Cientos
de personas, entre ellos familiares de detenidos desaparecidos,
víctimas, estudiantes, trabajadores y organizaciones sociales, se
congregaron afuera del Club Providencia. Lugar donde se rendía homenaje a
un ex brigadier de la Dina (Dirección de Inteligencia Nacional) que
torturó a cientos de personas durante la dictadura.
Esa
tranquila manifestación donde se proclamaban gritos como: “¡Si no hay
justicia, hay funa”, terminó en un enfrentamiento entre Carabineros y
grupos de personas –unas con cara descubierta y otros tapados hasta los
ojos-, quienes, sin provocar desmanes, terminaron siendo perseguidos y
mojados por el agua del guanaco e intoxicadas por el gas lacrimógeno.
La
convocatoria a la funa era a las 7 de la tarde, hora en la que ya se
habían reunido centenares de personas que recibieron con insultos,
patadas y huevos a los asistentes de este acto, donde se celebraba la 4º
edición del libro “Miguel Krassnoff: Prisionero por servir a Chile”. El
homenaje fue convocado por el alcalde de Providencia, Cristian Labbé
(UDI, Unión Demócrata Independiente), otro ex Dina, quien hizo parte de
la seguridad personal de Augusto Pinochet y quien ha sido reconocido
como entrenador del homenajeado en técnicas de tortura y también ha sido
señalado como torturador.
El frontis
del Club Providencia, además de estar rodeado de manifestantes, se
mantuvo lleno de policías, micros de carabineros, carros lanza agua y
lanza gases. Mientras con pancartas y manos con pintura roja
–representando sangre- civiles reclamaban el desvergonzado homenaje,
Carabineros comenzó a separarlos con el ‘Guanaco’ –carro lanza aguas- y
el ‘Zorrillo’ –carro lanza gases-.
En
la calle Pocuro se vivió una exaltada jornada por la rabia de la gente
versus la violencia de la policía. En la calle, uno de los actos que
marcó la jornada fue cuando un integrante de Fuerzas Especiales lanzó
una bomba lacrimógena -con una pistola- a quema ropa a una mujer. En
tanto, en el frontis del edificio, otro policía le dio un empujón por la
espalda a uno de los manifestantes que no hacía más que levantar una
fotografía de una de las víctimas de Krassnoff. Ambos sucesos exaltaron
aún más a los manifestantes.
Cada
minuto que transcurría se ponía más tensa la situación, se intentaron
hacer barricadas, a la vez que piedrazos iban y venían. Una mujer
identificada como Ximena Shultle Morales recibió un golpe en la cabeza
que la dejó sangrando en el suelo. Recostada en la esquina de República
de Cuba con Pocuro fue asistida por los manifestantes, pero un Zorrillo
se posó a menos de cinco metros de ella y lanzó gas lacrimógeno. Una vez
que se disolvió el picante químico, los “inútiles subversivos” -como
dijera Carlos Larraín- llevaron a la mujer al interior de un restaurant
mientras llegaba la ambulancia.
“Los
familiares, víctimas, testigos, sobrevivientes y gente sensible con el
tema vinimos a manifestarnos, porque esto es homenajear a un
delincuente”, manifestó Laura Atencio, hija de Vicente Atencio Cortés,
presidente de la Central Única de Trabajadores (Cut) de Arica, regidor,
alcalde y diputado por el partido comunista en la Provincia de Tarapacá y
desaparecido desde el 11 de agosto de 1976. Atencio declaró que se
encontraba “tranquilamente” gritando consignas cuando Carabineros empezó
a tirar agua. “Nosotros tratamos de parlamentar, pero han venido cada
vez más -efectivos de- Fuerzas Especiales. Estas calles no son sólo de
los que están celebrando el asesinato de los nuestros”, criticó.
Joseph
Gallardo, perteneciente a la Comunidad Judía en Chile informó que
durante la Dictadura hubo más de 15 detenidos judíos que murieron bajo
la tortura. Entre ellos Diana Aron, egresada de periodismo en la
Universidad Católica y militante del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) quien fue detenida el 18 de noviembre de 1974, con
siete meses de embarazo. “La actividad es como rendir honor a un nazi.
