Francia.
Como si de una pesadilla cyberpunk se tratase, durante los pasados
Juego Olímpicos de Londres, las limitaciones a las que fueron sometidos
los ingleses y los espectadores en nombre de la
propiedad privada coartaron las libertades esenciales de los ciudadanos
para someterlos a la ley de las corporaciones. Gracias a los derechos
otorgados por el Estado inglés a las grandes marcas, los bienes públicos
más básicos como las palabras del lenguaje, la información, el espacio
urbano, los transportes públicos, la gastronomía y los códigos
indumentarios fueron “temporalmente privatizados”.
El cyberpunk
es un subgénero de la ciencia ficción, conocido por su enfoque en la
“alta tecnología y bajo nivel de vida”, que mezcla ciencia avanzada,
como las tecnologías de la información y la cibernética, junto con algún
grado de desintegración o cambio radical en el orden social.
A
primera vista, hay poca relación entre los Juegos Olímpicos (JO) de
Londres y las distopias del cyberpunk que fueron imaginadas desde los
años ochenta en las novelas de William Gibson, Bruce Sterling, Philip K.
Dick o John Brunner.
Pensándolo bien, el doping –cuyo
espectro rondó sin sorpresa los últimos Juegos Olímpicos– es un primer
elemento que hace pensar en el cyberpunk. Esta actividad hace referencia
a los humanos que buscan mejorarse artificialmente gracias a implantes
biónicos o a la absorción de sustancias químicas.
Sin
embargo la analogía con el cyberpunk parece aún más pertinente a través
de la gestión de los derechos de propiedad intelectual hechos por el
Comité Internacional Olímpico (CIO). A medida que se descubrió el
espantoso arsenal instalado para proteger los copyrights y las marcas
relacionadas con los Juegos Olímpicos, se empezó a ver hasta dónde
podrían llevar las consecuencias de la propiedad intelectual.
De
hecho, una de las características menos conocidas de los universos
cyberpunk es la importancia que toman las grandes corporaciones en la
vida de los individuos. Un artículo de Wikipedia explica este rasgo
particular:
“Las
multinacionales, más potentes que los Estados, tienen sus propias
leyes, poseen territorios y controlan la vida de sus empleados desde su
nacimiento hasta su muerte. Sus dirigentes suelen no tener sentido
moral. La competencia para elevarse en la jerarquía es un juego mortal.
Los
personajes de las novelas cyberpunk son insignificantes en comparación
con el poder casi divino que tienen las mega-corporaciones: son ante
ellas granos de arena en el engranaje”.
En los
universos cyberpunk, las firmas privadas más potentes absorbieron
ciertas prerrogativas de los Estados, como el mantenimiento del orden a
través de la policía o el ejército. Las corporaciones cyberpunk
controlan territorios y los empleados que trabajan para ellas se vuelven
en cierto modo “ciudadanos” de estas firmas, cuyos derechos están
condicionados al poder de la empresa a la cual pertenecen.
Acta de los Juegos Olímpicos
Para los
JO de Londres, el CIO obtuvo del Estado inglés la transferencia de
varios derechos soberanos, pero los novelistas de la ola cyberpunk no
habían previsto que sería a través de la propiedad intelectual que se
operaría esta transferencia de potencia pública.
Para
defender sus marcas y sus derechos de autor, pero también para poder
garantizar exclusividad real a sus generosos patrocinadores como
Coca-Cola, Mac Donald’s, Adidas, BP Oil o Samsung, el CIO obtuvo del
Parlamento inglés el voto en 2006 del Acta de los Juegos Olímpicos, que
le otorgó poderes exorbitantes. La Autoridad Olímpica de Entrega dispuso
de una armada de 280 agentes para aplicar la reglamentación en materia
de comercio alrededor de los 28 sitios donde se desarrollaron los
juegos. El Comité de Organización de Londres (LOCOG, por sus siglas en
inglés) dispuso de una cuadrilla de protección de las marcas que vigiló
las calles de Londres con gorras moradas para asegurarse del respeto de
la Política Olímpica de Marcas. Este comité tuvo el poder de entrar en
los comercios y también en locales privados y pudieron llevar a los
infractores ante la justicia para aplicar multas de hasta 31 mil libras,
a través de procedimientos de excepción acelerados.
El
Acta de los Juegos Olímpicos estableció una verdadera policía del
lenguaje, que influyó sobre la libertad de expresión durante los Juegos.
Por ejemplo, estuvo prohibido usar en la misma frase las palabras
“juegos”, “2012″, “veinte doce”, “oro”, “bronce” o “medalla”. Tampoco se
pudieron usar, modificar, desviar, connotar o crear neologismos a
partir del vocabulario de los Juegos. Varios comercios como el Olympic
Kebab, el Olympic Bar o el London Olympus Hotel fueron amenazados con
multas para cambiar sus nombres.
El
uso de los símbolos de los Juegos, como los aros olímpicos, estuvo
estrictamente reglamentado. Un panadero fue obligado a quitar de su
vitrina panes en forma de aros; a una florista le ocurrió lo mismo con
ramos y una abuela fue acosada porque había tejido, con los colores
olímpicos, un suéter para una muñeca destinada a una venta de caridad.
Esta
regla se aplicó también de manera estricta a los medios de comunicación,
que debieron comprar los derechos para usar los símbolos y términos
relacionados con los Juegos. Por ejemplo, la cadena de televisión
francesa BFM sólo pudo hablar de “juegos de verano”. No obstante,
existió una derogación legal en nombre del derecho a la información para
que los periodistas pudieran relatar los eventos, pero la aplicación de
esta excepción fue delicada y la revista The Spectator
tuvo problemas por haber expuesto los aros olímpicos en su portada para
denunciar los riesgos de censura consecuentes a este uso del derecho de
las marcas. Un artículo de la página Scotman.com indica que varias
firmas inglesas prefirieron autocensurarse de manera preventiva y decir
“La palabra de la O” en lugar de “Olímpicos”. ¡No estamos lejos de Lord
Voldemort en Harry Potter, “El-que-no-debe-ser-nombrado”!
Censura
El derrape hacia
la censura fue sin duda tramado por el CIO. El blog inglés Free Speech
relata que las cuentas Twitter de activistas que protestaban contra la
ubicación de los Juegos en Londres fueron suspendidas porque contenían
los términos “JO 2012″. Medidas excepcionales fueron establecidas para
dispersar las manifestaciones y patrullar en más de 90 zonas de
exclusión. Más caricaturesco aún: sólo fue permitido hacer un
hiperenlace hacia la página de los JO 2012 si lo que se decía de ellos
era positivo. Hasta Barack Obama y Mitt Romney fueron afectados por la
política de lenguaje del CIO: éste exigió la retirada de videos de
campaña con alusiones a los Juegos por violación de copyright.
Para
los espectadores que fueron a los estadios, el control fue más drástico
aún y fueron comprometidos con cláusulas contractuales extremadamente
precisas, detalladas sobre los boletos de entrada. Estas medidas
prohibieron, por ejemplo, difundir videos o fotos en redes sociales para
proteger las exclusividades otorgadas a los medios de comunicación.
Células de vigilancia fueron instaladas para espiar páginas como
Twitter, Facebook, Youtube o Instagram.
Las
reglas de los juegos dictaron también a los espectadores lo que pudieron
comer. Fue imposible, por ejemplo, escapar a las papas a la francesa de
Mac Donald’s en los lugares de las competencias porque obtuvo la
exclusividad sobre este platillo, salvo como acompañamiento de los fish’n chips,
especialidad nacional inglés, que consiguió una excepción. La propiedad
intelectual dictó de igual manera la manera de vestirse: las
autoridades olímpicas toleraron la marca Nike aunque el patrocinador
oficial fue Adidas, pero los espectadores no pudieron usar playeras
Pepsi, pues fue Coca-Cola quien pagó para ser patrocinador. Tampoco se
pudo llevar un router 3G o un WiFi bajo amenaza de confiscación: British
Telecom logró obtener una exclusividad sobre el acceso WiFi, y los
espectadores tuvieron que pagar para tener derecho a este servicio, pero
sólo con tarjeta Visa, patrocinador de los Juegos.
Se
podrían multiplicar este tipo de ejemplos dignos de la literatura de
Kafka, pero me parece que la demostración es ya bastante elocuente.
Estos Juegos de Londres nos hicieron entrar de plano en la era
cyberpunk. Una increíble transferencia de potencia pública hacia firmas
privadas fue realizada a través de los derechos de propiedad
intelectual. Medimos así toda la fuerza de los “derechos exclusivos”
ligados a las marcas y al copyright, cuando se ejercen de manera
desenfrenada en un ambiente saturado de signos y símbolos. El Tumblr
(plataforma web que permite subir imágenes) OpenOlymPICS documentó la
manera en la que la ciudad de Londres se transformó con el evento y como
los lugares se cubrieron de alusiones a los JO: cada alusión es una
“marca” que dio poder al CIO sobre el espacio.
Más allá del ACTA o de SOPA
El detonante que más
hizo pensar en el universo cyberpunk, fue un atleta decidió rentar su
hombro para hacer publicidad salvaje a una marca que no había pagado
derechos al CIO, a través de un tatuaje. Este corredor subastó su propio
brazo en eBay (página de subasta en línea), y se vendió a una agencia
de publicidad por 11 mil dólares. Se trata de la sumisión de un
individuo a una corporación que se hace, como en las novelas cyberpunk,
gracias a modificaciones corporales que inscriben ese vasallaje en la
carne.
