(apro).- El mundo ha entrado a una era de cambio climático de origen
humano peligroso y destructivo. La falta de acciones para frenarlo
incrementa el problema de manera exponencial.
Para evitar la caída en el abismo es necesario optar cuanto antes por
formas de producción y consumo de energía que reduzcan los niveles de
gases de efecto invernadero.
El acelerado derretimiento del hielo terrestre en el Ártico durante
2007 y 2008 es quizás el ejemplo más visible de que debe reevaluarse la
cercanía de un cambio climático fuera de control. Estos fenómenos dejan
claro que ya fue rebasada la capacidad de la Tierra para amortiguar
los efectos de una creciente y constante concentración de gases
contaminantes en la atmósfera.
Los impactos catastróficos derivados del cambio climático pueden
aminorarse, siempre y cuando el aumento de la temperatura global del
planeta se estabilice por debajo de los 2 grados centígrados para
finales del siglo.
Esto aún es posible, aunque el tiempo se acaba. Para alcanzar esa
meta, las emisiones globales de gases de efecto invernadero deben llegar
a su pico máximo en 2015 y declinar con rapidez para acercarse a cero
en 2050.
Si bien el incremento de 2 grados centígrados en la temperatura es
presentado a menudo dentro de un “nivel seguro” de calentamiento, la
evidencia científica y la realidad empírica muestran que ese aumento
pondría en un riesgo inaceptable a muchos de los sistemas naturales y
humanos del planeta.
En febrero de 2009, la revista Proceedings of the National Academy of
Sciences (PNAS) publicó un artículo en el que se evalúa el cambio
climático peligroso. Este análisis se realizó con base en una
actualización de las conocidas “razones para preocuparse” establecidas
por los expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático.
Más aún, ni siquiera estar debajo de los 2 grados centígrados nos
asegura estar a salvo de impactos irreversibles a gran escala, como el
derretimiento de las capas de hielo. Estas estimaciones indican que, al
menos parcialmente, las capas de hielo de Groenlandia –y posiblemente
las del oeste de la Antártida– podrían desaparecer con un calentamiento
adicional de entre 0.8 y 3.8 grados centígrados por encima de los
niveles actuales.
Vacíos legales
Un estudio publicado en abril de 2009 en la revista científica Nature1
analiza el volumen de gases de efecto invernadero (GEI) que podemos
emitir como planeta antes de 2050 si queremos mantener en 25% los
riesgos de exceder los 2 grados centígrados en el incremento de la
temperatura. Los autores de ese trabajo –reconocidos– concluyeron que
para no sobrepasar ese límite, deberá emitirse un acumulado de mil 500
gigatoneladas (GT) –una GT equivale a mil millones de toneladas– de GEI
entre 2000 y 2050. En la actualidad, un tercio de este volumen ya fue
emitido... ¡en sólo 10 años!
Mientras tanto, un problema nodal es que las promesas de reducción de
gases contaminantes hechas desde la última conferencia climática
(Copenhague, 2009) por varios países, entre ellos Estados Unidos, China,
Canadá, Alemania o México, no son suficientes.
La única manera de mantenernos dentro de los límites estimados por
Nature es reducir drásticamente las emisiones de bióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero2 entre 2020 y 2030, con decrementos anuales de 10% o incluso mayores.
Actualmente las emisiones anuales globales son de 45 a 47 GT de “CO2 equivalente”; es decir, (todos los gases de efecto invernadero homologados en términos de CO2). Las proyecciones para 2020 se calculan en 58 GT, en caso de que no se adopten medidas para abatir esa cifra.
Si los gobiernos del mundo realmente quieren tomarse en serio este
problema y prevenir sus consecuencias más desastrosas, las emisiones
deben reducirse a 40 GT para 2020 y mantener la tendencia a la baja a
fin de alcanzar las 10 GT para 2050. Sin embargo, las promesas actuales
de reducción gubernamentales nos llevarían a una cantidad de 48 a 54 GT
en 2020, lo cual produciría un “superávit” de contaminación de 8 a 14
GT.
Existe una serie de medidas con las que se podría entrar en un
sendero de bajas emisiones para legar a las generaciones venideras un
mundo más limpio y sostenible. Estas acciones consisten básicamente en
reducir emisiones de manera más ambiciosa, tanto en los países
desarrollados como en los “emergentes”; así como detener la
deforestación en los próximos 10 años e incluir nuevos sectores en los
que deberán efectuarse reducciones, como la aviación y navegación
internacionales, así como en la industria de los gases refrigerantes
(gases fluorados).