Hoy nos manifestamos como judíos en Chile contra el sistema dictatorial
de Pinochet y las torturas que realizó a judíos y otras etnias”, comentó
Gallardo.
En tanto, el cuestionado
edil Labbé declaró no sentirse arrepentido por la convocatoria a este
acto, y calificó la “funa” como una muestra de un estado de
“intolerancia en el que no se respetan los mínimos derechos de libre
expresión y reunión”. Mientras la policía reprimía a los manifestantes,
una joven con la fotografía de una de las víctimas de Krassnoff y una
nariz de payaso en su rostro se preguntaba lo mismo ¿Dónde quedó la
libertad de expresión en Chile?
Según
el ex Dina estuvo monitoreando lo ocurrido en las afueras del Club
Providencia y avaló el accionar de Carabineros porque tuvieron una
actitud “prudente que fue de menos a más”. Por los enfrentamientos y
reclamos, Labbé piensa que “no puede ser que una minoría tenga de
rodillas a una mayoría”.
Las
reiteradas declaraciones de este alcalde con pasado militar suman y
siguen. Hace un par de meses atrás anunció cerrar matrículas por las
tomas de los liceos y cancelar los cupos para los estudiantes que fueran
de otras comunas.
Frente a esto,
Carlota García, vecina de Providencia y amiga de Ana maría Arenas,
-detenida el 10 de diciembre de 1974- una de las torturada por
Krassnoff, hizo un llamado a los pobladores a no votar por Labbé quien,
según afirmó, “también fue un torturador”.
Durante
el acti fueron detenidos el documentalista Rodrigo Casanova y el
periodista de la radio ADN Esteban Sánchez, “arrestados momentos antes
por defender su derecho constitucional a estar en la vía pública”,
declara en una crónica otro periodista presente en la funa.
–
FALTÓ INTERNVENCIÓN DEL GOBIERNO
Para Cristián Cuevas, presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC)
existe responsabilidad política por parte del Gobierno. “El ministro
del Interior –Rodrigo Hinzpeter- y el Presidente de la República
–Sebastián Piñera- debieron impedir este acto de provocación por parte
de Labbé. En un país democrático en donde se respetan los derechos
humanos universales esto es inaceptable”.
En
países como Alemania, Francia y España, existen leyes de “memoria
histórica” que avalan la presencia de símbolos que recuerdan las
victimas de dictaduras y guerras, pero a la vez rechazan este tipo de
actividades. En España, en el artículo 15 de esta ley se prohíbe las
menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva de la
“sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la
dictadura”.
Cuevas estimó que el
Presidente no tiene el “coraje, ni la decencia, ni la dignidad para
impedir, a través del propio Ministerio del Interior y las autoridades
políticas, ese acto donde se homenajea a un genocida”.
Durante
la semana, el Presidente sólo se refirió vía twitter al asunto y
expresó que condena los actos de violaciones humanas. Sin embargo, no
realizó ninguna acción para evitar el controversial homenaje.
–
MIGUEL KRASNOFF, UNO DE LOS PECES GORDOS DE LA TORTURA
El
brigadier de la Dina, apodado el “Cosaco” o “Marchenko” (por su segundo
apellido), cumple una condena por 144 años en Punta de Peuco por 24
causas contra los derechos humanos en el periodo de dictadura militar.
Sus víctimas fueron torturadas en los centros de detención de Londres 38, Villa Grimaldi, José Domingo Cañas y Simón Bolívar.
La
mayoría de sus condenas son por secuestros a militantes del MIR, y una
es por el asesinato de Lumi Videla Moya, quien fue detenida el 21 de
septiembre de 1974 junto a su marido Sergio Pérez Molina –ambos MIR-. Su
cadáver fue encontrado en la embajada de Italia, el 4 de noviembre del
mismo año. El cuerpo de su esposo nunca apareció.
Entre
sus víctimas del organismo de izquierda está el líder Miguel Enríquez,
quien murió de un disparo en la cabeza. Este asesinato le valió a
Krassnoff, nada más y nada menos que una medalla al mérito.
