José Luis Rodríguez Zapatero está en un dilema: por un lado, las
naciones desarrolladas lo presionan para que aplique reformas económicas
y laborales impopulares para sacar a España de la crisis; y, por el
otro, sus antiguos aliados
–entre ellos las poderosas centrales
obreras– lo amenazan con paralizar el país si las lleva adelante,
mientras los partidos de oposición piden ya su cabeza… Y todo parece
indicar que el mandatario emanado del PSOE doblará las manos
ante Estados Unidos y las naciones europeas.
MADRID, 27 de septiembre (Proceso).- El 12 de mayo el presidente
español, José Luis Rodríguez Zapatero, enumeró ante el Congreso de los
Diputados las medidas de su plan de ajuste económico; lo hizo con un
rictus de tensión que nada tenía que ver con su acostumbrado ánimo
entusiasta.
Cabizbajo, monocorde, señalaba: “No es fácil para un gobierno
dirigirse en estos términos a la Cámara, menos aun cuando en los años de
bonanza se esforzó por mejorar las condiciones de los ciudadanos”.
“He pasado ratos muy malos, sobre todo a la hora de decidir las
medidas de recorte ante el shock económico”, dijo al periódico El País
el pasado 25 de julio.
Desde entonces el optimismo que trata de infundir en sus
declaraciones o discursos no puede ocultar el agobio que le representa
enfrentar la crisis económica en la que está sumida España.
Lo hizo notar el expresidente socialista Felipe González el 16 de
junio pasado, en una entrevista radiofónica, al señalar que a “José
Luis” se le ve “golpeado por la realidad de la crisis” y esa carga “se
le nota” en el semblante y en su deterioro físico.
Se refería a los datos del desempleo, que ronda 20%; es decir,
alrededor de 4.6 millones de personas con subvención gubernamental. Y
también a la debilidad de la economía española y a la presión que
Europa, Estados Unidos y China ejercen para que se tomen medidas
drásticas; todo esto lo ha obligado a cambiar radicalmente los programas
de gobierno que había impulsado para enfrentar la crisis sin afectar
los beneficios de política social.
El nuevo rumbo que tomó Rodríguez Zapatero lo aisló aún más –sólo
tiene el sustento de su bancada, la del Partido Socialista Obrero
Español (PSOE)–, al grado de que perdió los apoyos de antiguos aliados;
el caso más evidente es el de las principales centrales obreras que
amenazan paralizar España con una huelga general de 24 horas convocada
para este miércoles 29.
Las Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores
(UGT) habían mantenido posiciones de empatía o abierto apoyo a Zapatero
desde que llegó al gobierno en 2004.
Ahora el presidente español pasará el mismo trago amargo que sus
antecesores: ésta será la séptima huelga general en la España de la
democracia. De las seis anteriores cuatro fueron de 24 horas: tres en el
gobierno de Felipe González (20 de junio de 1985, 12 de noviembre de
1988 y 27 de enero de 1994) y una en el de José María Aznar (20 de junio
de 2002). Adolfo Suárez enfrentó una huelga general de una hora el 5
de abril de 1978 y Felipe González otra, de media jornada, el 28 de
mayo de 1992. Tanto González como Aznar rectificaron las propuestas
económicas que habían hecho, explicó a Proceso un portavoz de la UGT.
“A Zapatero está a punto de caerle ya su parte de la maldición de
todos los presidentes de gobierno: una huelga general”, escribió en su
blog el periodista de El País Fernando Garea, con amplia experiencia en
cobertura política. Recordó que a sus antecesores les hizo daño
político la huelga “y eso que los dos (González y Aznar) tenían
mayorías absolutas para hacer frente a las protestas en la calle. A
Zapatero le llega en situación de debilidad parlamentaria, presionado
por Europa y los mercados y en medio de una crisis económica sin
precedente ni perspectivas de salida”.
Ahí no terminan sus problemas. En octubre deberá alcanzar una alianza
parlamentaria con alguno de los partidos independentistas –el
Nacionalista Vasco o el catalán Convergencia i Unió son sus opciones–
para lograr la mayoría que apruebe su presupuesto para 2011.
Si no lo aprueba “la situación del mandatario sería tan insostenible
que tendría que adelantar las elecciones”, advertía el El País en su
nota principal del 29 agosto. El análisis periodístico hacía un
recorrido por sus retos políticos, desde la huelga general, la
aprobación del presupuesto, las elecciones primarias del PSOE de Madrid y
la elección de Cataluña, en noviembre.
