La Historia demostrará que lo mejor que ha podido sucedernos a los
boricuas es que un sector mayoritario de los electores haya optado por
escoger en el 2008 a un equipo de políticos serviles que actúan cual
enfermos mentales o, en el mejor de los casos, como meros ineptos
quienes, a su vez, escogieron a una manada de mediocres al servicio
incondicional –todos ellos– del gobierno interventor de Estados Unidos.
Basta con observar la inseguridad con la que se expresa
quien se dice que es el Gobernador de la hoy día desafortunada nación
caribeña, la vulgar desfachatez que irradia el presidente del Senado y
la nerviosa ira y la mirada vacilante que caracterizan al Jefe de la
Policía colonial. Eso es sin duda lo mejor que ha podido sucedernos y
nos conviene que la situación empeore; se lo aseguro.
Cuando, a
raíz del ataque a tiros en el hemiciclo de la Cámara de Diputados de
Estados Unidos por militantes del Partido Nacionalista de Puerto
Rico-Movimiento Libertador el 1ro de marzo de 1954, el periodista
Teófilo Maldonado le pidió a Albizu su reacción, el prócer le dijo que
“nuestra paciencia” había confundido a los yanquis. “Nuestra fe en el
Derecho –le explicó–, nos dio una infinita paciencia para resistir los
desmanes del poder ocupante norteamericano. Esa paciencia nuestra ha
confundido a los dirigentes de Estados Unidos que nos catalogaron entre
los pueblos pasivos de la Tierra y los llevó hasta la insolencia de que,
siendo víctimas de su imperio, pretender reclutar a nuestros hijos por
la fuerza para servir a sus fines imperialistas en el mundo entero”.
Por
vernos tan pacientes, tan pasivos, tan sumisos, el gobierno interventor
no esperaba una respuesta a tiros del Movimiento Libertador a sus
atropellos y agravios, a solo cuatro años de la insurrección de octubre,
como no lo esperan sus marionetas del actual gobierno colonial. No lo
esperan porque han observado que los boricuas poseemos una inigualable y
nada envidiable capacidad para soportar y asimilar las tropelías del
enemigo invasor y hasta de sus incondicionales espoliques. Cierto es que
tenemos un envidiable historial de heroico combate militar incluso en
climas de bajas temperaturas a pesar de nuestro origen tropical, pero
eso ha sido a las órdenes del colonizador y en defensa, no de nuestros
intereses, sino de los suyos. El invasor sabe que somos capaces de
asimilar numerosas humillaciones y abusos de poder, como lo demuestra el
hecho de que el ya extinto Ejército Popular Boricua-Macheteros nunca
llegó a asestarle al enemigo un merecido golpe, ni siquiera un jab, en
represalia por el asesinato de su comandante, Filiberto Ojeda Ríos. En
un acto de incomprensible imprudencia –por decir lo menos–, un supuesto
sustituto de Ojeda Ríos se conformó con anunciar para consumo público
que la hoy difunta organización clandestina estaba en espera de que el
Pueblo le dijera cómo responder ante semejante acto de terrorismo de
Estado.
Mientras el supuesto comandante Machetero espera
pacientemente instrucciones de la patria de Albizu, de Betances y de
Antonio Valero de Bernabé, el yanqui se afinca cada día más y el servil
gobierno colonial pone en precario las principales entidades culturales
del país; desmantela la estructura gubernamental de indispensables
servicios que el Pueblo necesita con urgencia; se esmera en mejorar las
finanzas de sus benefactores y carga a palo limpio contra quienes osan
oponerse al ultraje. Todo esto lo hace a rajatabla bajo el manto
protector de una terrorista Fuerza de Choque de un cuerpo policial bajo
el mando de un agente del notorio FBI, el mismo FBI que emboscó y
asesinó en su propia casa a Ojeda Ríos –el heredero histórico de Albizu.
