En todos los continentes surgieron
líderes que reclamaban el padrinazgo manifiesto o implícito de uno de
los dos gigantes. A decir verdad, nadie solicitaba credenciales de
transparencia y democracia a los líderes que surgían por todo el Tercer
Mundo. La norma fue más bien, al contrario, que en ambos bandos se
apadrinó a figuras tan carismáticas como equívocas. En rigor, el
discurso “ético político” era una cuestión prescindible, acaso exótica o
extemporánea, de la que se ocupaban los rotarios y uno que otro
intelectual tenido por díscolo.
El ocaso del socialismo real y las
profundas transformaciones culturales que ha sufrido el mundo entero ha
producido una nueva sensibilidad de masas. Las nuevas tecnologías han
hecho posible que los medios de comunicación y las redes sociales hayan
diseminado este “nuevo ethos” capaz de “catalizar” cambios
sociales allí donde se dan condiciones de posibilidad. Las imágenes del
nuevo mundo son aquellas sedimentadas por las sociedades de consumidores
del mundo desarrollado.
Los medios de comunicación instan a
todas las sociedades humanas a una “Cultura Internacional Popular”,
estadio actual de un capitalismo libidinal mundializado, un discurso que
conjuga el goce del consumo suntuario, la exaltación del individualismo
hasta el narcisismo y un clima “democrático” mínimo que permita la
expresión de la singularidad personal, a imagen y semejanza de las
sociedades occidentales. En todos los rincones del planeta tierra, nadie
quiere quedar fuera de esta vida prometida en cada “spot publicitario”, en cada imagen de cine, televisión o Internet.
Esta nueva Cultura Internacional de
masas posee la fuerza deletérea de la seducción, una fuerza capaz de
destruir las tradiciones más arraigadas o los regímenes más
verticalistas. Esto fue cierto en el este europeo a fines de la década
de los ochenta, y lo es hoy en los distintos países del norte de África. Las actuales insurrecciones en el Medio Oriente apuntan a regímenes claramente alineados a la derecha, como en Egipto, pero también a regímenes que apelaban a un discurso anticolonialista, como en Libia.
Más allá de las circunstancias políticas
de cada país en que se están desarrollando estos cambios, su
denominador común es el “hastío profundo” de las masas frente a una
situación de sometimiento y pobreza. Más que a un renacer del
fundamentalismo religioso, asistimos a un reclamo social, político y
económico con matices culturales propios del mundo islámico. Este es, en
primer lugar, un llamado de atención a los países desarrollados que en
nombre del pragmatismo no han terminado de desmantelar sus estrategias
de la Guerra Fría, sosteniendo o consintiendo, todavía, satrapías en
muchos lugares del orbe. Se trata, también, de una advertencia sobre la
vetusta y precaria institucionalidad política internacional en un mundo
sometido a una mutación sin precedentes en la historia de la humanidad.
Por último, es bueno recordar que el hastío profundo de masas en el
Oriente Medio no es otro que el de millones de seres dispersos en todo
el mundo pobre.
Fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/02/24/hastio-profundo/
http://www.elciudadano.cl/2011/02/24/hastio-profundo/
No hay comentarios:
Publicar un comentario