(APe).- Postales de la vida cotidiana en el conurbano bonaerense.
Imágenes repetidas.
Imágenes naturalizadas.
Como si formaran parte del paisaje de siempre.
El pibe venía de jugar a la pelota.
Le metieron un balazo de escopeta por la espalda.
Ya
no habrá gambetas, esas tenues e imprescindibles alegrías en las vidas
de los chicos argentinos que no tienen mucho más que una pelota para
intentar alguna módica cuota de justicia.
El chico tenía catorce años y se llamaba Federico.
Fue en la esquina de Ivanoski y Torres, en el barrio Parque San Martín, en el oeste del conurbano, en la zona de Merlo.
Un vecino sacó el arma e hizo fuego contra el grupito de chicos porque entendía que estaban tirándole piedras a su perro.
Vida perra, vida inhumana la de cientos y cientos de chicos.
Aullidos de dolor en sus familiares y amigos.
Destino de la existencia deshumanizada donde un perro vale más que las travesuras de los chicos.
Los aullidos se convirtieron en bronca, impotencia y rebeldía contra la escritura inapelable de los perdigones.
Las crónicas periodísticas hablan que los seres queridos de Federico incendiaron la casa del supuesto matador.
-Lo vi morir…Era un nene hermoso, jugaba en Vélez-dijo Jacqueline, prima del chico asesinado.
Una de las vecinas confesó: “Empezamos a tirar piedras y a romper todo”.
La
madre del defensor del perro, la madre del asesino dijo: “Yo sé que lo
mató, no estoy diciendo que no, no te lo estoy negando”. La mujer contó
que su hijo “tenía una carabina del padre” y enfatizó que nunca había
tenido problemas en el barrio”, apuntaron las notas periodísticas.
¿Por qué los pibes como Federico valen tan poco para algunos buenos vecinos?
¿Por
qué la travesura de tirarle piedras a un perro merece el asesinato como
símbolo de justicia para un integrante de barrios populares?
¿Qué poder ha deformado los valores de tal manera en la Argentina del tercer milenio?
Hace rato que el desprecio por los pibes es una marca del sistema.
En
distintos puntos del planeta, las noticias hablan de chicas y chicos
entrenados para ser explotados y matados como si se tratara de recursos
naturales renovables.
Hay un acostumbramiento a la idea de maltratar a los pibes. Una creciente naturalización del dolor de los chicos.
Y
esa matriz cultural es dinámica y continua. Se mete en los cuerpos y
las cabezas de aquellos que hace rato que no saben para qué vivir si no
es para lo que impone el sistema.
Entonces Federico viene con sus
amigos de doce y catorce años de jugar a la pelota y ven un perrito. Le
tiran piedras y se encuentran con alguien que hace rato está colonizado
por los virus del desprecio que inocula el poder que se expresa a
traves de cierto periodismo, de cierta publicidad. Busca el arma del
padre y dispara.
Federico es uno más de los chicos despreciados y el buen vecino se convierte en asesino.
Así de simple, así de natural.
Tan natural como el mismísimo sistema.
Fuente de datos:
Diario Clarín 13-09-10
POST ORIGINAL DE :
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=4484:el-sistema-y-la-escopeta&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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