Nada que celebrar. Nada que vivar.
Ni la patria que nos excluye, ni la nación artificialmente construida
sobre los huesos de las víctimas en procesos de exterminio. El
Bicentenario que desde el oficialismo y desde cierta oposición hoy se
celebra en Argentina, no es más que la recuperación de un proyecto de
exclusión, proyecto de un pequeño y reducido número de “patriotas” a
quienes la patria, o mejor dicho el pueblo, que en este suelo habitó y
habita, poco les importa. No les importó en mayo de 1810, cuando de
puertas adentro del Cabildo solo se apuraron a negociar el reparto de
una tierra que quedaba librada a su suerte, y no les importa hoy, en
este mayo de 2010, cuando en nombre de aquella supuesta Revolución, el
territorio se sigue rifando al mejor postor. La exclusión de
importantes sectores sociales entonces continúa y se perpetúa en una
orgía de despilfarro.
Mientras quienes se morían de hambre
entonces, hoy, 25 de mayo de 2010, se siguen muriendo de hambre en un
territorio capaz de alimentar a 10 veces su propia población. Quienes
hoy celebran el Bicentenario son los herederos de quienes impusieron un
modelo de país basado en el genocidio, la persecución, el hambre, el
desempleo, las desigualdades, entre otras calamidades.
Hoy como entonces se sigue pagando la deuda externa,
mientras se sigue postergando por los siglos de los siglos la deuda
interna por la que los pueblos originarios siguen muriendo, los pobres
siguen muriendo, los desfavorecidos del sistema siguen muriendo, los
indigentes siguen muriendo, los “nadies”, aquellos nadies que tampoco
en 1810 tuvieron acceso al Cabildo, hoy tan celebrado, ilustrado y
homenajeado.
Hace
exactamente un año expresaba que el bicentenario no era mi proyecto sino el de una
burguesía que moldeó el país a su imagen y semejanza. A diferencia
de 1810, lo que si podemos afirmar, es que hoy, grandes sectores
sociales se agolpan ante los poderes establecidos y exigen que el
“Cabildo Abierto” sea inclusivo a todos los habitantes del suelo, hoy
denominado Argentina. Desde hace muchos años, aunque hoy más dispersos
que en los 70, distintas expresiones del campo popular, piden a gritos
la construcción de otro modelo social, la construcción de otras
relaciones sociales, de otro modo de producción distinto al capitalista,
modelo que comenzó a moldearse justamente ese 25 de mayo de 1810,
cuando algunos “patriotas”, lejos de “hacer patria”, buscaban la mejor
forma de incluirse en ese mundo capitalista que comenzaba a rodar.
Recordemos que ese mundo
capitalista naciente y que hoy sufrimos en ciclos de interminables
crisis a lo largo y ancho del planeta, tuvo sus orígenes en procesos que
van desde la Revolución Industrial en Inglaterra, la Revolución
Francesa en suelo galo y la Independencia estadounidense con su
posterior Constitución y unas declaraciones de derecho bastante
cuestionables, sobre todo el de la propiedad que cercó las tierras y
animó a las elites locales a establecer fronteras hoy minadas de muros
infranqueables por el ciudadano de a pie. Decía, entonces, que los
patriotas del Cabildo abierto de mayo de 1810 nunca buscaron la
construcción de un Estado inclusivo. Quizás, quien más se acerco a un
ideal semejante, haya sido Mariano
Moreno, asesinado algunos meses después de instaurada la Primera
Junta de gobierno de la que era parte, justamente por sus propuestas
que para la época, sí se presentaban como revolucionarias. Hoy, el
ideal de mayo se acerca más al autoritarismo de Cornelio Saavedra,
primer presidente “patrio”, que al modelo morenista descrito en el Plan Revolucionario de Operaciones.
El
despilfarro del Bicentenario en el espejo de la marcha de los pueblos
Los desmedidos festejos de un país que no tiene nada
que celebrar contrastan con la marcha, que desde todos los rincones del
territorio, realizan los pueblos originarios para exigir que sean incluidos
en el proyecto nacional. Es que hay que repetirlo una y otra vez: el
Bicentenario no es una celebración que incluya a todos los habitantes
del Estado argentino. El nacionalismo expresado en las miles de
banderas celestes y blancas y en los
stands prolijamente colocados a lo largo de la Avenida 9 de Julio,
en Buenos Aires, contrastan con las banderas multicolor que
representan a los pueblos originarios y que se hicieron presentes el
viernes 21 de mayo en la Plaza del Cabildo. Una vez más se exigió que
el Cabildo Abierto fuera para todos y todas. No basta con las
declamaciones de la presidenta para que un país de la noche a la mañana
termine con 200 años de oprobio, silencio, genocidios y dictaduras,
exclusión, desnutrición, desempleo… No basta con congregar a la clase
media a la Plaza de Mayo a los fines de evocar un Cabildo, que
repetimos, es excluyente por naturaleza.
