En la pasada semana, al cumplirse los primeros cien días del Gobierno
de Piñera, y en algunos de los casos con apenas unas horas de
diferencia, el país tuvo oportunidad de atestiguar, o más bien
experimentar en carne propia, el pleno despliegue de lo que significa un
gobierno de derecha, incluida la irrefrenable sobre-exposición
mediática del Presidente, por más que ésta responda a un diseño
deliberado, concebido con la precisa finalidad de ocultar esa evidencia.
Los hechos en cuestión son el proyecto de ley de reajuste
del salario mínimo de 3%, por debajo de la inflación esperada; la
insólita justificación de los despidos en el sector público; la cuarta
alza consecutiva en el transporte público de Santiago; el trámite
parlamentario del proyecto de ley de reconstrucción; las contradicciones
entre el discurso de Piñera y lo que hacen sus ministros, y el circo
mediático del Presidente, quién se trasladó a Dichato para disfrazarse
de damnificado, pernoctada en mediagua mediante.
De
entrada, y sin mediar diálogo con la CUT, reemplazado para el efecto por
una “comisión de expertos”, el Gobierno envió a trámite parlamentario
un proyecto de ley que eleva el salario mínimo de 165 mil a 170 mil
pesos, equivalente a un 3% de reajuste.
El revuelo que
suscita anualmente la determinación de este indicador de referencia
obedece a que el capitalismo rampante que tenemos por modelo de
“desarrollo” asume crecientemente el salario mínimo como salario medio, y
por tanto, disputa ferozmente hasta el último centavo, con el pretexto
de que así defiende el empleo y por ende, combate a la pobreza;
argumento no sólo pobre de solemnidad, sino de una refinada hipocresía.
Regateo
miserable
El Ministro de Hacienda, que tiene sendos
MBA y Ph.D. en Harvard, sabe positivamente que el empleo no depende del
monto del salario, y menos del salario mínimo, sino de los ciclos de
actividad de la economía.
Cuando el ciclo está en fase
expansiva, el capital está dispuesto a contratar trabajo sin parar
mientes en su costo relativo, pues lo asume integrado en el valor total
de la mercancía, cualquiera sea su naturaleza, que necesita colocar
urgentemente en el mercado, precisamente por imposición del frenético
ritmo del ciclo.
A la inversa, cuando el ciclo entra en
fase contractiva, el trabajo, con abstracción de su precio relativo, se
transforma en una carga para el capitalista, y de ahí la obsesión del
miope e insaciable empresariado nacional por “flexibilizar” aún más una
legislación laboral entre las más flexibles del mundo. Eso es lo que
explica la elevación de la tasa de desocupación y no el monto del
salario mínimo, como ni el Ministro de Hacienda ni ninguno de los
“expertos” puede ignorar. Pero eso no impide que repitan como un mantra
que un aumento “excesivo” del salario mínimo afecta el empleo.
El
punto donde no se equivocan el Ministro de Hacienda, los “expertos” y
los empresarios es que el precio del trabajo y la tasa de ganancia
tienen una relación de inversa proporcionalidad. A menor monto del
salario, mayor es la tasa de acumulación y ganancia del capital, y de
ahí el patético espectáculo que ofrecen en junio de cada año, cuando
regatean migajas de un salario que apenas bordea la subsistencia.
Recorte
salarial
Aprovechando la embriaguez de los chilenos
con la marea roja, el gobierno encajó la cuarta alza consecutiva en el
precio del transporte metropolitano, la cual, con respecto a enero,
totaliza un 21,05% en horario bajo; un 25% en horario valle y un 21,7%
en horario punta, con un promedio de 22,5% para los tres horarios.
Los
cien pesos de diferencia en el horario medio, significan seis mil pesos
para 60 viajes, o si se prefiere, 30 viajes de ida y vuelta, o sea, un
viaje diario de ida y vuelta en un mes. En suma, el reajuste del salario
mínimo ofrecido por el Gobierno, ni siquiera cubre el alza del
transporte en el mes.
Eso sin considerar que a mayo, el
IPC oficial alcanzaba 1,7%, lo que sumado el mes de junio,
necesariamente elevado por la propia alza del transporte, el acumulado
excederá fácilmente el 2%. Como el salario mínimo en proceso de fijación
se extenderá hasta junio de 2011, se deduce que, una vez más, el
gobierno decidió ajustar las variables de la economía por la vía del
recorte salarial.
Lo mismo se desprende de la comparación
de dos indicadores expresados como índice, ambos con 2009 como base 100.
Mientras el índice del IPC alcanza 127, el de remuneraciones alcanza a
102. La diferencia es pérdida neta de poder adquisitivo del salario.
En
el extremo opuesto de la ecuación el promedio de utilidades del primer
trimestre de las sociedades anónimas que cotizan en bolsa alcanzó el
34%, por más que las diez primeras empresas del ranking expliquen la
mitad de las utilidades y el 87% del incremento global.
En
rigor, nada nuevo, porque el ajuste estructural se viene aplicando de
modo invariable desde abril de 1975, partida de nacimiento del modelo
neoliberal.
Hablar es gratis
Lo
novedoso es la autonomía del discurso y su predominio sobre el mundo
real, producto, entre otras variables, de la abrumadora concentración
del sistema de medios de comunicación, en poder de la derecha.
Una
observación cuidadosa muestra que estos caballeros no sólo tienen
explicación para todo, sino que invariablemente se escudan en el
arbitraje de “expertos” que nadie sabe quién les concedió el título.
