Una investigación internacional comenzada en 2009 permitió a la
policía española desmantelar una célula mafiosa que transportaba cocaína
desde Sudamérica y la introducía a Europa. El jefe de esa red de
traficantes, ya aprehendido, era un tapatío que vivía en Madrid dándose
vida de sultán y a quien sus socios temían... tanto, que incluso habían
contratado a un mercenario ruso para que se encargara del “problema”.
Nicolás Rivera Gámez, mexicano de 50
años, tenía un tren de vida impresionante: cinco mansiones en España
–por una de las cuales pagaba un alquiler de 12 mil euros mensuales–,
otra en Londres y una más en Argentina, y se desplazaba en sus últimos
modelos Rolls Royce Phantom, Aston Martin, Porsche Panamera, Maserati o
Bentley, entre los 10 autos de lujo a su disposición.
Igual de extraordinaria era su colección de relojes dominada por el
oro y los diamantes. Sus gastos mensuales no bajaban de 60 mil euros.
Solo o con su familia, este hombre originario de Guadalajara solía
viajar al Reino Unido, Alemania, Suiza, Mónaco, Argentina o México.
Vivía como potentado pero pocos sabían cuál era su verdadera actividad
empresarial.
Al menos hasta el 3 de septiembre de 2010, cuando fue detenido por la
Brigada 42 de la Unidad de Droga y Crimen Organizado de la Policía
Nacional como resultado de una investigación internacional por
narcotráfico que se inició en julio de 2009, que aquí fue denominada
Operación Guadaña, y en Argentina, Manzanas Blancas.
Ese día Rivera Gámez estaba en su mansión en La Finca, una
urbanización en Pozuelo de Alarcón (en las afueras de esta capital),
promovida como la más lujosa de España, y por cuya exclusividad y
extremas medidas de seguridad ha sido elegida para vivir en ella por los
dueños de algunas multinacionales, por futbolistas como Cristiano
Ronaldo, Raúl o Zinedine Zidane, por el entrenador del Real Madrid, José
Mouriño, o cantantes como Alejandro Sanz.
En ese momento, tras haber llegado de Cancún, preparaba un viaje a
Mónaco para el cual dispuso que uno de sus colaboradores llevara por
carretera, de Madrid al principado, su Rolls Royce Phantom para tener en
qué pasear y después llevar a sus hijas a un internado en Suiza.
Su nombre surgió en la investigación de la policía muchos meses
después de iniciadas las pesquisas en torno de un complejo entramado de
organizaciones –una colombiana y otra española– que participaban en el
“envío transoceánico de importantes cargamentos de estupefacientes desde
Argentina con destino a España”, según se desprende del expediente
judicial afincado en la Audiencia Nacional, al que este semanario tuvo
acceso.
“Máximo representante”
A Rivera lo ubicaron por algunas comunicaciones telefónicas y en
reuniones específicas con sus socios. En una de ellas, en mayo de 2010
en una cafetería de Vigo, Galicia, su interlocutor, cometió el error de
tirar una servilleta en la que había escrito datos clave sobre los
preparativos para el envío de un cargamento de droga desde Argentina,
que sirvió luego de prueba a la policía.
Con el avance de las pesquisas y el intercambio de información con
agencias antidrogas del Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Polonia y
Argentina, la policía española calibró el papel jerárquico que este
mexicano tenía en la operación mafiosa. “Máximo representante de la
organización suministradora”, de origen colombiano y mexicano, dicen.
Por ejemplo el 15 de septiembre de 2010, al pedir autorización
judicial para catear algunas de sus mansiones, la policía describe: “La
importancia de este individuo dentro de la organización ha quedado
evidenciada a través no sólo del control que él mismo aparentemente
tendría de todas las ramas de la organización, sino de igual modo a
través de la opulencia y ostentación que él mismo ha evidenciado”.
Para capturarlo la policía tuvo que desplegar una gran operación,
casi simultánea, que incluyó al menos 20 cateos e intervenciones para
detener a 65 miembros de la trama; de éstos, 10 habían caído previamente
en Argentina, mientras que en España (Madrid, Galicia, Alicante y
Barcelona) fueron capturados 20 por narcotráfico, 20 por blanqueo de
capitales y 15 más en una primera fase de la operación; 202 kilos de
cocaína les fueron asegurados en Barcelona.