Consciente de la debilidad política de Zapatero, Mariano Rajoy,
presidente del Partido Popular (PP), centró su apuesta en el desgaste
del mandatario al negarle apoyo ante cualquier iniciativa o acción del
gobierno, salvo la de política antiterrorista.
Rajoy sabe que su partido está arriba del PSOE en las encuestas y por
tanto en su estrategia de desgaste le ha pedido al presidente que
“convoque a elecciones anticipadas”. A este embate del PP se ha sumado
la prensa más conservadora, como los periódicos La Gaceta, ABC o El
Mundo.
En el otro extremo del espectro político, el líder de Izquierda Unida
no le ha pedido su dimisión pero sí lo ha criticado por el cambio
radical en sus medidas anticrisis. Lo acusó de “arrodillarse ante los
mercados”, los verdaderos “causantes” de la crisis.
Obama también presiona
Presionado por la Comunidad Europea el gobierno llevó a Bruselas el
referido plan económico con la propuesta de reducir el déficit público
1.5% en 2010 y 2011, lo que supondría un ahorro de 15 mil millones de
euros.
Luego de intensas negociaciones en el Consejo de Ministros de
Economía y Finanzas de la Unión Europea (Ecofín), el día 9 y la
madrugada del 10 de mayo pasados la vicepresidenta Elena Salgado anunció
que España reducirá en 2010 medio punto del déficit público y un punto
en 2011.
Y empezó el recorte: el gobierno anunció la reducción de 5% del
salario de la burocracia, que será de 15% para los altos cargos del
Ejecutivo; la congelación de las pensiones y el recorte en obra pública
de más de 6 mil 500 millones de euros, la tercera parte de la partida
de ese sector.
En salud el gobierno ahorrará mil millones de euros en medicamentos.
Entre otras medidas desaparecerá el cheque-bebé, la subvención de 2 mil
500 euros que otorgaba por cada nacimiento y que también era un sello
de identidad de esta administración.
El 10 de mayo fuentes del Ecofín dijeron a elmundo.es que las medidas
anunciadas eran “insuficientes” y que se había pedido a la
vicepresidenta Salgado un plan más riguroso con medidas adicionales,
incluidas reformas de gran calado, como la laboral, la de pensiones y la
energética.
El 11 de mayo Barack Obama exhortó a Zapatero a emprender las
reformas “indispensables” que ayuden a España a salir de la crisis. La
noticia se conoció gracias a un comunicado de la Casa Blanca y a las
declaraciones del portavoz de Obama, Robert Gibbs, en las que apuntaba
que España está entre los países que padecen “algunos problemas sobre
los que es necesario adoptar medidas para asegurarse de que no se
extiendan”.
La llamada de Obama tuvo lugar un día antes de que Rodríguez Zapatero
presentara las medidas ante el Congreso español. En el comunicado de
Washington se aludía a que ambos presidentes hablaron telefónicamente
sobre “la importancia de que España adopte medidas resolutivas como
parte del esfuerzo de Europa para fortalecer su economía y la confianza
de los mercados”.
A su vez, en Alemania, el mismo 10 de mayo, la canciller Angela
Merkel –con un tono menos amable– advirtió que España y Portugal “serán
vigiladas” para ver si cumplen con las medidas de recorte.
Entonces en España se intensificaron las negociaciones de la mesa de
diálogo para la reforma laboral entre el gobierno, sindicatos y la
Confederación Española de Organizaciones Empresariales, que preside
Gerardo Díaz Ferrán… pero no llegaron a acuerdos. Finalmente Zapatero
presentó al Congreso un proyecto de reformas cuyo contenido era muy
similar a las exigencias patronales, siendo el punto más controversial
el abaratamiento del despido laboral.
“¡Zapatero, dimisión!”
El pasado 9 de septiembre el Congreso de los Diputados aprobó la
reforma laboral entre críticas de los portavoces de los partidos de
oposición, que recordaron continuamente la amenaza de huelga general.
El PSOE consiguió el respaldo del PNV para obtener la mayoría en
algunos artículos en la votación en lo particular, a cambio de modificar
del proyecto original las “causas económicas objetivas” por las que un
empresario puede despedir a un trabajador con una indemnización de 33
días por año en vez de los 45 que recibe en la actualidad.
Para este abaratamiento del despido la empresa deberá justificar
“pérdidas actuales o previstas” o si enfrenta una “disminución
persistente de su nivel de ingresos”.
Ese mismo día las CCOO y la UGT reunieron a 16 mil delegados
sindicales para calentar el ambiente previo a la huelga, donde
predominaron los gritos de “¡Huelga!, ¡huelga!” y “¡Zapatero, dimisión!”
