Dolores Hidalgo, 16 de septiembre (apro).- Al mismo tiempo que
amanecía en la Cuna de la Independencia Nacional, ante una plaza
semivacía y sin librarse de las rechiflas, el presidente Felipe Calderón
repitió las palabras que el cura Miguel Hidalgo y Costilla pronunció al
anunciar el inicio del movimiento que culminó en la Independencia de
México.
“¡Uleeeero…uleeeero!”, se escuchó entre el público impaciente, entre
los que había muchos desvelados que durmieron en la misma plaza, minutos
antes de la ceremonia que encabezó Calderón con su esposa Margarita
Zavala y sus hijos en los escalones de la Parroquia de Dolores.
Un par de horas antes, en la misma plaza había concluido el baile con
la Banda del Recodo y la Sonora Santanera, en un esfuerzo por mantener a
la multitud reunida –y despierta- para el acto oficial.
Del otro lado de Calderón estuvieron el gobernador Juan Manuel Oliva;
el senador priísta Francisco Arroyo Vieyra; el presidente de la Suprema
Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia; el presidente de la mesa directiva
de la Cámara federal ,Jorge Carlos Ramírez, así como los secretarios de
Gobernación, Francisco Blake Mora y de Educación, Alonso Lujambio.
“Llegó el momento de nuestra emancipación, ha sonado la hora de
nuestra libertad, y si conocéis su gran valor, me ayudaréis a defenderla
de la garra ambiciosa de los tiranos…pocas horas me faltan para que me
veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser
libres…los invito a cumplir este deber, de suerte que sin patria ni
libertad, estaremos siempre a mucha distancia de la verdadera
felicidad”, leyó Calderón, al repetir las palabras de Hidalgo dichas
hace 200 años según la versión de Pedro García, contemporáneo del
prócer.
Y continuó: “Preciso ha sido dar el paso que ya sabéis, y comenzar
por algo que ha sido necesario, la causa es santa y Dios la
protegerá…Viva pues la virgen de Guadalupe, viva la América por la cual
vamos a combatir...”.
Frente a Calderón, por cierto, fueron acomodados en la primera fila
de invitados del sector oficial los obispos de las diócesis de Celaya,
Benjamín Castillo, y de Irapuato, José de Jesús Martínez Cepeda.
Después de esta lectura, el presidente vitoreó a los héroes, a algunos de los cuales agrupó de tres en tres en esta arenga:
“¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad, viva Hidalgo,
viva Morelos, viva Allende, viva Josefa Ortiz de Domínguez, vivan
Aldama, Bravo y Matamoros, vivan Abasolo, Galeana y Jiménez; vivan
Moreno, Mina y Rosales; vivan Vicente Guerrero, Leona Vicario y
Guadalupe Victoria; vivan todos los héroes de la Independencia, viva la
Independencia nacional, viva el bicentenario de la Independencia, viva
el centenario de la revolución, viva México!”.
La gente que apenas ocupó una parte de la plaza logró responder, pero
su entusiasmo fue más evidente cuando de entre ellos surgieron los
gritos de “¡Viva Dolores Hidalgo!” y cuando comenzaron a corear las
canciones de José Alfredo Jiménez, el compositor nacido en esta ciudad.
Mientras tanto, rodeado de funcionarios del gobierno estatal que
fueron acomodados en el atrio de la parroquia y otros invitados, Felipe
Calderón saludó a un contingente de niños de preescolar vestidos con
faldas, rebozos, huaraches, sombreros y gabanes, que fueron acomodados
en medio del atrio para que agitaran la paloma de hule espuma que
sostenían en la mano.
Inmediatamente después de la arenga, ya con la luz del día sobre esta
plaza, de entre la multitud surgieron otros gritos, los gritos de la
realidad: “¡Viva el Chapo!”, “¡Muera el mal gobierno!”.
En cuanto el presidente terminó de saludar a su paso rumbo a los
vehículos que lo esperaban para trasladarlo al helicóptero en el que
volvió de inmediato a la Ciudad de México, los dolorenses y funcionarios
se retiraron de la plaza.
Atrás quedaron las calles desiertas.
Fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/83429
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hernandez@jornada.com.mx
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