A
través de las redes sociales, sobrevivientes se inscribieron en una
lista titulada “A mí me torturó Krassnoff”, entre los nombres destacan:
Gabriel Salazar Vergara, Premio Nacional de Historia; Patricio Bustos
Streeter, director del Servicio Médico Legal; Marcia Scantlebury
Elizalde, integrante del directorio de TVN, y la ex Presidenta de la
República, Michelle Bachelet.
A paser
de la evidencia hay quienes defienden al “Cosaco” –por algo el
homenaje-. Entre ellos está Alfonso Márquez de la Plata, ex ministro de
Pinochet, director general de la editorial Maye –la cual ha impreso el
libro de Krassnoff, entre otras lecturas pro gobierno militar- dijo que
el ex brigadier está “injustamente castigado, esta cosa debe revisarse,
debe verse y por eso estamos haciendo esto”.
–
EL PEQUEÑO BALANCE DE LA FUNA
Márquez
de la Plata agregó que la “funa” no es más que un malestar para Labbé
porque cuando se estrenó el libro no pasó nada. “Me parece que todo esto
es una cosa por traerle problemas al edil, porque hace cuatro años
atrás, cuando se lanzó el libro, fue en un local de la municipalidad de
Providencia, e invitaba el alcalde Labbé”, indicó.
En el blog de Miguel Krassnoff, se
publicó que los administradores “celebran” el “rotundo éxito” del
homenaje al “héroe”. Además, tildaron de “fracasado” el intento de los
“marxistas” por impedir el acto.
Sin
embargo, cerca de las 10 de la noche una sensación de una estudiante era
otra. La joven gritaba ganamos. Extrañado, su acompañante le preguntaba
por qué, y ella respondió que en Providencia nunca ha ocurrido algo de
tal envergadura y que consiguieron “funar” a los asistentes por la
“embarrada” que quedó en la calle.
Si
bien el acto se realizó, los manifestantes consiguieron “aunar” la
celebración y marcar un precedente: La gente está cansada de atropellos
como este.
Texto y fotos 1 y 4 Estefani Carrasco
Foto 3 Informativo sólo marchas
El Ciudadano
“Pinochet debió matar más weones”
Un
suboficial de Carabineros, del radiopatrula 4277, dio una bofetada a un
manifestante de la funa a Miguel Krassnoff y su banda, que abrió la
puerta trasera del abollado, apedreado y ya cacharriento vehículo. Como
es habitual, el suboficial de Fuerzas Especiales no portaba la
identificación obligatoria: “mejor así”, dijo. Y luego agregó: “Pinochet
debió matar más weones”, tras lo cual se subió al vehículo y se alejó.
De esta opinión fue informado el teniente Díaz Castañeda, comandante del
grupo policial que protegía a los represores Krassnoff arrinconados en
el Club Providencia, quien dijo que tomaba nota.
¿Qué
haría Díaz Castañeda después de esto? Misterio. Nada, posiblemente,
porque él mismo debe pensar como su subalterno. Es el mismo oficial que
recibió la orden de despejar el área para permitir la salida sin
problema de los asustados ex militares y admiradores de la dictadura que
intentaban salir agazapados en la sombra, por la parte trasera del
lugar donde celebraron a uno de los mayores violadores de derechos
humanos de la historia de Chile. Informado de la Constitución, Díaz dijo
que el Código Penal lo autorizaba a sacar de la calle a quien le diera
la gana.
¿Por qué abrió la puerta de
la patrulla aquél manifestante? Porque pensaba que en su interior se
encontraban el documentalista Rodrigo Casanova y el periodista de la
radio ADN Esteban Sánchez, arrestados momentos antes por defender su
derecho constitucional a estar en la vía pública, derecho que el
teniente Díaz considera sometido al arbitrio de Carabineros. A Sánchez
le dieron un puñetazo en el rostro, y una pateadura en el suelo, según
informó Casanova desde el bus donde estaba preso.
