Cultura: EL FIN DE LOS CODICIOSOS ¿Conoces la historia del Copyright?..radialistas
Dice al sabio refrán que “la avaricia rompe el saco”. ¡Y la verdad
es que hay mucho avaricioso suelto con el saco a punto de romperse!
Algunos de ellos andan queriéndose llenar los bolsillos a costa de los
artistas y del conocido “copyright”. Argumentan que este “derecho de
copia” nació para proteger a las “obras intelectuales” y a sus
creadores. Pero nada más lejos de la realidad.
Resulta que el “copyright” nació para frenar a un grupito de codiciosos
que querían quedarse con todas las ganancias conseguidas en el “mercado
cultural”, y que no eran precisamente los artistas.
Antes de que Gutenberg copiara y mejorara un invento asiático, como lo
eran casi todos en aquel tiempo, y construyera la primera imprenta de
tipos móviles, las historias corrían de boca en boca y no había
necesidad de protegerlas. Sólo algunos monjes copiaban a mano los libros
que quedaban en los estantes de los monasterios o en las casas de
algunos aristócratas.
Con la invención de la imprenta, allá por 1440, fue más fácil copiar
libros y algunos empresarios vieron un posible negocio en este nuevo
artefacto.
Como tener un taller de impresión era bastante caro, los editores que
instalaban uno le compraban al artista su obra por unas cuantas monedas y
ellos tenían el derecho a copiarla durante un determinado tiempo. Es
decir, tenían el exclusivo derecho de publicar la obra antes de que
otros editores lo hicieran.
Estos “privilegios de imprenta” los otorgaban los gobiernos europeos y
les servía también para controlar y censurar los libros que no les
gustaban.
Ya en el siglo 17, doscientos años después de la invención de la
imprenta, estos editores e imprenteros se habían agrupado en poderosas
organizaciones como la Stationers Company de Inglaterra.
Estas mafias controlaban la publicación de libros. Les compraban los
derechos de sus obras a los escritores por unos centavos y se quedaban
con el privilegio de impresión de por vida sin que nadie más, incluso el
propio autor, pudiera sacar otra edición impresa. Incluso aunque los
editores que compraron los derechos no quisieran ya imprimir más copias
de ese libro.
Para poner freno a esta loca injusticia en 1710, los legisladores
británicos aprobaron el Estatuto de la Reina Ana que acaba con estos
privilegios perpetuo de los imprenteros.
Esta nueva ley disponía que los libreros podrían comprar a los artistas
los derechos de sus obras para poder imprimir ese libro con
exclusividad, pero sólo por 14 años. Si al terminar esos 14 años el
escritor seguía vivo se podía renovar por 14 años más.
Después, y aquí viene lo interesante, el libro pasaba a ser de dominio
público, es decir, cualquier otro imprentero podía publicar ediciones
sin tener que pagar derechos. En Estados Unidos las primeras leyes de
copyright aparecieron también con estos mismos plazos.
Estatuto de Ann
“Teniendo en cuenta que, impresores, libreros y otras personas, en
los últimos tiempos se han arrogado la libertad de impresión, de
reimpresión y publicación, o han hecho que se impriman, reimpriman, y
publiquen libros y otros escritos, sin el consentimiento de los autores o
propietarios de tales libros y escritos, en perjuicio de estos y, a
menudo, llevándolos a la ruina propia y de sus familias: Por lo tanto,
para prevenir estas prácticas en el futuro, y para el fomento de los
hombres a componer y escribir libros útiles; con la venia de su
Majestad, promúlguese este estatuto.”
Con estas leyes se pretendía beneficiar a todo el mundo. Por un lado al
artista, para que recibiera una justa recompensa por su trabajo y
pudiera vivir de él. Por otro se protegía la inversión de un impresor
que podía vender en exclusividad por un máximo de 28 años una obra para
recuperar el dinero invertido. Y también se permitía después de unos
años el acceso libre y abierto de esta obra para que llegara a más
ciudadanos ya que otro editores podían imprimir el libro, en ediciones
más baratas y accesibles. Era un acuerdo justo en el que se pretendía
que todas las partes ganaran.
Pero los codiciosos empresarios, que no eran los creadores de las
obras, sino sólo los intermediarios, querían seguir lucrando como
siempre sin repartir las ganancias. Y pasaron a la acción.
Comenzaron a convencer políticos para que los plazos se fueran
extendiendo de 28 años a casi 100. Los editores volvieron a tener los
derechos casi perpetuos de las obras que les habían sido de nuevo
usurpadas a los creadores.
En la actualidad, si una Editorial tiene los derechos de autor de una
obra, en la mayoría de los países transcurren más de 70 años hasta que
pasen a dominio público. Volver a editra muchos de esos libros ya no es
rentable y no se encuentran en las librerías. O los editan en un país
pero no se consiguen en el resto. Les da igual. Las codicia los ciega.
La Stationers Company de hoy día son las grandes editoriales de libros,
las disqueras agrupadas en la RIAA o las empresas del cine de la MPAA.
En aquellos primeros años, los imprenteros eran los que arruinaban a los
artistas, no los lectores. Lo mismo sucede hoy.
Estas grandes corporaciones pervirtieron las leyes de copyright donde
se pretendía beneficiar a todo el mundo para seguir ganando sólo ellos.
Pero estas avariciosas empresas no esperaban que en este siglo
apareciera otro Estatuto de Ana que se llamó Internet.
Internet, tal como lo hiciera el copyright en 1710, cuestiona el actual
modelo de derechos de autor. La Red elimina la necesidad de tener un
intermediario para publicar y vender un libro ya que además no hace
falta imprimir en papel o grabar en CD. Todo puede circular libre y
digitalmente por la Web. Muchos autores, cantantes o cineastas ya se
están saltando el circuito tradicional para llegar a su público de forma
directa. ¡Está de moda el Copyleft!
Este 26 de abril, cuando se celebra el día de la Propiedad Intelectual,
es un buen momento para recordarles a estos avariciosos que se les está
rompiendo el saco.
BIBLIOGRAFÍA
DELIA, Lipszyc. Derecho
de autor y derechos conexos. Publicado conjuntamente por la UNESCO y El
Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe
(CERLALC).
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