(apro).- Por los malolientes y tenebrosos caminos de algún barrio
marginal de Costa Rica, un mensaje secreto se propaga con rapidez: “La
abuela está cocinando”.
De pronto, bajo una aparente normalidad, la abuela termina con su “oficio doméstico”.
Pero la realidad es otra: encubiertas en una candorosa imagen de
humildad y sabiduría, supuestamente dedicadas a cuidar a nietos e hijos y
a tradicionales labores hogareñas –como bastiones de las familias–,
“narco-abuelas” y “narco-madres” costarricenses operan pequeños
“laboratorios” de droga en las cocinas de sus viviendas y dominan las
cadenas de negocios al menudeo de cocaína, mariguana y “crack”, en
barriadas urbanas y rurales de Costa Rica.
En una estructura regida por la lealtad familiar, una red de
proveedores, distribuidores, “mulas” o “burros”, “correos”, cobradores,
mensajeros, gerentes de sitio, vendedores, bodegueros, procesadores de
mercancías, “cocineras” y una larga lista de cómplices, responde a las
órdenes de las mujeres que, con mano dura, controlan una parte de las
transacciones de drogas al por menor en este país, con lo que ayudan a
propagar la adicción, principalmente entre jóvenes.
Un informe que el Ministerio de Seguridad Pública de Costa Rica entregó a Apro
muestra que de 400 organizaciones de narcotraficantes nacionales y
extranjeros desarticuladas por la Policía de Control de Drogas (PCD) de
mayo de 2006 a noviembre de 2010, 347 son locales, y de ellas 124 son
clanes familiares.
En una entrevista con Apro, el comisionado Juan José
Andrade, director de la Fuerza Pública (policía civil) de Costa Rica,
señaló que antes “la abuela y la madre eran los bastiones de los
hogares, pero hay un deterioro social y ahora encabezan ‘narco-clanes’.
Cuando el clan es desbaratado (por la policía) se captura a todos y
termina por desintegrarse la familia. Unas van a la cárcel de mujeres,
otros a la de menores y otros a la de mayores”, describió.
La cifra de “narco-familias” desarticuladas pasó de 94 a 124 de mayo a
noviembre de 2010, y de mayo de 2008 al mismo mes del año pasado se
incautaron más de 700 mil piedras de “crack”, según el informe.
En 542 operaciones de ataque al narcotráfico local y foráneo en 2010,
la PCD detuvo a 94 mujeres y 400 hombres y decomisó 31 mil 788 piedras o
dosis de “crack” de un peso promedio de 0.15 gramos cada una, más de
3.5 toneladas de cocaína, 266.7 kilos y casi dos millones de plantas de
mariguana, y 109.4 kilos de heroína, de acuerdo con los datos oficiales.
Según la PCD, la figura “narco-familia” surgió en los últimos años,
tras una práctica que fue impuesta por los narcotraficantes colombianos y
mexicanos en sus operaciones de contrabando de droga de Colombia a
México, vía Centroamérica: entregar pequeños paquetes de cocaína para
pagar combustible, transporte, bodega y otros servicios suministrados
por sus socios centroamericanos.
A fin de recuperar la inversión y obtener ganancias, los
centroamericanos crearon sus propias cadenas de tráfico interno para
vender la droga en el mercado local, y en ese escenario entran,
precisamente, las “narco-familias”, como lo dieron a conocer la PCD y el
estatal Instituto Contra las Drogas de Costa Rica.
En ese sistema emergen piezas clave de control: la abuela y la madre.
“Las estructuras familiares mafiosas elevan su seguridad. Es más
difícil que el padre traicione al hijo o la madre traicione a la hija o
el hijo traicione a su madre, que en este caso es la abuela. Vemos a
mujeres que muy jóvenes tuvieron hijos, hoy tienen ya nietos y son
abuelas, y lamentablemente incurrieron en el delito del narcotráfico”,
afirmó el viceministro costarricense de Seguridad Pública, Walter
Navarro, también consultado por Apro.