Los secretarios generales de las CCOO, Ignacio Fernández Toxo, y de
la UGT, Cándido Méndez, se dijeron convencidos de que Rodríguez Zapatero
rectificará. “La reforma laboral es reversible”, dijo Fernández Toxo.
“Es intolerable que desde un gobierno con retórica de izquierdas se
actúe como cualquier partido de derechas”, reprochó el dirigente de las
Comisiones Obreras. Agregó que en el “último viraje” del ejecutivo “lo
que era bueno hace unos días, ya no lo es en este momento”.
Cándido Méndez afirmó en su arenga que la reforma laboral supone “un
paso hacia atrás en materia de derechos sociales y laborales” y recordó
que viene otra reforma, como la Ley de Pensiones –que será presentada
antes de fin de año– que tiene el propósito de ampliar de forma
“impuesta y obligatoria” la edad de jubilación de 65 a 67 años.
Un documento de la UGT explica que la reforma laboral no servirá para
crear empleo, que es el aspecto más urgente; incrementará la tendencia
de los “contratos temporales” que propician la inestabilidad laboral,
facilita y abarata el despido “porque se amplían las causas para
hacerlo más fácil y se reducen los derechos indemnizatorios de los
trabajadores”, entre otros detalles.
La UGT y las CCOO proponen la reducción del déficit mediante el
“incremento de los ingresos” y no mediante la reducción del gasto, y que
se planifique el cumplimiento de los objetivos de déficit del Pacto de
Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea en plazos compatibles
con la reactivación económica y la creación de empleo.
Además, piden la retirada de una “reforma laboral lesiva”; “defender
la negociación colectiva como marco de protección de las condiciones de
trabajo frente a los intentos de atribuir a las empresas la capacidad
de incumplir los acuerdos alcanzados de forma unilateral”, establece el
documento.
Asimismo plantean una nueva política fiscal que refuerce la
estructura de ingresos del Estado, recuperando impuestos suprimidos y
“apostando por una mayor recaudación basada en la progresividad fiscal”,
que no es otra cosa que un impuesto para que paguen más las grandes
fortunas españolas.
Zapatero abrió este último tema el 23 de mayo pasado, en un acto del
PSOE en Alicante, donde señaló que “a quienes más posibilidades
económicas tienen hay que pedirles más esfuerzo y así lo haremos”. Esta
señal abrió una polémica en su gabinete y provocó opiniones en contra
de Emilio Botín, presidente del Banco Santander, entre otros. El tema
quedó zanjado y el gobierno optó por dejarlo fuera.
Uno de los críticos de esta medida es Cristóbal Montoro, coordinador
económico del PP, quien en entrevista con Proceso aseguró que eso
generaría una “fuga de capitales”. Asimismo fustigó a los sindicatos por
considerar que “esta huelga es un error. Creo que será la última que
viva España”, porque “no es el momento de parar la economía, será más
perjudicial para España”.
Montoro aseguró que el problema en España “es la política del
presidente Zapatero, que ha conducido al país a un empantanamiento” del
que sólo se saldrá a través de “reformas muy profundas que este
gobierno no está en posición de acometer. Por tanto, debería dar paso a
unas elecciones generales para normalizar el estado de cosas”.
Mientras tanto Zapatero ni los sindicatos flexibilizan sus
posiciones. El primero dijo que no modificará la ley laboral tras de la
huelga. Tres días antes, el 10 de septiembre, la Federación
Agroalimentaria de Comisiones Obreras denunció que la empresa de jugos y
vinos Don Simón, del Grupo García Carrión, se convirtió en “la
pionera” en la aplicación de dicha ley despidiendo a 17 trabajadores de
su centro de producción en Murcia.
Las semanas previas a la huelga los sindicatos se movilizaron por
todo el país informando a los trabajadores sobre el paro del día 29,
explicó el vocero de la UGT. El 8 de septiembre Fernández Toxo explicó
en su conferencia en Nueva Economía Forum que hasta ese momento “5
millones de trabajadores” habían decidido participar en el paro. Aunque
hay colectivos que no se sumarán, como lo hizo saber el 9 de septiembre
la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos, la más importante del
sector.
Lo que es un hecho es que la buena relación entre los sindicatos y
Zapatero parece haberse estrellado contra el pavimento. Los mineros
calentaron el ambiente de esta huelga general con antelación al
denunciar el incumplimiento de pago de algunas empresas; para ello
protestaron con mítines, huelgas de hambre y con 13 mineros que se
encerraron en las galeras de una mina, a 200 metros de profundidad, en
León. Anunciaron que su huelga durará cuatro días, 22, 23 28 y 29 de
septiembre.
Fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/83758
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