He decidido interrumpir la serie de artículos sobre Venezuela que
había iniciado hace tres semanas. Me siento profundamente impactado con
las imágenes fotográficas y crónicas que he recibido sobre el desalojo
violento de varias comunidades en el Valle del Polochic, en el municipio
de Panzós, tristemente célebre desde la masacre que efectuó allí la
dictadura de Romeo Lucas García. En las fotos aparecen efectivos de la
policía y del ejército arrasando las comunidades de Miralvalle y Agua
Caliente. Humildes ranchos de caña de maíz y paja incendiándose,
igualmente derruidas aparecen viviendas de madera, lámina y plástico,
sembradíos de frijol y maíz emergen arrasados por tractores implacables y
sobre todo la indignante imagen de un hombre joven, pobremente vestido y
descalzo, tendido en el suelo con la cabeza ensangrentada. Fue
asesinado por las fuerzas de seguridad de un tiro en la cabeza. Se llamó
Antonio Bed Ac, campesino K’ekchí, y hoy figura entre los innumerables
muertos que ha ocasionado la voracidad capitalista legitimada ahora por
la democracia neoliberal.
Las imágenes dejan muy mal parado al
gobierno de la UNE y en particular al presidente Álvaro Colom. Son
imágenes que recuerdan a la política de tierra arrasada que las
dictaduras militares practicaron en los años setenta y ochenta del siglo
XX. Fotografías y crónicas evocan la masacre de Sansirisay en Jalapa en
mayo de 1973 y la de Panzós en mayo de 1978. Masacres pioneras de los
cientos que habrían de escenificarse en los primeros años de la década
siguiente. Masacres precursoras en las que estuvieron involucrados
personajes como Carlos Arana Osorio, Efraín Ríos Montt y Romeo Lucas
García. Todos ellos artífices de la política contrainsurgente de tierra
arrasada que colocó a Guatemala en el primer lugar de los genocidios
observados en la América contemporánea.
En aquellos terribles años
ochenta del siglo XX, la dictadura hizo las masacres en nombre de la
lucha contra el comunismo y por la defensa de la democracia. Hoy la
democracia en Guatemala hace tierra arrasada en defensa de la
acumulación capitalista desenfrenada. Hasta el momento describir estas
líneas, habían sido devastadas ocho de las 16 comunidades asentadas en
terrenos propiedad de la familia Widmann y el fracasado ingenio Chabil
Utzaj: Agua Caliente, Miralvalle, Quinich, Río Frío, 8 de agosto, El
Sauce, El Recuerdo, Bella Flor. Restaban San Pablo I y II, Paraná, San
Miguel Cotxja, Santa María Cotoxja, El Paraíso, Las Tinajas y El Rodeo.
Pese a un cuantioso préstamo otorgado a la familia Widmann por el BCIE
en tiempos en que su pariente político Oscar Berger era el presidente de
la república, al parecer fracasó en llevar adelante el referido
ingenio. Los terrenos fueron ocupados por una masa de campesinos
K’ekchís agobiados por la pobreza con lo cual afectaron tierras que
resultan valiosísimas en el marco de los megaproyectos y expansión
capitalista en toda la región. La violencia efectuada por el Estado el
15, 16 y 17 de marzo a través del gobierno del presidente Colom refleja
la miseria campesina por la ausencia de una reforma agraria en el país y
los procesos de despojo que en distintos lugares de Guatemala,
Centroamérica y América latina se están observando por la expansión de
las fronteras de inversión capitalista.
Lo que resulta revelador
es que un gobierno que se inscribe dentro de la nueva época de
democracia y gobiernos civiles, haya sido el instrumento del Estado en
una violencia que tiene fines espurios. Resulta revelador también que un
gobierno que se presenta a sí mismo como alternativa socialdemócrata y
solidaria ante la mano dura, sea artífice de un hecho tan deleznable
como el que ahora comentamos. Pero seamos justos, el gobierno de Colom
solamente expresa las limitaciones profundas que tiene una democracia
asentada en un modelo de capitalismo salvaje como el que ahora se vive
en el mundo. Durante su gobierno ha sucedido exactamente lo que sucedió
durante el gobierno de Oscar Berger: han sido amenazados, agredidos y
asesinados activistas sociales en contra de los megaproyectos,
activistas de derechos humanos y ambientalistas.
De nada sirve
presentarse como expresión de una cohesión social asentada en la
justicia social, si no se tiene la fuerza para enfrentarse a los
intereses empresariales que hoy mantienen realmente el poder.
Fuente, vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/tierra-arrasada-democracia-guatemala
http://www.kaosenlared.net/noticia/tierra-arrasada-democracia-guatemala
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