Con una posición geográfica estratégica entre los más importantes
centros de producción de cocaína en Colombia y los grandes mercados de
consumo en Estados Unidos, Costa Rica sufre el embate de los cárteles
del narcotráfico internacional, que utiliza una serie de corredores
aéreos, terrestres y marítimos de Centroamérica como pasadizos para el
contrabando de drogas.
Protección y lealtad
Andrade relató que la policía llega “al que se expone en vía pública y
anda con dos piedrillas de ‘crack’ en la bolsa y cobra 500 o 1000
colones (1 o 2 dólares) por cada una. De ahí al que se la lleva en
bicicleta, al que lleva el pedazo de cocaína para que sea cocinado y el
que lo recibe, hay toda una estructura que cada quien monta de acuerdo
con sus posibilidades. Algunos reclutan a su mamá, a su abuela, a sus
hermanos, a sus parientes”.
Prosiguió: “La cabeza de la familia ha involucrado a sus parientes y
se aprovecha del secreto, la confianza, la lealtad, requisito
indispensable en términos de venta de droga. Se establece todo un muro
de protección que ocupa la cabeza para poder sostenerse. En esas
organizaciones, al final siempre hay línea de parentesco entre primero,
segundo y tercer nivel. Si no hay parentesco, hay líneas de amistad muy
fuertes que permiten esa confianza para poder proteger a la cabeza”.
La descripción oficial dibuja un aparato de narco-actividad del
núcleo familiar en el que participan abuelas, suegras, madres, esposas
de hijos o esposos de hijas, hermanos y hermanas, cuñados y cuñadas, y
tíos y tías, pero también niños y niñas usados como “burros” y
expendedores de la mercancía, pero que caen atrapados en la
drogadicción. El círculo de la drogodependencia es total.
Algunos casos del primer semestre de 2010 tienen la coincidencia de
madre e hijos. En operativos antidrogas, en Siquirres, en el área del
Caribe, los agentes detuvieron a una mujer de 40 años y a su hija, de
28, y en Aserrí, al sureste de San José, se arrestó a una madre de 50
años y a sus dos hijos, de 24 y 26, así como a uno de sus ayudantes.
En San Vito de Coto Brus, al sur del país y cerca de Panamá, la
policía detectó a una mujer que utilizaba a sus hijos menores de 18 años
para vender droga a adolescentes.
“La situación es muy preocupante, ya que el concepto de familia es
lo más fuerte que deben tener las sociedades, y cuando una familia
empieza a incursionar en narcotráfico, es una alerta que debe tener la
sociedad en todos sentido”, apuntó Navarro.
Un punto vital de “estas organizaciones criminales es la
compartimentación sanguínea. Esos nexos hacen que los vínculos sean muy
fuertes y hacen muchísimo más complejo y difícil combatirlas con la
intervención telefónica. Hacer las pre-compras (de droga con dinero
marcado) es difícil”, puntualizó.
“Lo más duro”, prosiguió, ”es que cuando se captura a la cabeza de
familia, ya sea a la madre o al padre, el que sigue en el orden en la
casa, un hijo o la misma abuela, continúa con el negocio. Muchas veces
la gente dice: ‘es que ahí se sigue vendiendo droga’. Y es que detuvimos
a uno de los que estaba traficando, pero un hijo, un nieto, un sobrino,
un hermano, la mamá y ahora hasta la abuelita terminan haciéndose cargo
del negocio”, precisó.
De 623 encarceladas en El Buen Pastor, que es la única prisión de
mujeres de este país, “la mayoría” enfrenta delitos de narcoactividad,
aseguró.
“En El Buen Pastor hay mujeres que están allí criando a sus hijos,
porque tienen derecho a tenerlos hasta los tres años de edad en esas
instalaciones. Ese es el inicio de lo que le espera a un hijo que
prácticamente sus primeros pasos los da en un penal, y es una alerta muy
grande para la sociedad costarricense. Ello nos obliga a invertir más
en prevención y educación de adolescentes, que terminan siendo madres
adolescentes y siendo abuelas muy jóvenes. Luego acaban,
lamentablemente, en este vínculo de narco-familias”, aseveró.