Alguien
dijo alguna vez que La Plaza (de Mayo) es del pueblo. Y el pueblo pide a
gritos, desde hace 200 años ser incluido en la discusión sobre el
proyecto de país que se quiere construir. Mientras la administración
Kirchner, último eslabón de una larga cadena del Estado burgués, sigue
pagando la deuda externa, 200 años después, la única deuda que debe
pagar este Estado, que es la deuda interna, no solo no ha sido pagada,
si no que sigue siendo relegada para un futuro indefinido.
Darío Aranda, en el diario Página 12, puso negro sobre blanco el reclamo de
los pueblos originarios: “… el reclamo, unívoco y contundente, fue el
mismo de los últimos dos siglos: tierra, rechazo a las empresas que los
desalojan, respeto a su cultura ancestral y justicia frente a los
atropellos del pasado y el presente”. Y un canto que al unísono sonó en
todo el territorio: “La tierra, robada, será recuperada”, con sus ecos
repetidos en cada rincón donde habita una comunidad aborigen, grito
que desde el Noroeste argentino suena con más fuerza cada vez que se
recuerda al último asesinado por el afán de dominio y conquista. Es que
el asesinato a sangre fría del Cacique Javier Chocobar, justamente un 12 de
octubre (de 2009), seguirá siendo la bandera que hoy, 200 años después
de 1810, resuene en los oídos de la dirigencia política que sigue
mirando al otro, al originario, al aborigen, con el mismo desprecio con
que lo miraban muchos de los “héroes patrios” del Cabildo Abierto.
Las penas siempre fueron de nosotros, los recursos fueron (y son)
ajenos
El cantor y compositor
Atahualpa Yupanqui componía hace muchos años “El Arriero” y como
conectando pasado, presente y futuro, expresaba mejor que nadie lo que
significaba la construcción de este Estado surgido del Cabildo Abierto
del 22 de mayo de 1810. Simple, sencillo y contundente Yupanqui lo
afirmó con justeza: “Las penas y las vaquitas, se van por la misma
senda, las penas y las vaquitas, se van por la misma senda, “las penas
son de nosotros, las vaquitas son ajenas”.
Y la tierra, y el petróleo, y los recursos
naturales, y los alimentos, y... las penas, desde hace 200 años y más,
siguen siendo de nosotros, del pueblo llano, de los pobres, de los
aborígenes, de los desocupados, de los niños que se mueren por
desnutrición, de los ancianos que con una magra jubilación no solo no
llegan a fin de mes si no que ven como el Estado es ineficiente en
materia de salud y servicios, donde la educación ha sido desmantelada,
donde todo se vende y se rifa al mejor postor, incluidos los sueños de
los “nadies”. 200 años y seguimos penando por las vaquitas que se van
al extranjero. Y esto, hay que repetirlo a viva voz una vez más, esto,
no es motivo de celebración alguna. Una nación o un Estado no pueden
construirse sobre los cimientos de tales injusticias.
Pero seamos claros en que
ese es el Estado que comenzaron a moldear el 25 de mayo de 1810 y que
hoy celebra la burguesía argentina volcada en las calles con un espasmo
nacionalista que no se condice con la realidad.
MoviStar
auspicia la “Independencia” argentina
Pero
vayamos un poco más allá y pongamos un ejemplo claro de todo esto que
se afirma. Recientemente tuve la oportunidad de ver un “documental”, si
puede llamársele así a una producción de la televisora privada
argentina, en el cual, un autoproclamado historiador, como Felipe Pigna,
intentaba explicar, de manera muy simplista y con un discurso entre
facilista, elemental e infantil, el proceso de Independencia de
Argentina.
El título de la saga es incluso
hasta oprobioso con la historia reciente de nuestro país: Algo habrán hecho, frase que nos recuerda a la vil
justificación de la última dictadura para hacer desaparecer a 30.000
militantes sociales. Como decía, el pretendido documental narra de
manera lineal una historia con escaso conflicto interno, sin debate
alguno sobre la construcción del Estado, una gesta revolucionaria digna
del mejor guión de Spielberg. El hecho en sí es que este trabajo,
liviano y fácil de digerir para la clase media argentina, es auspiciado
por MOVISTAR, empresa española corresponsable del desguace del Estado
argentino desde los 90 hasta la fecha. ¿Cómo la historia argentina
puede ser patrocinada por una empresa que responde a los intereses de
empresarios privados de un país extranjero?
