(APe).-
María José Leguizamón es la directora de escuela secundaria más joven
de la provincia de Santa Fe. Ejerce el cargo en tres establecimientos
rurales del norte profundo. En el paraje Mousy, en La Sarita y San
Manuel. Tres puntos en algunos mapas pero que, más allá de la mención
cartográfica, están habitados por decenas de pibas y pibes que merecen
que la palabra futuro también sea sinónimo de algo dulce y no de
angustia para ellos.
En esas escuelas de las familias
agropecuarias, las chicas y chicos inician el recorrido secundario pero
abandonan, mayoritariamente, después del primer año. La primera
promoción, por ejemplo, en Mousy, solamente fue celebrada por una
quincena de alumnos sobre un total de casi noventa que iniciaron el
recorrido educativo.
Se ganan la vida con changas, especialmente
vinculadas a la producción de leña en los montes de la zona de Arroyo
Ceibal. Esa actividad deja huellas en las manos de chicas y chicos
adolescentes.
Otros pibes intentan ganarse la vida con las
abejas y la venta de la miel pero apenas trabajan como peones. No son
productores. Siempre trabajan para todos y el dinero no alcanza para
mucho. Al contrario.
Un tercer grupo de adolescentes logra ser
empleado de las pollerías de los alrededores de ciudades como Avellaneda
y Reconquista pero en todos los rubros nombrados, el salario –con mucha
suerte- llega a dos mil pesos mensuales y en negro.
Las chicas,
en su mayoría, trabajan como niñeras. El principal cuidado es el de los
propios hermanitos. Semejante tarea las exilia de las escuelas en forma
muy temprana.
Pero a pesar del sueldo efímero, las chicas y los
chicos de los establecimientos rurales del norte santafesino sueñan con
seguir estudiando para, alguna vez, volver a sus pueblos de los que
nunca se imaginan yéndose de manera definitiva.
Incluso piensan en comprarles cosas a sus padres para devolverles algo del todo esfuerzo que destinan en el presente.
-Frente
a la escuela de paraje Mousy funciona un hogar de niños abandonados que
tienen entre 3 y 13 años. Son chicos con muchísimos y profundos
problemas de conducta. Sin embargo, nuestras alumnas y nuestros alumnos
siempre se las ingenian para llevarlos a la secundaria y pasan horas
leyéndoles cuentos. Es algo que esos chicos retribuyen con un cariño
hermoso. Necesitan mucho amor y los que les dan ese amor son justamente
las pibas y los pibes de la escuela que trabajan de forma tan dura –
describe la joven directora, María Leguizamón.
En esas escuelas rurales la droga no está presente. Pero sí el alcohol.
Un
rito cotidiano es el llamado “jueguito peruano”. Consiste en tirar
cartas o dados y según el número que aparezca, el chico o la chica tiene
que tomar la cantidad de vasos de la bebida que indique esa cifra. Es
un problema serio que están intentando pelear con distintas
herramientas.
Otro de los factores de integración para las chicas
y los chicos de las escuelas rurales de la zona de Avellaneda y
Reconquista, norte profundo de Santa Fe, es la iglesia. No hace mucho
tiempo atrás, la noticia fue que había un cura flogger que congregaba a
gran cantidad de adolescentes a sus curiosos oficios. Hay poco lugar
para el deporte en esas tierras que alguna vez fueron la geografía
devastada por La Forestal.
-Hace poco tiempo cayó muy mal el
suicidio de uno de los chicos que venía a la escuela. Sin embargo hay un
futuro que se palpa a diario. Es que todos los días apostamos a la
ternura de esas chicas y esos chicos. Ellos son capaces de resistir y
pelear por un futuro mejor. De allí que se conviertan en el mejor motivo
para continuar intentado un proceso educativo para cada uno de los
docentes. Por esa increíble resistencia pasa también la esperanza. La de
ellos y la nuestra - dice María.
Fuente de datos:
Entrevistas realizadas por el autor de la nota en Reconquista, norte profundo de la provincia de Santa Fe.
Vía,fuente:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7453:los-cuentacuentos-de-mousy&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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