martes, 22 de marzo de 2011

Sociedad : Edad

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQJKZaltC7tJEPeKGwEEgrvFz0WeVjJ7NxW_5tXu6_6XbAKrO59Ad9U6uKGBnXQ8vBrfVe0KXLmNxE2TuUpm5bB3PQLzRjHq4nlEhRIcVcvoIJtnqLB5c7DgdyaNkOKOy24j4iuIhpALuV/s1600/7_22-tercera-edad.jpg
Pensaba el otro día que con la edad se me iban a acabar las preocupaciones de los hijos. Pensaba, casi ingenuamente, que apenas cumpliera mi hijo veinte y mi hija quince, y yo rayara los cincuenta, tan tan asunto concluido, pero luego de un rato de darle vuelo a la preocupación caí en la cuenta de que cuando los hijos crecen, los problemas también crecen, y seguramente estaré para entonces preocupado no porque se vayan a hacer pipí en los calzones sin avisar sino por si encontraron o no trabajo, y luego por si se casaron con un buen hombre o una buena mujer, y luego viene el asunto de los nietos, si nacerán completos, quiero decir con los dos ojos, las dos piernas, las dos manos, y si crecerán sanos, porque a quién no le gustaría asegurarse de que los nietos corran con la misma suerte de sus padres, si fue buena, o no la corran, si mala fue, y mientras todo esto pensaba me di cuenta otra vez que por pensar tanto me perdí la posibilidad de ver a esas mujeres hermosas que pasaron y escuchar a esos pájaros que cantaron, y que es así, pensando en el pasado o en el futuro, como se nos va en vida lo único real que tenemos en las manos: este día.
Fuente, vìa :

http://www.jornada.unam.mx/2011/03/20/sem-rogelio.html

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