Dicen lo contrario. Eso aseguran los voceros -que cada día son más-
del oficialismo en todas sus variantes. Ellos, los defensores del
modelo K, como lo llaman, afirman que estos gobiernos borraron de la faz
de la Tierra a la matriz de precarización laboral que caracterizó el
tiempo de Menem, De La Rúa y Duhalde. Convencidos y ocupando cada vez
más medios de comunicación, confunden a mucha gente de buena fe.
Pero los años noventa siguen vivos como consecuencia de la política del kirchnerismo.
Y se ve en los pibes.
Como casi siempre en los últimos cuarenta años de historia argentina.
La repetición de la metáfora bíblica del triple 6, el número de la
bestia apocalíptica, aunque en este caso se trata de los factores de
poder que siempre castigan a los que por edad sienten la necesidad de
producir los cambios culturales y sociales en una comunidad.
Seis de cada diez desaparecidos eran menores de treinta años.
Seis de cada diez imputados de primeros delitos son menores de treinta años.
Seis de cada diez desocupados son menores de treinta años.
666, el número de la bestia.
No es una parábola forzada de un cronista de izquierda sino la
lógica que surge de los números oficiales de la CONADEP y el INDEC.
Ahora, en este tercer milenio, en la ciudad capital del primer
estado argentino, La Plata, sede del gobierno de la provincia de Buenos
Aires, siete de cada diez chicos entre quince y veinte años trabaja en
negro.
¿Dónde están los beneficios del modelo K para los pibes?
Quizás La Plata forma parte de una geografía ajena y lejana.
También dicen los números que la cuarta parte de las chicas y
chicos platenses están empleados en el sector gastronómico y el 19 por
ciento en kioscos o casas de ropa.
Empleos precarios porque no solamente no conocerán un recibo de
sueldo ni gozarán de los beneficios de una obra social o la protección
sindical, sino también porque no pueden planificar nada de sus vidas. La
palabra futuro les mete miedo, les mutila el presente.
De allí el verbo zafar que reemplaza a vivir. Pero en esa
metamorfosis de los verbos hay una derrota elocuente. Queda poco espacio
para los sueños, la realización de los ideales y la búsqueda de algo
más que empatarle al fin de mes.
Apuntan las crónicas que “son varios los jóvenes que buscan dar con
un puesto de oficinista y cumplir una jornada que termine a las cinco
de la tarde para luego tener la tarde libre. Pero la realidad de las
ofertas laborales dista mucho de los deseos de los novatos. El menú que
ofrece el mercado laboral, en la mayoría de los casos, necesita
dedicación exclusiva y full time. Sobre esto, autoridades, empresarios y
los propios jóvenes coinciden en que necesitan mayor capacitación. La
escuela no les da las herramientas básicas para poder emprender una
búsqueda exitosa. Ni siquiera alcanza con un test vocacional, que muchas
veces resulta una verdadera pérdida de tiempo. Además, con el deterioro
de las escuelas técnicas durante la década de los '90, los olvidados
oficios, hoy tan buscados, resultan cosa casi de la prehistoria.
Mientras sobran chicos que se ofrecen para empleados de comercios o de
bares, faltan de a montones torneros o electricistas”, sostienen los
medios de comunicación.
Más allá de los cantos de sirena del oficialismo, la matriz de los
años noventa, el permanente castigos sobre los pibes se repite no
solamente en La Plata, si no en la Argentina del siglo veintiuno.
Fuente de datos:
Diario El Día 27-03-11.
Fuente, vìa :
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=5319:los-castigados-de-siempre&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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