aumentar el
salario. Y si no hay ventas, advierte el economista, los empleados de
los negocios se vuelven innecesarios y habrá despidos. “Menos empleo,
menos ingreso, más pobreza y más migración”, resume.
Los programas como la Cruzada contra el
Hambre, evalúa el economista, son meros atenuantes, focalizados y
coyunturales. “No se ve que haya un interés del Estado por resolver el
problema; sus compromisos políticos son más importantes que el bienestar
de la población”, finaliza Lozano.
http://desinformemonos.org/2013/05/menos-comida-en-la-mesa/print/
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