Pero
no vaya usted a creer que el jefe del terrorismo policial se anda con
disimulos. Así como el FBI seleccionó el día de la conmemoración de la
insurrección boricua contra el imperio español para asesinar a Ojeda
Ríos; así como el Gobernador de turno años antes había calificado de
“héroes” a los policías asesinos del Cerro Maravilla, el nervioso y
vacilante jefe de la policía también ha llamado “héroes” a los
subalternos que se amotinaron hace unos días en un hotel de lujo de la
capital y atacaron con macanazos y gas pimienta a estudiantes y
trabajadores indefensos que protestaban pacíficamente –como no nos
cansamos de hacerlo– por los abusos que venimos encarando estoicamente,
hora tras hora.
Más aún, el segundo en mando en la policía
terrorista colonial demostró su grado de valentía personal cuando
procedió a patear en los genitales –para luego negarlo y después
justificarlo– a un estudiante que gritaba de dolor mientras otros tres
policías terroristas lo mantenían inmovilizado en el piso luego de
propinarle tres descargas eléctricas. ¿Qué fuerza moral tendría un
supervisor para disciplinar a sus subalternos cuando, transformado en
bestia, disfruta de violar la ley y el propio reglamento por el cual se
supone que él y los otros se rijan? Funcionarios como ese necesitamos
con urgencia en todas las entidades gubernamentales, pues al pueblo de
Puerto Rico le conviene que todo esto continúe y que cada día sea peor.
Antes que pedir la renuncia o la destitución o el encausamiento de ese
superintendente auxiliar, los independentistas debemos pedir que lo
nombren secretario de justicia, mejor aún que nada sepa de Derecho.
Por
fortuna ya empiezan a brotar visos de que estamos comenzando a
impacientarnos como Pueblo, aunque sea un poquitín –comenzando, sí, pero
algo es algo. Hasta personas de tendencias conservadoras ya se
preguntan, si bien retóricamente y por lo bajo: “cuándo alguien le dará
su merecido a esta gente”, en referencia a los abusadores jitlerianos de
la policía colonial y a los serviles traidores de la patria. Algunos
recuerdan que, hace unas décadas, el comandante mismo de la fuerza de
choque murió a tiros durante uno de los amotinamientos policiales dentro
de los predios de la Universidad de Puerto Rico y que, unos años antes,
dos boricuas habían atacado a tiros la propia Casa Blair, residencia
provisional del presidente de la metrópoli.
Pero la triste
realidad es que, para que eso ocurra, para que el Pueblo se levante con
piedras en las manos y CESE DE DIRIGIR LA VIOLENCIA DE SUS ARMAS HACIA
SÍ MISMO, falta mucho por suceder, tratándose como se trata de una
nación que desconoce sus propios actos heroicos o, cuando los conoce,
los rechaza porque es lo que le han enseñado; una nación que se ha
acostumbrado a las falsas dádivas de sus explotadores; que arrastra la
rémora del “Ay bendito”; que acepta lloroso y resignado, porque confía
en los tribunales, que un invasor asesine impunemente a sus ídolos.
Para
que el Pueblo opte por rebelarse, los electores deberán haber cambiado
al actual Gobernador mequetrefe por la versión boricua de Hitler que
tienen en el Senado; haber soportado por varios años más los bárbaros
insultos y atropellos de muchos otros funcionarios designados y de
políticos electos mediocres y engreídos, así como más patadas en los
genitales del Pueblo, mientras más fuertes, mejor. Años después de que
esto suceda, cuando ya los amotinamientos de las fuerzas de “la ley y el
orden” complementadas por militares de la llamada Guardia Nacional y
los insultos groseros de políticos yanquis y nativos sean cosa
cotidiana, cuando nos percatemos de que, por nuestra paciencia, hemos
sido por décadas el hazmerreír del resto de la América Latina, entonces
finalmente comenzaremos a ponernos de pie y, como el Pueblo haitiano,
atacaremos a palos y pedradas a nuestros propios duvaliers y echaremos
de nuestras conciencias al yanqui colonizador.
Así pues, ¡que
vivan los mediocres y que sigan los abusos!
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/05/puerto-rico-que-sigan-los-abusos.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario