¿Acaso las madres somos concientes de nuestro
aporte a las tasas de natalidad, a los relevos generacionales, a las
guerras y los malditos ejércitos?, ¿nos damos cuenta de que creamos y
entregamos materia gris, sangre joven, carne de cañón o de diván, mano
de obra, fuerza de trabajo, esperanza, futuro...? No tenemos capacidad
de decisión sobre el porvenir de la población que generamos. La ley
religiosa y civil pretende convencernos de que no podemos elegir.
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