En mi entrega anterior (
Debemos al periodista Jenaro Villamil y a su libro Si yo fuera presidente, el reality show de Peña-Nieto
(2009), la principal fuente sobre ese primer proceso, y a E. Toledo la
reseña de ese libro incluyendo datos claves y sus significados (El enigma electoral, La Jornada, 10/4/12) comparé los resultados de siete encuestas levantadas por empresas con los de 11 sondeos de grupos sociales, instituciones, académicos y medios, casi todos por medio de Internet. En las primeras resultaba ganador Enrique Peña Nieto (EPN), con bastante ventaja sobre Josefina Vázquez Mota (JVM) y Andrés Manuel López Obrador (AMLO). En los segundos siempre quedaba AMLO en primer sitio, a veces con ventajas desproporcionadas. ¿Cuál es la explicación a esta aparente contradicción? Para entender esto es necesario sumergirnos en dos procesos políticos y de comunicación que han ocurrido en los últimos seis o siete años. Uno realizado a distancia, de forma aérea, a través de las ondas televisivas y radiofónicas, y usando fundamentalmente sonido e imagen. El otro, desarrollado sobre el terreno, cara a cara, y teniendo como medio la información y el diálogo. Ambos tienen un rasgo común: sus prácticas se realizan por fuera de los partidos, no obstante que éstos inciden de alguna forma en cada proceso. Y ambos se ven hoy expresados en esos dos conjuntos de muestras electorales. Se trata, de un lado, de la fabricación de un candidato realizado a fuego lento por Televisa y seguidores y, por el otro, de la creación, crecimiento y multiplicación de un movimiento social y de comunicación: Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Este movimiento tiene como tarea principal convencer a millones de ciudadanos, vigilar las casillas y realizar actos, reuniones, festivales. Para ello cuenta con unos 4 millones de
protagonistasorganizados en 65 mil comités seccionales y un periódico mensual, Regeneración, con un tiraje de 10 millones.
El despeñamiento). Lo que Villamil revela es el largo y cuidadoso lanzamiento de una
estrella política, logrado mediante un
plan de trabajoentre Televisa y EPN. En 2005 el candidato se gastó en comunicación y manejo de imagen 742 millones, de los cuales 691 millones fueron de publicidad con Televisa y sus empresas subsidiarias. Esa cifra creció a 800 millones en 2008 y a mil millones en 2009.
En seis años, el candidato ideal fue confeccionado y fabricado. La construcción incluyó una nueva esposa, conocida y famosa, un curso intensivo de manejo de imagen con la empresa Cepol, asesoría en comunicación política a cargo de Tv Promo, y un guardarropa comprado en The House of Bijan, en Beverly Hills, California, la tienda más cara del mundo (ver mi artículo “El PRI se va de shopping”, La Jornada, 30/6/11). Hoy, el
muñeco de pastelconvertido en candidato tiene que ser cuidado, resguardado, protegido de todo aquello que amenace su perfección ficticia, incluidos ademanes, modos, gestos, poses, vestuario, gel y maquillajes. La mayor parte de los mexicanos, la televisión está ya en algún lugar de 70 por ciento de los hogares, han sido bombardeados por miles de imágenes de un EPN apuesto, triunfador e imbatible, un anestésico reforzado por la abrumadora opinión de periódicos, revistas y noticiarios de radio.
Como mostró en escasos cinco minutos un video aparentemente censurado, tras ser visto por millones de personas, Pepe el Toro, el rey de los proles, pudo vencer a un frívolo Peña Nieto. Y esta figura popular de Pedro Infante rescatada de la época de oro del cine mexicano cobra sentido en el movimiento ciudadano impulsado por López-Obrador. La
madre de todas las batallasserá entonces, ya es, la de lograr que los mexicanos anestesiados despierten del efecto Televisa. Y esto se logrará sólo mediante el trabajo, cara a cara, el diálogo y la difusión de información veraz. En los dos meses que quedan por delante, el trabajo de los miembros de Morena, sobre el terreno y con los ciudadanos menos informados, será crucial.
Twitter: @victormtoledo
Vìa:
http://www.jornada.unam.mx/2012/04/25/opinion/024a1pol
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