También les decomisaron 5.5 millones de euros en efectivo, la mayoría
“envasados al vacío”; un número no determinado de empresas de
importación y exportación de frutas y de chatarra que servían como
“pantalla” para el tráfico de cocaína; 65 autos y motocicletas de gran
lujo y seis yates.
Por su papel jerárquico, Rivera era el máximo responsable de las casi
3.5 toneladas de cocaína que habían sido aseguradas el 16 y el 23 de
junio de 2010 en dos operaciones policiales en puertos de Argentina y
Brasil. Del voluminoso expediente se desprende que otros envíos de
cocaína de esta organización sí fueron colocados en Europa.
El mismo día del aseguramiento en Argentina de más de mil 700 kilos
de cocaína que venían camuflados en un cargamento de manzanas de la
exportadora Frutol, la policía española interceptó una llamada de Buenos
Aires a Vigo. El empresario gallego Valentín Temes Chao habló con su
primo David Temes Arnosi, ambos implicados en el entramado empresarial
“tapadera”, para advertirle:
“Escucha esto: se jodió todo aquí”, dice Valentín. “Se jodió,
¿cómo?”, cuestiona David. “El tarado este no sé qué hizo con unos
canadienses, no sé, le pillaron; un desastre”. “¿En cuál (teléfono)
estás?, te llamo yo”, dice David. “No tienes que llamar a ningún lado ni
me llames a ningún lado… estoy en locutorio (cabina telefónica)”, dice
Valentín. “Sí, pero ¿tan grave?”. “Sí, todo grave… por el chisme que hay
en el puerto, el escáner ese, y se lo jodieron... avisa al tío José”,
revira Valentín. “Vale, vale”, dice David. “Nada más… aparentemente eran
unos canadienses que vinieron a comprar fruta… pero bueno, a ver te
llamaré, ¿vale?”.
El 29 de junio pasado, seis días después del aseguramiento de casi
1.8 toneladas de droga en Brasil, que venía oculta en un envío legal de
manzanas, la policía española registró una llamada telefónica entre
Nicolás y David Temes:
“Tenemos que vernos urgente, que hubo un problemón”, le dice David.
“¿Sí? Pero ¿estás bien?”, responde el mexicano. “Yo sí pero hay gente
que no, tenemos que vernos”, insiste el gallego. “¿Cuándo nos vemos?
Dime tú, ¿ahorita o qué?”. “Si puedes venir mañana hasta aquí, se
agradece”, le dice atemorizado el empresario. “¿A qué hora quieres que
esté ahí?”. “Hacia la mañana, hacia las diez”, dice. “Pero qué,
¿tranquilo?”, pregunta el capo. “No, mal, mal, mal”, insiste nervioso el
empresario. “¿Sí?”. “Sí, muy mal, mañana a las diez te cuento, ¿vale?”.
“Sí, sí, sí, pero ¿no hay esperancita?”, dice Rivera. “No… una…”,
responde su interlocutor antes de terminar la llamada.
Una fuente judicial enterada del caso dice al reportero que el tono
del mexicano advierte la “frialdad” con que se expresa, pese a la
pérdida de la droga.
El recurso del miedo
Aunque tras la “caída” de las 3.5 toneladas de coca disminuyó el
flujo de comunicaciones intervenidas en España, las que logró captar la
policía –llamadas, mensajes de texto y correos electrónicos– muestran el
temor de los miembros de la organización a eventuales represalias de
Nicolás Rivera, quien incluso viajó a Vigo “para deslindar
responsabilidades”.
El oficio enviado por la policía al juez el 26 de julio señala que
“los diferentes investigados en la actualidad están manteniendo diversas
reuniones, todas ellas encaminadas a ultimar los detalles para realizar
una nueva “importación” de estupefaciente, así como depurar
responsabilidades y saldar las deudas que ha producido la aprehensión de
las diferentes partidas de estupefaciente y que han sido intervenidas
tanto en Brasil como en Argentina”.