Estas
desviaciones son extremadamente graves y dibujan, sin duda, los
contornos de un futuro negro para nuestras sociedades. Durante la lucha
contra ACTA, SOPA o PIPA (leyes internacionales y estadounidenses que
buscaban restringir las libertades de los usuarios en Internet), uno de
los puntos que recibió más críticas por parte de los colectivos de lucha
en defensa de las libertades fue justo el hecho de que estos textos
transferían a operadores privados (proveedores internet o titulares de
derechos) poderes policiales para aplicar derechos de propiedad
intelectual.
Lo que
obtuvo el CIO del gobierno británico supera mucho todo lo que estaba en
el ACTA o SOPA en términos de delegación de potencia pública. Cuesta
trabajo creerlo, pero un artículo del 29 de junio publicado en TheGuardian afirma
que el Ministro de Defensa inglés planeaba, a petición de las
autoridades olímpicas, instalar baterías de misiles sobre los techos de
edificios habitacionales para proteger los sitios olímpicos de
eventuales ataques terroristas. ¿Qué hay más cyberpunk que esto?
“Una dictadura o un país ultraliberal”
En un artículo publicado en la página web de Le Monde
el 27 de julio, Patrick de Clastre, historiador especializado en los
Juegos Olímpicos, afirma que el nivel de control nunca ha sido tan
fuerte como lo fue para los Juegos de Londres, donde huno mucho más
control que para los Juegos de Pekin, en 2008. Añade que para imponer
este tipo de reglas, el CIO necesitó “una dictadura o un país ultraliberal”. Esta frase es terrible.
Imaginemos
un minuto que un partido político, por ejemplo, tenga la posibilidad de
controlar a los medios de comunicación, establecer una censura,
levantar un ejército privado, cerrar comercios, imponer a la población
reglas acerca de la comida y de la indumentaria, etcétera. ¿No
gritaríamos al fascismo con justa razón? ¿El nivel de censura y de
control experimentado en Londres fue tan diferente del que pesaba sobre
las poblaciones árabes antes de sus revoluciones?
¿Tenemos
que diferenciar el uno del otro porque se trata de firmas y marcas y no
de un partido? En este sentido, veo un paralelismo entre los Juegos de
Londres de 2012 y los funestos juegos de Berlín de 1936. Dirán tal vez
que gano un punto Godwin (puntos que se atribuyen por referencias no
pertinentes al nazismo), pero en términos de vulneración de las
libertades públicas, ¿estamos tan alejados de lo que pasó en Alemania
entre las dos guerras mundiales?
El 24
de julio, Jérémie Nestel, del colectivo “Libre accès” escribió un
artículo muy fuerte intitulado “La desaparición de los bienes comunes
cognitivos anuncia una sociedad totalitaria”. Estaba de acuerdo con su
argumento, aun cuando el uso del término “totalitario” me pareció
discutible, pero los párrafos siguientes suenan como un eco directo a
las desviaciones jurídicas de los Juegos Olímpicos:
“La
voluntad de las multinacionales de privatizar a los bienes comunes
cognitivos es una vulneración de la esfera pública. La esfera pública,
hasta ahora designada como un espacio abierto accesible a todos, dentro
del cual podemos circular libremente, puede extenderse a los espacios
cognitivos. [...]
Impedir
la transformación de una obra, y crear artificialmente una frontera
dentro de ‘los espacios comunes del conocimiento’ es un acto propio a
una sociedad totalitaria”.
Las
reglas establecidas por el CIO para proteger sus derechos de propiedad
intelectual perjudican gravemente a la esfera pública y desembocan en la
destrucción de bienes comunes esenciales. Hannah Arendt explica muy
bien que el totalitarismo opera a través de la destrucción de la
diferenciación entre esfera pública y esfera privada. En el caso de los
fascismos de entreguerras o del estalinismo, es la esfera pública que
desbordó y tragó a la esfera privada hasta devorarla por completo.
Las
derivas de la propiedad intelectual que constatemos durante estos Juegos
Olímpicos funcionan en sentido contrario. Esta vez es la esfera privada
quien sumerge el espacio público y lo destruye para someterlo a su
lógica exclusiva. El efecto desastroso sobre las libertades individuales
es sensiblemente idéntico, y es justo este proceso de corrupción el que
habían anticipado los autores del cyberpunk con sus corporaciones
soberanas, con la diferencia de que no habían imaginado que sería la
propiedad intelectual quien sería la causa del advenimiento de esta
pesadilla.
http://desinformemonos.org
http://desinformemonos.org/2012/08/jo-2012/
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