Este mes se cumplen 200 años de la independencia de Chile de España.
Pero ¿estamos seguros de esta afirmación? Las fórmulas para continuar
apropiándose de las riquezas chilenas en estos dos siglos sólo han
cambiado en la forma, pero se mantienen igualmente eficaces que en el
periodo colonial. El Chile supuestamente soberano camina con una soga al
cuello: las transnacionales españolas, que tensan según les conviene.
Ellas controlan en la actualidad el sector de la banca y finanzas (BBVA y
Banco Santander); las comunicaciones con Telefónica; el sector
energético con Endesa; y además con una estratégica presencia, la pesca y
la acuicultura industrial.
Para el pueblo chileno, uno de los recursos más valiosos es el mar.
Éste ha sido históricamente explotado con grandes beneficios para las
empresas y negociantes españoles. Por ejemplo, con el salmón -rico en
omega 3, dicen en la propaganda-, que atraviesa congelado todo el
Atlántico, una vez engordado en los centros de cultivo ubicados el aguas
del Pacífico suroriental. Hoy el 98% de las producciones chilenas de
salmones y truchas se exportan a Japón, EE UU y Europa, lo cual señala
su nulo aporte a la seguridad alimentaria del pueblo chileno.
O el caso de la valiosa merluza del sur (merluccius australis), en
una situación muy crítica y cuya comercialización internacional se
encuentra bajo el control de un monopolio instalado en Mercamadrid que
-denuncian desde Chile- impone precios, tamaños, y logra que las
autoridades abran capturas en pleno periodo de veda de esta especie.
Frente a la aguda sobreexplotación de esta y otras especies, el nuevo
Gobierno chileno implementa «medidas de parche» -como dicen en Chile-
para frenar el creciente descontento social en las comunidades costeras.
Entre ellas, la sorprendente propuesta de decretar cuotas de matanza de
lobos marinos comunes (otaria flavescens), especie protegida por la
legislación chilena.
Según un eufemístico ‘Plan de manejo integral’ (directamente
influenciado por la industria salmonera y de pesca), una supuesta
sobrepoblación de lobos marinos sería la principal responsable del
colapso pesquero y la situación económica y social que afecta a más de
70.000 pescadores artesanales a nivel nacional. Dicen que los lobos
acaban con todo. Aunque según expertos independientes se trata de «una
medida sin asidero científico, ni racionalidad técnica, con la cual el
Gobierno intenta desviar la atención pública sobre su responsabilidad y
las causas de fondo que generan la actual destrucción marina y exclusión
social en aguas chilenas».
Los lobos marinos en cuestión, ciertamente, no votan. Y no tienen
capacidad de defensa en comparación con las empresas salmoneras, cuya
expansión -se ha demostrado- es la responsable, por un lado, de la
sobreexplotación de la principal pesquería chilena, el jurel, al ser
destinada a la alimentación de los salmones. Y por otro, la
contaminación que provocan es uno de los factores que amenaza la actual
recuperación de la mayor concentración de ballenas azules en el
hemisferio sur, ubicada en el archipiélago de Chiloé.
Lamentable (e ineficaz) propuesta para solucionar la sobreexplotación
de las pesquerías y la crisis del sector pesquero artesanal generada
por políticas de un Gobierno demasiado pegado -y plegado- a los
intereses empresariales que no conocen fronteras. La ciudadanía europea
debe apoyar a las organizaciones ambientales y sociales chilenas para
detener esta propuesta de genocidio de mamíferos marinos. No a la
matanza del bicentenario. Sí a la pesca artesanal.
Artículo publicado en El Correo.
http://gustavoduch.wordpress.com
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