Uno de ellos confiesa en un email que no acudió a una reunión “porque
cogí miedo con este señor”, en alusión a Rivera. Un miembro de la
célula gallega convoca a una reunión por medio de un mensaje de texto:
“Necesito verlos urgente. Caso niko”. “Tenemos que hablar que es serio”,
responde otro. “Tenemos al tipo ese aquí”, dice uno más. Otro, a su
vez, advierte que “los primos”, sin aclararse a quién se refiere,
“trabajaron doble con nic”, y el interlocutor responde: “Sí, pero
tenemos que hablar porque trabajaron amenazados…”
Oculto durante días por temor a represalias, David Temes recibe una
llamada amenazadora el 2 de julio de una persona que la policía sólo
identifica como un sudamericano, en la que le advierte que tienen que
hablar por el “asunto de unos patos”, en referencia a la droga (los
“tabiques” de la cocaína traían un anagrama del Pato Donald).
Esta presión ejercida por el mexicano, que la policía describe como
“un quebradero de cabeza” para el resto de los investigados, le permite
detectar que los gallegos incluso habían contratado a un delincuente
ruso, Alexander Synitsin, para que “conversara” con Nicolás Rivera con
la finalidad de detener la presión sobre ellos y sobre David Temes,
“dada la reputación con la que cuentan los sujetos de Europa del Este
dentro de las organizaciones de narcotráfico” para efectuar “‘cobros’,
presionar a rivales o en ajustes de cuentas”, aventuran los policías.
A la par, el socio más cercano del mexicano, el colombiano Héctor
Manuel Torres Silva, pese a externar ante sus superiores en Argentina
sus quejas contra Nicolás y su frustración por no poder presionarlo,
recibe la orden de los jefes de la organización de “ni presionarle ni
exigirle responsabilidades (a Nicolás), motivo por el cual la función de
Alexander finalmente no se habría concretado”, dice la policía.
Al ser presentado ante el juez cuarto de Vigo, Galicia, el 6 de
septiembre, Rivera Gámez mostró una cara diametralmente opuesta a la que
la policía había ido construyendo de su papel en la trama mafiosa.
Primero dijo ser “comerciante”, “vivir de sus rentas” y que su alto
nivel de vida se debía a que había “vendido un departamento en México”.
Cuidadoso en extremo en sus respuestas, el mexicano dijo al juez que
el dinero producto de esa venta lo había podido traer a España por medio
de “personas que se dedican a transportar dinero”; habló de sus viajes
“de placer” a Argentina, de unos al Reino Unido “para ir a ver a mis
hijas” que estaban en un internado y señaló que para entonces buscaba
otro “en Suiza”.
De la documentación personal que le fue incautada se desprende que
además de Guadalajara, vivió en San Pedro Garza García, Nuevo León.
Uno de los informes remitido por los investigadores al juzgado
advierte que “Argentina no es un país productor de cocaína, sino que
está siendo utilizado por los grandes clanes del narcotráfico colombiano
como punto de salida de su ‘mercancía’, tratando así, por alejamiento
de los puntos considerados habituales de exportación, de conseguir rutas
seguras para sus ilícitos negocios”.
Por esa razón refieren que el papel desempeñado por Rivera Gámez
sería “el de ‘oficina’ en España de los suministradores del
estupefaciente”, que por tanto “velaría” por los intereses de los
mismos.
Los investigadores añaden: “En relación a la nacionalidad mexicana de
este sujeto debe señalarse cómo en la actualidad los grandes clanes
mexicanos están copando el negocio del suministro de estupefacientes,
abarcando gran parte del dominio o control de las exportaciones que se
efectúan desde el centro y sur del Continente Americano, como
consecuencia de su gran potencial económico y la violencia con la que
defienden sus ‘negocios’”.
La misma fuente judicial consultada explicó al reportero que este
caso sería muestra del papel “protagónico” que están teniendo las
“alianzas” entre organizaciones colombianas y mexicanas en “el entramado
de las operaciones hacia Europa”.
Vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/90824
Me pone mal leer esto, yo naci en España, ahora estoy en buenos aires, Recoleta, pero siempre veo los acontecimientos de ahi.. espero que sigan bien
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