Los océanos de la Tierra son misteriosos y están poco explorados.
Muchos de sus habitantes nos son familiares pero sus localizaciones y su
número no están tan claros. Esto comienza a cambiar. En dos nuevos
estudios, Boris Worim de la Universidad Dalhousie ha realizado un
retrato muy detallado de la vida marina del planta, desde el diminuto
pláncton hasta las enormes ballenas. Y las conclusiones son
preocupantes. No invitan al optimismo sobre el mar del día de mañana, ya
que el cambio climático eleva lentamente la temperatura.
Daniel Boyce se concentró en alguno de los habitantes más pequeños y a
la vez más importantes: el fitopláncton. Estas diminutas criaturas son
la base de las redes alimenticias marinas, los cimientos sobre los que
estos ecosistemas acuáticos se construyen. Producen alrededor de la
mitad de la materia orgánica de la Tierra y mucho oxígeno. Pero están
desapareciendo. Con datos que se remontan hace 100 años, Boyce encontró
que la cantidad de fitopláncton ha caído un 1% cada año el último siglo
al calentarse los océanos, y cuando hubo algún cambio, éste fue a peor.
Nuestro planeta azul es cada vez menos verde.
Mientras tanto, Derek Tittensor realizó un estudio más amplio,
observando las distribuciones mundiales de más de 11.500 especies
marinas separadas en 13 grupos, desde los manglares y las praderas
marinas, tiburones, calamares y corales. Su gran censo revela tres
tendencias generales: las especies costeras se concentran alrededor del
oeste del Pacífico, mientras que las especies de alta mar se encuentran
sobre todo en latitudes cálidas, en dos bandas anchas a cada lado del
ecuador. Y lo único que influye en estos grupos es la temperatura.
Estos dos estudios juntos dejan a la vista un mensaje familiar -los
océanos calientes se verán en lugares diferentes. La subida de las
temperaturas marinas podría “reorganizar la distribución global de la
vida en el océano” y desestabilizar las redes alimenticias desde su
raíz. Este conocimiento no fue fácil de encontrar -es el resultado de
décadas de observaciones de datos, completando millones de mediciones.
El estudio de Boyce, comenzó en 1865, cuando un cura y astrónomo
italiano llamado Pietro Angelo Secchi inventó un dispositivo para medir
la claridad del agua. Su disco Secchi es muy simple -es un círculo
blanco y negro que se sumerge hasta que el observador no lo puede ver.
La profundidad revela la transparencia del agua, que está directamente
relacionada con el fitopláncton que contiene. Este método simple se ha
utilizado desde 1899. Boyce lo combinó con mediciones del pigmento de la
clorofila tomadas en tubos de ensayo y datos por satélite de la última
década.
Los datos de Boyce revelaron una tendencia muy preocupante. La
cantidad de fitopláncton ha caído alrededor del mundo a lo largo del
último siglo, particularmente hacia los polos y en el océano abierto. El
declive se ha acelerado en algunos lugares, y los números totales han
caído un 40% desde 1950. Sólo unos pocos lugares tienen poblaciones de
fitopláncton en aumento. Entre estos sitios destacan el océano Índico y
algunas áreas costeras en las que la industria fertiliza el agua,
produciendo grandes aumentos en el pláncton.
En un año la subida o el descenso del fitopláncton depende de grandes
eventos como El Niño. Pero a largo plazo, no hay nada que prediga la
cantidad de fitopláncton mejor que la temperatura superficial de los
mares. El fitopláncton necesita luz del sol para crecer, por lo tanto
está limitado a las capas superiores del océano y depende de que los
nutrientes suban desde aguas más profundas. Sin embargo, las aguas más
calientes tienen menos probabilidades de mezclarse de esa forma, lo que
mata de hambre el fitopláncton y limita su crecimiento.
Pero el problema no es sólo el fitopláncton. Tittenson descubrió que
la temperatura del agua dicta el destino de todas las especies marinas
en la cadena alimenticia, incluyendo animales como las ballenas que son
10.000 millones de veces más grandes. Estudió 13 grupos de plantas y
animales, incluyendo zoopláncton, praderas marinas, focas, pulpos y
tiburones. En su conjunto, estaban concentrados en lugares predecibles
del Caribe, sudeste de Asia y la costa australiana. Los animales que
recorren largas distancias como las ballenas, los calamares o el atún se
encuentran en latitudes lejos del ecuador, mientras que en el sudeste
de Asia se concentra la mayoría de los animales costeros, como los
corales, los manglares y los peces costeros.
Como se puede imaginar, varios factores tienen influencia en la
distribución de las diversas especies. Algunas partes del océano son más
productivas que otras, algunas son más ricas en oxígeno y otras tienen
climas más estables. Algunas especies podrían reaccionar ante
características geográficas específicas como la longitud de la línea
costera, mientras que otros podrían estar limitados a áreas específicas
por su historial evolutivo. Pero lo único que explica los patrones de
diversidad de los 13 grupos es la temeperatura superficial del mar.
Ninguno de los otros factores tuvo un impacto similar.
En general, las aguas más calientes tenían más probabilidades de
tener una mayor diversidad de especies marinas, con la excepción de
focas o leones de mar que están especialmente adaptados a aguas más
frías. Pero incluso con un censo tan grande como este, Tittensor sólo ha
podido conseguir una idea muy somera del panorama oceánico. Un sondeo
más concienzudo debería incluir grupos de los que no se tienen grandes
datos, incluyendo las especies de profundidades, los invertebrados y
otros cefalópodos, así como bacterias y virus. Mientras tanto, los
patrones existentes son meras correlaciones y necesitan ser comprobados a
un nivel más detallado.
De todas formas, los resultados sugieren que los cambios en las
temperaturas oceánicas podrían afectar de forma importante a la
expansión de las especies oceánicas. Por el momento, las partes azules
del planeta tienen que lidiar con amenazas más inmediatas. Tittensor
descubrió que las áreas ricas en vida son también aquellas más afectadas
por la actividad humana, incluyendo contaminación o destrucción del
hábitat. Y como Boyce demostró, las aguas calientes ya se han cobrado su
peaje sobre el fitopláncton en la base de la cadena alimenticia. El
momento de actuar ya está aquí si queremos preservar la vida marina.
fuente, vìa :
http://cienciatraducida.wordpress.com/category/medio-ambiente/
http://cienciatraducida.wordpress.com/category/medio-ambiente/
No hay comentarios:
Publicar un comentario