Y
agazapados entre las piernas de los carabineros salieron los mismos ex
militares que habían entrado al club -los que llegaron temprano- en un
ambiente parecido a los casinos de oficiales (los que llegaron a la hora
justa tuvieron que aguantar los huevos, escupitajos y hasta golpes de
los manifestantes). En la noche, algunos debieron marcharse en las
patrullas policiales, con la mirada fija en el piso, tan distante del
aire triunfal de la entrada, y de la actitud desafiante que mostraban
sólo momentos antes, detrás de una hilera de Fuerzas Especiales y una
reja, desde donde mandaban a la mierda a los jóvenes que les gritaban
desde la calle.
Esa acartonada
elegancia de los ex oficiales y sus esposas los identifica tanto como un
uniforme. Anticuados, perfumados, llenos de joyas, enriquecidos, uno se
los imagina fácilmente en el zenit del poder pinochetista. Se saludan
afables, algunos se cuadran ante el “superior”, y van entrando al local
mientras en la puerta una señora del mismo tipo -peinado inflado, mucha
laca, mucho oro y aquella grosería inocultable que la lleva a golpear la
cámara de un fotógrafo y proferir insultos soeces en voz baja.
No
cabe duda: Todos ellos pensaban que a la chusma insolente que los
funaba había que responder con metralla. Lo mismo que pensaba el
suboficial no identificado de la patrulla 4277. Y el propio Alfonso
Márquez de la Plata, organizador del acto y dueño de la editorial que
publica libros de defensa de la represión, para quien Miguel Krassnoff
está injustamente condenado a 144 años de cárcel, no porque no haya
cometido los crímenes, sino porque estaba bien que los cometiera.
De
la Plata consideró que la funa era antidemocrática, que las víctimas de
Krassnoff deberían conformarse con “mandar una carta” para manifestar
su desacuerdo. Es una versión de las “varias miradas” a los asesinatos,
torturas y desapariciones.
Mientras
se agrupaba la gente de la funa, un teniente coronel hablaba
constantemente por la radio. De pronto ordenó “dispersar con agua”. Así
no más, porque nadie había tirado una piedra, pero sí algunos huevos y
serpentina. Allí apareció el guanaco –carro lanza aguas-, rompiendo
jardines y árboles, mojando a los cerca de dos mil manifestantes.
Pronto, como era obvio, la situación se radicalizó, y al agua siguieron
los zorrillos, y a los zorrillos –carros lanza gases- los golpes y
patadas.
Así, la civilizada avenida
Pocuro conoció por fin una (mini) barricada. Sus habitantes, tal vez por
vez primera, experimentaron el río de mocos que producen los químicos
mezclados en el agua del guanaco, y las nauseas e irritaciones casi
inaguantables de los gases lacrimógenos. Desde sus ventanas veían con
horror cómo zorrillos y guanacos destruían las flores del paseo, y cómo
la gente manifestante se defendía con lo que tenía a mano. Una que otra
señora gritaba desde la ventana. Una mujer atrapada en su 4×4 temblaba
de miedo, irrefrenablemente, llorando al borde de la histeria: “¡Tengo
que ir a buscar a los niños!”
Tempranamente,
un orgulloso grupo pinochetista hizo su entrada con pancartas e
insignias. Unas diez personas, la mayoría mujeres. Radicalmente
diferentes de los acartonados que se saludaban tiesos en la puerta.
Estos eran más bien bajitos y de rostros aindiados, las mujeres buenas
para el garabato. Pese a su entusiasmo, no pudieron entrar: El acto no
era para picantes, obviamente, y debieron conformarse con insultar desde
la puerta a los “marxistas” que se burlaban de ellas. Tuvieron que
retirarse calladamente, porque tampoco contaron con la cariñosa
protección de la Fuerzas Especiales, que tampoco son “para cuidar
rotos”.
De cualquier modo, estas
mujeres y hombres de pueblo, igual que los perfumados ex oficiales,
consideran que hubo en Chile una “guerra civil” en que el país se salvó
del comunismo y consiguió ser el país moderno y agradable de hoy. O sea,
bien muertos están. Los desaparecidos, dijeron a coro, están todos en
Canadá. ¿Y los estudiantes? Bueno, a ellos por ahora les perdonan la
vida, pero debieran estar presos por romper semáforos.
El Ciudadano
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