L@s indígenas protestaban contra el costo de la
energía eléctrica de Unión Fenosa, cuando los militares comenzaron a
disparar. Al menos 6 muertos y 34 heridos
Como
hace 520 años atrás, se sigue masacrando a las poblaciones indígenas en
Guatemala en defensa de intereses foráneos. Los Acuerdos de Paz,
firmados hace 16 años atrás, entre el Estado-Ejército y la Unidad
Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG), sólo sirvieron para
desmovilizar al pueblo guatemalteco y abrir las compuertas del país al
sistema neoliberal brutal que no admite oposición alguna. Se cosecharon
los dólares y euros de la cooperación internacional con el rótulo “para
la pacificación”, y se prometió derechos “culturales” a los pueblos
indígenas para tratarlos como piezas de museo. Y, cuando las y los
indígenas organizados se movilizan reclamando sus derechos colectivos,
el Estado los mata a bala sin mediar explicación.
Hace unos meses atrás, indígenas mayas de Santa Cruz de Barrillas,
Huehuetenango, fueron brutalmente reprimidos (con dos asesinatos de por
medio) por la guardia privada de una empresa de hidroeléctrica española y
el Ejército de Guatemala. En aquel entonces, para escarmentar a los
indígenas sublevados en contra de la empresa española, el democrático
Gobierno de Otto Pérez dictó un Estado de sitio.
Ayer, jueves 04 de octubre, tuvimos que ir a conciliar el sueño con
un nudo en la garganta porque nuevamente el Ejército salió en defensa de
otra empresa transnacional, esta vez Energuate (empresa inglesa de
energía eléctrica) y reprimió una pacífica movilización indígena matando
a 7 indígenas, e hiriendo a otros 41 (según datos extraoficiales). Esta
masacre ocurrió mientras el democrático Gobierno de Otto Pérez
dialogaba con la dirigencia de la Alcaldía Indígena de los 48 cantones,
de Totonicapán, sobre sus demandas/propuestas de la nacionalización de
la energía eléctrica, reformas a la Constitución Política y la
problemática de la formación de maestros.
¿Por qué el Estado asesina a indígenas en Guatemala?
Casi al mismo tiempo que finalizaba el proceso de desarme de las
guerrillas en el país, desde la Guatemala profunda emergió una fuerza
social sin precedentes del pueblo maya organizado, demandando sus
derechos. Esta histórica fuerza social maya ha sido neutralizada por el
Estado ladinocéntrico y neoliberal convirtiendo a la dirigencia indígena
en funcionarios públicos sin decisión, ni impacto en el Estado. Así, el
Estado se mostró al mundo maquillada de “multicultural y pluriétnica”, y
desmovilizó a las y los indígenas a nivel nacional.
Ante esta estrategia, el movimiento social maya de alcance nacional
se recluyó a los niveles locales. Y desde allí, ya sin la presencia de
“dirigentes” indígenas como Dña. Rigoberta Menchú, o el partido político
indígena Winaq, desafían al Estado excluyente y empobrecedor
resistiéndose a ser expulsados o contaminados por proyectos de
hidroeléctrica, minería, monocultivos, etc. Los partidos políticos de la
derecha, con la finalidad de someter al movimiento indígena,
actualmente edulcoran el Congreso Nacional con 20 diputados “indígenas
mayas” y 1 de Winaq (en total representan el 13% del Congreso), pero
éstos tramitadores serviles que concesionan el país a las
transnacionales no tienen legitimidad social en las bases, y éstas se
insubordinan aglutinados alrededor de demandas comunes.
Otra razón para matar y escarmentar indígenas movilizados es
Guatemala es prevenir al país de “malos ejemplos”. El Gobierno de Otto
Pérez y la oligarquía criolla saben que las organizaciones indígenas
locales que no pudieron desarticularlas en casi dos décadas de
“pacificación”, se constituyen, en este momento, en un peligro para el
Estado etnofágico y oligárquico. Humanamente es casi imposible contener
el viento de la transición hacia estados plurinacionales que sopla desde
el Sur, sobre todo, desde Bolivia y Ecuador, impulsado por pueblos
indígenas. Habrá que conocer la contrapropuesta que tiene el pueblo maya
de los 48 cantones de Totonicapán a la multimillonaria propuesta de
reforma constitucional que Otto Pérez impulsa actualmente.
¿Importan los acuerdos y convenios internacionales para el gobierno de Guatemala?
Aunque
según los datos oficiales del Estado ladinizante, el porcentaje de la
población indígena jamás supera el 30% del total de la población del
país. Investigadores indígenas independientes, y la realidad social
policromática evidencian que alrededor del 60% de la población del país
es indígena maya. Más sin embargo, ni tan siquiera está reconocido en la
Constitución Política los idiomas nativos como idiomas oficiales. La
hipócrita declaración de “pluriétnico y multicultural” (para encubrir el
monoculturalismo y negar la posibilidad de la interculturalidad) no es
constitucional en Guatemala.
En 1995, luego de más de una década de negociaciones, el
Gobierno-Ejército y URNG, firmaron el Acuerdo de Identidad y Derechos de
los Pueblos Indígenas, en el que se reconoce derechos culturales a
indígenas, pero de los 52 compromisos para implementar aquel acuerdo,
sólo se cumplieron alrededor de 7 (COJTÍ, 2010).
En 1996 el Estado de Guatemala ratificó el Convenio 169° de la OIT.
Gracias a los contenidos de este Convenio organizaciones indígenas
locales resisten a las mineras, petroleras, palmeras, etc., mediante
consultas populares. Pero el gobierno los manda a matar como si el
indígena organizado y consciente fuese enemigo del Estado. En 2007,
Guatemala, junto a 133 países, aprobó la Declaración de la ONU de los
Derechos de los Pueblos Indígenas, pero eso fue sólo para arrancar
aplausos en las cumbres internacionales, aparentar de pluralista y
multicultural y cosechar el dinero de la cooperación internacional.
Existen muchos otros convenios y compromisos internacionales sobre
derechos humanos incumplidos por el Estado de Guatemala.
Los pueblos indígenas, en el marco de los contenidos del Derecho
Internacional de los Pueblos Indígenas, presentaron una propuesta de
proyecto de Ley Marco sobre Pueblos Indígenas, pero aquella propuesta ha
sido archivada porque los tramitadores de las leyes obedecen a los
intereses de los patrones y de las empresas multinacionales.
En estas condiciones, al pueblo indígena organizado no le queda más
que las calles para incorporar sus demandas históricamente postergadas
en la agenda nacional. Masacrando indígenas el Estado de Guatemala ya no
podrá apagar el insipiente sueño de la plurinacionalidad e
interculturalidad emergente desde los sectores excluidos del país. El
siglo XXI es y será la afirmación de la reconstitución de las
identidades y autodeterminaciones de los pueblos indígenas subyugados
por el fracasado modelo monocultural del Estado nación. La población y
la élite privilegiada de Guatemala deben entender que este pueblo no
nació para pasar a la historia de la humanidad repudiada por la tozudez y
obstinación mental y moral de sus (des)gobernantes.
Muchos países del mundo, ahora en la oscuridad de la crisis del
modelo del sistema-mundo-occidental, quisieran tener la mega diversidad
de vidas de Guatemala, para aprender de la diferencia fecunda. Pero no
la tienen. Nosotros/as, sí. Optimicemos esta fértil diferencia
providencial y atrevámonos a ingresar al siglo XXI con nuestra propia
luz intercultural.
Servindi
Vía:
http://www.lahaine.org/index.php?p=64427
No hay comentarios:
Publicar un comentario