El presidente Sebastián Piñera encabezando una coalición de la centro
derecha, pronunció un discurso lanzando un programa que involucra un
considerable riesgo político por la dimensión ambiciosa de la agenda y
su escasa relación con los programas de las anteriores administraciones.
Tomemos apenas tres ejemplos para sustentar lo anterior.
Dos revoluciones mayores, en educación y en Salud, y la modernización
del estado, son desde ya metas ambiciosas a más no poder para cualquier
nación y está bien que lo sean. El presidente que reemplaza a 20 años de
presidentes de una misma coalición debe marcar la diferencia radical en
el enunciado de transformar un país, independiente de que existan las
condiciones para hacerlo.
La pregunta que podría formular
cualquier ciudadano preocupado de su bienestar y de la salud del país
es: ¿Cuánto de lo planteado es factible?
John Shawcross un alto
ejecutivo de UNICEF Dacca (Bangladesh), me advertía en 1976 que “lo
mejor era concentrarse en hacer a lo máximo tres o cuatro cosas bien y
evitar la dispersión”. Al final se dispersó el discurso. Por el apremio
de la hora, al describir los siete ejes del programa alcanza a nombrar
el primero y continúa, sin nombrar el segundo, el tercero, el cuarto y
así sucesivamente. Parecía discurso de campaña. Es apenas un discurso, y
sería inapropiado pensar que es una tendencia de gobernar, sin embargo
quién haya estructurado el discurso debió anticipar una jerarquización
diferente de ideas en relación al tiempo.
El discurso tuvo
reminiscencias de los pronunciamientos del ultra neoconservador Dick
Cheney en la disputada elección del 2000 en EEUU, insinuando un corte en
la historia al posicionar un antes y un después a partir de la nueva
administración que asume.
Al final de una solemne intervención en
el congreso nacional conteniendo una mixtura de fervorosa arenga
política de la campaña y el anuncio de las tareas principales de su
administración, una pregunta quedó girando: ¿ Los 20 años de gobierno de
la coalición de centro izquierda llamada Concertación fueron dos
décadas perdidas respecto a los 16 años de dictadura militar?
En
el caso de que hubiera sido el mismo Sebastián Piñera parte de la
audiencia, con su pragmatismo y sagacidad de empresario lo habría
percibido como una exageración, al menos que lo planteado
deliberadamente esté apuntando hacia la refundación de una nación.
Es
así que al pronunciar a menudo el concepto de –“Generación del
Bicentenario”- reafirma ese objetivo velado (de refundar) en su
formulación directa, para no dañar el protocolo, aunque expresado en un
gigantesco programa. Para alguien con poca o nula información sobre
Chile, le habría parecido que más allá del terremoto, poco y nada ha
sucedido en la construcción de una nación moderna.
Como son
apenas cuatro años para comandar ese ambicioso proceso, queda claro que
la coalición de centro derecha con este programa ambiciona quedarse por
varios períodos presidenciales.
No es de extrañar esta idea de la
centro-derecha de permanecer un tiempo largo en el poder con la idea de
llevar a cabo profundas transformaciones. La nación chilena ha vivido
entre refundación y refundación desde “la revolución en libertad” del
presidente demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva (1964-1970) de la
década de los años 60. El gobierno de Frei Montalva claramente sucedía a
una administración que se había derechizado hasta los límites de la
gobernabilidad. Después emerge otra refundación con el proyecto
socialista de Salvador Allende que terminó en un golpe de estado
incitado y apoyado por EEUU, que a su vez da pie a la dictadura militar
de Pinochet. Este gobierno también entregó una perspectiva refundacional
con el objetivo de erradicar cualquier vestigio de doctrina socialista
durante los 16 años en que se mantuvo en el poder.
Al gobierno
militar le sucede una coalición de centro izquierda –La Concertación de
Partidos por la Democracia- que excluye la participación de la izquierda
comunista, la izquierda cristiana y los socialistas allendistas,
inaugurando un período político denominado de los consensos con el
objetivo de refundar la democracia. Una democracia, digámoslo claro,
bajo la amenaza permanente en los primeros 9 años de un golpe militar,
mientras el general Augusto Pinochet se mantuvo activo como senador
designado. La Constitución promulgada por el gobierno militar en Chile,
permitió hasta la reforma de 2006, que los ex -presidentes y otros
miembros de la cúpula del poder del estado accedieran a los cargos de
senador sin elección popular.
Aunque muy presionada por la
oposición de derecha, los gobiernos de la Concertación también
manifestaron en diversos tonos la idea de refundar. Si se analizan los
discursos presidenciales en los comienzos de todas estas
administraciones, el sabor es a una nación joven que no está satisfecha
con lo hecho y que promete a sus ciudadanos un mejor futuro a través de
una profunda transformación.
La Concertación con sus 20 años en
el poder pudo haber refundado esta nación, sin embargo la pregunta clave
que se debe hacer es prácticamente inocua: ¿Refundar qué? La
Concertación no arrastra en su interior ni la convicción, ni la
sustentación para refundar la nación chilena formulando propuestas como
las que se están intentando hacer en Bolivia, Ecuador o Venezuela. Los
valerosos esfuerzos de la Concertación apuntaron principalmente a
disminuir las desigualdades, mejorar la situación de los derechos
humanos y perfeccionar la democracia. La fuerte oposición de derecha,
muy similar a la derecha republicana que le hace la vida imposible a
Barack Obama para implementar reformas, no dio respiro a la Concertación
- hay que decirlo- para adoptar una agenda más agresiva que permitiera
reformular las determinantes económicas y hacer que el sistema adquiera
una fisonomía más humana.
El único gobierno realmente
refundacional que ha habido en Chile fue el que formó el radical Pedro
Aguirre Cerda (1938-1941) en alianza con comunistas y socialistas hace
más de 70 años bajo el Frente Popular entregándole un sello de
modernización institucional al país y haciendo un giro hacia la
industrialización. El retrospección, es el único gobierno del siglo
pasado que podría definirse como el que le aplica una reingeniería al
país.
Los gobiernos que le sucedieron hasta el del conservador
Jorge Alessandri R. (1958-1964), impulsaron iniciativas más bien
accesibles y moderadas con menos ambición de objetivo y dimensión. El
advenimiento de las comunicaciones y la publicidad afectó la conducta en
las esferas de la conducción de la política, imponiéndose la fuerte
dominación de la mercadotecnia en la estrategia política. Lo importante
es quién lo dice y cómo lo dice, es menos relevante lo que se dice.
El
defecto del discurso presidencial del 21 de mayo de 2010 no es un
defecto del presidente Piñera. Pertenece al menú de sistemas precarios
en el país y en continuar con una cuenta anual presidencial que está mal
planteada en su origen. Lo administrativo invoca lo político, y esto
último no alcanza para contextualizar lo administrativo, terminándose en
generalidades sin especificidad.
La cuenta, o es política
destacando líneas gruesas a seguir en la conducción administrativa. O,
en vez, es una acotada cuenta del funcionamiento del país seleccionando
los temas políticos de más relevancia. La mezcla es nociva como
documento útil, considerando que la solemnidad le resta espacio para la
especificidad.
En esta primera cuenta se cruzó el terremoto y
obligó a la mezcla. Había que demostrar que se estaba haciendo algo, y
como el período era corto había que mostrar la agenda.
Si fuera
por este discurso, el gobierno demuestra que no está funcionando en algo
esencial: explicar con claridad.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/05/chile-21-de-mayo-de-2010-el-primer-gran.html
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