Para lograrlo son necesarias reglas claras a fin de evitar que los
países encuentren “salidas fáciles” con las que puedan eludir los
compromisos adquiridos. Por ejemplo, el Protocolo de Kioto –actualmente
el único instrumento internacional que obliga a los países
desarrollados a reducir sus emisiones– y sus reglas de contabilidad de
reducciones tienen lagunas que permiten a los países evitar la
reducción de emisiones de manera real y permanente.
Por ejemplo, al desaparecer la Unión Soviética se creyó que, debido
al derrumbe industrial anexo, sus exrepúblicas emitirían menos gases de
efecto invernadero. Eso llevó a que Rusia, Ucrania, Kazajstán y
Bielorrusia tuvieran la posibilidad de ofrecer derechos de emisión de CO2 a países y empresas que quisieran comprarlos. En los hechos, éstos duplicaron sus emisiones.
Otro de los vacíos en la normatividad para bajar las emisiones fue
creado por los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL). Mediante éstos las
empresas y los gobiernos de los países desarrollados evitan reducir
sus emisiones al tiempo que financian proyectos de reducción o ahorro
de emisiones fuera de su territorio, sobre todo en los países en
desarrollo.
Este desplazamiento de las reducciones de un lugar a otro es una
forma de compensación que responde a criterios meramente económicos y
que no asegura ningún beneficio atmosférico ni de sustentabilidad.
Aunado a lo anterior, el comercio de emisiones o mercado de carbono,
como se conoce en la jerga de las negociaciones de cambio climático,
también permite a los gobiernos y empresas abatir los costos destinados a
cumplir con las metas de reducción a que están obligados en la primera
fase de aplicación del Protocolo, que va de 2008 a 2012.
En todas estas situaciones no sólo se corre el riesgo de duplicar la
contabilidad de lo que efectivamente se debe reducir, sino que se
permite evadir la responsabilidad de reducir emisiones.
Prospectivas
¿Cuál es la diferencia entre 2 o 3 grados centígrados? No se trata
tanto de que el primero sea considerado un nivel “seguro” y el otro
“peligroso”. Los 2 grados centígrados ya representan un gran peligro.
Para no ir tan lejos, los impactos asociados a un aumento de 1.5 grados
incluyen efectos adversos, severos y sustanciales a la producción de
alimentos, al suministro de agua y a los ecosistemas del África
subsahariana y de los pequeños estados isleños como Islas Cook, Fiji,
Maldivas o Tuvalu. Asimismo, esta elevación de la temperatura trae
consigo mayores inundaciones en los principales sistemas deltaicos del
mundo debido al aumento del nivel del mar, desbordes y tormentas
extremas, como ya ocurre en los ríos Amazonas, de la Plata, Indo, Pánuco
o Grijalva.
Con 2 grados de aumento o más, podrían ser significativas las caídas
en la producción de trigo y maíz en la India o de arroz en China;
también podría ocasionar la pérdida de entre 20% y 80% de la selva
amazónica y sus especies, convirtiendo a este ecosistema de un sumidero
de carbono a una fuente de emisiones masivas de CO2.
Actualmente la temperatura promedio del planeta está 0.8 grados
centígrados por arriba de los niveles preindustriales. Estudios
recientes sobre las variaciones de temperatura en los últimos dos
milenios publicados en la revista PNAS alertan que las temperaturas más
cálidas registradas recientemente en el hemisferio norte pudieran ser
las más altas de los últimos mil 700 años. Como se mencionó al inicio de
este artículo, el derretimiento de los polos ya está ocurriendo... y
es irreversible. Esto, con sólo 0.8 grados centígrados de aumento. l
*Coordinador de la Campaña de Clima y Energía de Greenpeace México.
1 Meinshausen et al. “Greenhouse-gas emission targets for
limiting warming to 2°C”. Nature. Vol 458. 30 April 2009. Nota: la
participación del CO2 en este total sería de 1000 Gt.
2 Los otros gases de efecto invernadero son el metano,
óxido nitroso, hidrofluorocarbono, perfluorocarbono y hexafluoruro de
azufre.
Fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/85904
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