En
el caso del alza del transporte, lograron meter la mula de que obedece a
los frescos que no pagan. El Ministro de Transporte agregó escueto: “la
comisión de expertos determinó esta alza para equilibrar el déficit del
sistema”.
Lo mismo para la fijación del salario mínimo.
La respectiva comisión de expertos determinó ese monto después de
ponderar variables como inflación, ciclo económico y productividad. Pero
el reajuste resultó tan mezquino, que fue rechazado por la Comisión de
Hacienda de la Cámara de Diputados, incluido un independiente de
derecha, sin perjuicio de que tres diputados de la UDI adelantaron su
oposición en sala.
Piñera comprometió, en el discurso del
21 de mayo, un ingreso familiar de 250 mil pesos. Pero como hablar es
gratis y el papel aguanta todo, se ufanó de haber “ dado pasos
gigantescos en la implementación del ingreso ético familiar”, en el
balance de sus primeros cien días de gobierno.
Sólo que,
según parece, esos pasos pasan por medidas burocráticas, tales como “un
instrumento nuevo, focalizado y eficaz para ayudar eficazmente a esos
tres millones de chilenos que siguen viviendo en condiciones de
pobreza”, una reformulación de la ficha de protección social y la
creación de un nuevo Ministerio de Desarrollo Social, antes que por
incrementar el ingreso de los pobres.
Esa irritante
irresponsabilidad en el abuso del discurso aparece en todo lo que toca
el gobierno, que borra con el codo lo que escribe con la mano.
El
Ministro de Salud aseguró a dirigentes del Frente de Defensa de la
Salud Pública, que sacaría el complejo Barros Luco-Trudeau y Exequiel
González Cortés de la lista de hospitales concesionables. De eso incluso
hay una grabación. Pues bien, a los dos días, declaró a la prensa que
esos eran los primeros hospitales del programa de concesiones.
Piñera
sorprendió a la cátedra con el anuncio de la eliminación del 7% de
cotización de los jubilados. Al poco andar, el director de Fonasa dijo
que el beneficio consistía en una reducción parcial, para los mayores de
70 años con pensiones menores de 150 mil pesos.
Sobre la
extensión del postnatal a seis meses, la ministra del Sernam se encargó
de aclarar que sólo se trataba de “adaptarlo y flexibilizarlo”.
En
la sesión especial de la Cámara de Diputados, Lavín justificó los
despidos en el Ministerio de Educación, aduciendo un excesivo número de
periodistas y abogados, en circunstancias de que la mayor parte de los
despidos corresponde a supervisores.
Sin embargo, no
pasaron dos días antes que Piñera, quién se comprometió a que no habría
despidos por motivos políticos en la administración pública, -lo cual
también está grabado- saliera a desmentirlo, con el argumento de que los
despidos correspondían al “vaciamiento de operadores políticos”, los
que serán reemplazados por “innovadores y emprendedores”.
Obviamente,
esos “innovadores y emprendedores” son los funcionarios que la derecha
está contratando para reemplazar a los despedidos.
Lo
propio sucedió con el trámite del proyecto de ley de reconstrucción.
Con
ese histrionismo apuntalado con lugar común que ya le es
característico, Piñera parafraseó a Frei Montalva, en cuanto a que no se
humilla quién pide por la patria, y a caballo de esa frase llamó a
aprobar la extensión de la invariabilidad tributaria por otros ocho
años, a las grandes transnacionales del cobre.
En la
discusión en la sala, los senadores de la derecha adujeron que la medida
permitirá recaudar 700 millones de dólares en los próximos tres años, y
cinco mil millones hasta 2025.
Probablemente cierto. Pero
una media verdad es frecuentemente más equívoca que una mentira
completa.
Lo que no dice ninguno de estos caballeros es
que el incremento de las ganancias que la ampliación de la
invariabilidad tributaria permitirá a las grandes transnacionales del
cobre, es correlativo a las pérdidas que con ello experimentará el
erario nacional.
¿Quién los autoriza a jugar así con el
patrimonio de todos los chilenos?
Cuatro años eternos
Esto
tampoco es novedad, pues esté en el ADN de la derecha: implacable con
los pobres y avasalladora con los débiles; complaciente con los grandes
intereses y sumisa con los poderosos.
Encima, Piñera
simula que durmiendo una noche en una mediagua, y parloteando en jerga
mundialera, los problemas desaparecen porque somos todos graaaaandes y
todos somos uno.
Pero no se come con explicaciones ni se
construye con discursos.
Si después de 35 años de
aplicación de un modelo económico, la media estadística del desempleo no
baja del 10% y se considera que un sueldo mínimo de 185 mil pesos es
excesivo, quiere decir que no sirve, y hay que cambiarlo.
El
problema es que hay un gobierno de derecha, y peor aún, elegido en
comicios inobjetables desde el punto de vista democrático.
Por
más que Piñera haya sido obtenido aproximadamente el 25% de los
habilitados para votar, igual está donde está por voluntad de los
chilenos.
¿No querían gobierno de derecha? Pues ahí lo
tienen, desplegado en todo lo que significa.
Por fortuna,
no hay mal que dure cien años. Por virtud de la paradoja, la propia
ambición de Piñera no estuvo ausente en la reducción del período
presidencial a los actuales cuatro años, que a juzgar por lo que ha
sucedido en los primeros cien días, igual se harán eternos.
-
Fuente: http://www.diarioreddigital.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=556:ino-querian-gobierno-de-derecha&catid=53:analisis&Itemid=69
No hay comentarios:
Publicar un comentario