La publicación de los documentos de Wikileaks
suscita muchas preguntas y abre sin dudas un nuevo capítulo sobre el
manejo de las relaciones entre los estados, el papel de la prensa con
Internet y de la sociedad civil mundial. Haré tres comentarios.
1) La visión estadunidense del mundo
Los análisis de los diplomáticos estadunidenses y las
instrucciones que reciben de Washington revelan la incapacidad sistémica
del aparato estatal de esa nación, Departamento de Estado, Pentágono,
CIA, etcétera, más allá de quien está en el gobierno, ya sea demócratas o
republicanos, de tener una comprensión profunda del mundo en toda su
complejidad y diversidad. Uno podría pensar que para defender sus
intereses de potencia y su influencia sobre ciertas partes del mundo, el
gobierno de Estados Unidos exija de sus diplomáticos análisis
sofisticados y un conocimiento de los responsables políticos que no sea
de caricatura. También podría entender que los países tienen exigencias
legítimas y respetables de seguridad, de desarrollo, de protección de lo
que es vital para ellos. Sorprendentemente nada de eso pasa: lo que
sale a primera vista de esta masa de documentos es que la enorme
maquinaria estadunidense favorece una percepción distorsionada de la
realidad, hasta su negación y un profundo desprecio para todo lo que no
es de esa nación, incluyendo a sus aliados y a las Naciones Unidas. Ven
el mundo a través de un prisma maniqueísta:
están con nosotros o en contra de nosotros.
2) El papel de los diplomáticos
Como diplomático aprendí, a lo largo de mi carrera, a
observar y entender los países en los cuales trabajé, para transmitir a
mi gobierno análisis rigurosos y honestos de situaciones a veces
complejas o desconcertantes, aun si mis reportes podían provocar
disgustos en París. Esta obligación de rigor y objetividad caracteriza
el trabajo de la inmensa mayoría de los embajadores de todo el mundo. El
oficio de diplomático es muy noble y obliga al funcionario a hacer un
esfuerzo sobre sí mismo, a rebasar sus prejuicios e ideas preconcebidas,
y con frecuencia a dudar de sus certidumbres o convicciones. Los
embajadores y sus colaboradores se honran en describir con mucha
precisión y con la libertad que da la confidencialidad el contexto en el
cual desarrollan su papel de
pasarelaentre dos países, y en recomendar a sus gobiernos la mejor forma de defender los intereses de sus naciones, de evitar crisis o superar conflictos. Un punto fundamental es que los diplomáticos no son espías. Buscan establecer relaciones de confianza con sus interlocutores. Por esto es sorprendente ver cómo el Departamento de Estado rebaja el nivel de sus diplomáticos al de
pepenadores, para cumplir tareas verdaderamente indignas. Es fundamental en un Estado moderno que los servicios de inteligencia, que tienen su razón de ser, sean claramente separados de la red diplomática. A cada quien su oficio.
3) La prensa y la
razón de Estado
La confidencialidad, la inviolabilidad de la
correspondencia diplomática y la inmunidad de los embajadores son las
reglas básicas de las relaciones entre los estados, tal como lo
establecen las convenciones de Viena sobre las relaciones diplomáticas y
consulares. Estos principios son inmutables. Pero una vez que se
produjeron las filtraciones de documentos y que estos pasan a la esfera
pública, es totalmente legítimo interrogarse sobre los contenidos. Y eso
plantea el papel de los medios de comunicación, ahora de Internet, y la
cuestión de la autocensura. En el caso de Wikileaks, estamos
frente a una situación inédita por el número de países y de actores
involucrados. Se entiende que cuando la seguridad física de personas
está en juego, el periodista tiene una enorme responsabilidad de
publicar o no el material que está en sus manos. Pero el debate es
diferente cuando se trata de proteger los
La prensa libre tiene una obligación moral: de no ser cómplice del
fin del estado de derecho en nombre de la razón de Estado. Desde
Maquiavelo y los pensadores italianos del siglo XVI, sabemos que la raggione di stato
como instrumento del poder se opone al estado de derecho. En casos muy
puntuales y excepcionales la razón de Estado, o abuso de poder, puede
justificarse políticamente pero de ninguna manera puede constituir el
fundamento de la acción internacional de los gobiernos en sociedades
democráticas.intereses superioresde algunos gobiernos o disimular sus actos vergonzosos, ilegales o inmorales. La prensa, como formadora de opinión, tiene la responsabilidad de juzgar los actos de los gobiernos y de participar en la expresión de la indignación colectiva cuando revela actos realmente inaceptables. ¿Acaso puede justificar el uso de la tortura, o ser cómplice de ella por su silencio (como lo son los gobiernos que permitieron los vuelos secretos de la CIA), cuando al mismo tiempo predica los derechos humanos? ¿Acaso puede proclamar la universalidad de los valores occidentales cuando protege a gobiernos dictatoriales o autoritarios, en los cuales el estado de derecho no existe? ¿Acaso los países amigos y aliados de Estados Unidos y su prensa deben de justificar o perdonarles todo en nombre de su pertenencia al mismo bloque?
Con la creación de la ONU y del sistema multilateral en 1945 hubo la esperanza de construir un mundo mejor, más respetuoso de los pueblos y de sus derechos. Lo que nos revela Wikileaks es que muchas de las conquistas de 1945 fueron barridas y que el mundo está entrando en una era de regresión fenomenal, en la cual la ley del más fuerte prevalece. Si las opiniones públicas de todo el mundo no tienen la capacidad de indignarse y aceptan como inevitables las conductas vergonzosas de sus gobiernos, es una señal muy preocupante que no augura nada bueno para las próximas décadas.
* Ex embajador de Francia
Fuente, vía :
http://www.jornada.unam.mx/2010/12/05/index.php?section=opinion&article=007a1pol
Foto afp
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