Corrupción policial
Los costarricenses María Nieto y Fernando Calderón trabajan con
familias y menores en riesgo en la Pastoral Social de la Iglesia
Católica en el barrio Sagrada Familia, uno de los más pobres y
conflictivos del sur de San José. Ambos viven en ese populoso suburbio
capitalino, rodeado de otros igualmente problemáticos, como Cristo Rey,
Barrio Cuba y Hatillo, y conocen de cerca la realidad.
“Hay personas de afuera del barrio que traen la droga para que otros la vendan”, explicó Nieto, al confirmar a Apro que existen informes de “cocinas” para producir “crack” en esa comunidad.
Lo extraño, alertó, es que los hechos se registran en un sitio que
alberga a una de las principales comisarías policiales de San José,
aparte de que dispone de una casetilla en un punto estratégico y cerca
de casas en las que se trafican drogas.
“Hay corrupción de la policía. A las 12 de la noche, en ciertas
esquinitas se vende la droga y la policía está ahí cerca y sabe todo. Y
esto ocurre no sólo en Sagrada Familia, sino en otros barrios de Costa
Rica. Estamos inundados de eso y la juventud está perdida. La cosa está
fea. Empezando por la autoridad (policial), que aquí no tenemos. La
autoridad de aquí no sirve para nada”, denunció.
Con recelo, dejó entrever que persiste un contubernio entre
delincuentes y policías. “Si se denuncia, (los traficantes) se desquitan
después y apedrean la casa o matan algún familiar y hasta allí llegó
todo, por el temor a represalias en que uno vive”, advirtió.
Al respecto, Andrade adelantó que investigará la presunta corrupción
policial en esa barriada, y alegó que la población dispone de mecanismos
confidenciales para denunciar el comportamiento irregular de los
efectivos, como actos en los que “policías puedan estar involucrados en
negocios de venta de droga al menudeo”.
Tras admitir que “es difícil y complicado confiar” en el aparato de
gobierno cuando se cuestiona a un funcionario público, reveló que en
2010 se recibieron más de 2 mil denuncias de corrupción policial, de las
cuales 500 fueron tramitadas a procesos disciplinarios “con prueba
recolectadas”. Sólo por abuso de autoridad hubo 287 causas, informó.
Costa Rica, que abolió el ejército en 1948 y depositó su seguridad
en una policía civil cuyo número de efectivos planea aumentar de 12 mil
600 a 16 mil 600 en los próximos meses, registró un incremento de la
violencia en los últimos años por el tráfico ilícito de estupefacientes.
Las cifras del gobierno muestran que la tasa de homicidios pasó de
seis por cada 100 mil habitantes en 2000 a 11.3 por cada 100 mil
personas en 2009.
Las intensas disputas entre los delincuentes se saldaron con
balaceras constantes el año pasado en Sagrada Familia, recordó Calderón.
“El problema lo hacen ‘cuatro gatos’ en un barrio. He escuchado que
hay familias (involucradas) en la droga. Uno supone que otras están así.
La drogadicción es tremenda y se está dando con los más jovencitos, que
arrastran uno al otro y no les importa si son de 14 años”, reseñó.
“En el barrio, los comercios cierran temprano. Muchos jóvenes asaltan
a otros jóvenes, y por el hecho de darse a respetar se roban un carro o
asaltan un negocio”, dijo, luego de lo cual detalló que la marginación
social es de la sociedad en general hacia la comunidad en particular,
pero también es interna, “ya que al que no lo marginan, se margina
solo”.
Calderón sonrió unos instantes al deslizar que el problema
narco-familiar es mayúsculo. Y confesó: “En el barrio hay temor, hay
miedo”.
Fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/89542
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/89542
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