Convengamos
entonces que Felipe Pigna, como lo fue Felix Luna en vida, es el
“historiador” elegido por el establishment para narrar la historia
oficial y aquietar a las masas con un tranquilizador relato en armonía.
A estas alturas rebautizar a nuestro insigne historiador como “rapiña”
no parece desmedido ni fuera de contexto. Para quienes nos dedicamos
al estudio de la historia con una mirada cientificista es imposible
adscribir a las tesis livianamente elaboradas para conformar a
determinado público. Mucho menos dejamos que nuestras investigaciones
sean financiadas o auspiciadas por empresas de capitales privados
involucrados en el proceso de nuestras pesquisas. Esto raya con lo
absurdo y plantea criterios muy serios de índole moral y ético.
Pensemos por un instante una investigación en la que se pone en cuestión
la minería a cielo abierto y la contaminación de ésta en el medio
ambiente financiada por Barrick Gold, o pensemos en una investigación
sobre la contaminación que produce el petróleo financiada por PB o
Repsol YPF. ¿Qué tipo de historia puede narrarnos la historia financiada
por empresas como MoviStar, Repsol, YPF o Coca Cola? Para el
historiador “rapiña” ser auspiciado por una empresa de rapiña parece
normal, tan normal como la narración de la propia historia argentina en
la que se vuelve a colocar sobre el bronce a quienes contribuyeron a
formar este Estado de exclusión hace 200 años. El fin de la historia que
pondría muy contento a Francis Fukuyama y a muchos ideólogos del
llamado Neoliberalismo. ¿Cómo cuestionar la historia del capitalismo
argentino cuando una de las empresas que más se vieron favorecidas con
la explotación capitalista en este territorio pone sus dineros y
contribuye así en la construcción del discurso narrativo? La ecuación es
simple y el resultado ya lo conocemos: “Algo habrán hecho”.
El
relato del otro mayo argentino
Hace
un año y en el mismo artículo en el cual cuestionaba el Bicentenario
destacaba el otro mayo argentino, el mayo del 69, que tuvo en las luchas
callejeras del ciclo de AZOS el punto cúlmine de lucha y rebelión de
toda una generación setentista que puso en duda la construcción de país
basado en las relaciones sociales capitalistas de producción y
reproducción. Desde el Cordobazo, pasando por el Rosariazo, los
distintos Tucumanazos
o el Mendozazo, entre otros movimientos de protesta, la generación de
los 70 de verdad quiso hacerle frente al país que hoy celebra con
bombos y platillos el Bicentenario. Las narraciones setentistas nos
hablan de un país inclusivo, donde al Cabildo Abierto debían ser todos
invitados para discutir y debatir en serio qué modelo de construcción
social había que establecer en suelo argentino. Mejor aún, trasladaron
el debate del Cabildo a la calle, llevaron la discusión a los centros
de estudiantes, a los comedores universitarios y a las fábricas
obreras, donde se discutían las leyes universitarias o las leyes
laborales en verdaderas “tertulias” políticas, como las vividas en
míticos cafés en las grandes urbes argentinas. Hicieron patria de
verdad todas las tendencias del socialismo y el anarquismo que en
verdaderas asambleas abiertas discutían qué país y qué modelo social
querían.
Pero también actuaban, militaban en
un sentido amplio del término, pasando de la discusión a la acción,
enfrentando a la dictadura de entonces y respondiendo a un espíritu de
época que desde el Mayo Francés, la Revolución Cubana y el triunfo de
Allende el Chile, contagiaba y cundía como ejemplo. Una generación que
se jugó la vida por un ideal de justicia y reparto equitativo de las
riquezas, una generación muy distinta a la de los “padres fundadores de
la patria”. A esa generación, el autoproclamado Proceso de Reorganización Nacional establecido
tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, la liquidó,
instituyendo un plan sistemático basado en el terror y la desaparición
de personas. Seamos claros una vez más y digamos las cosas sin
eufemismos: los militares argentinos denominaron Proceso de
Reorganización Nacional a su proyecto que buscaba volver a las raíces de
la historia argentina y esas raíces, duela o angustie a la mayoría, se
hunden también en las puertas del Cabildo Abierto de mayo de 1810,
“Proceso” que hoy celebra la burguesía argentina con el Bicentenario.
Mayo, Bicentenario y después o la construcción de otro
Estado
Como si fuera poco, el camino de
la celebración burguesa del Bicentenario recién se abre en este 25 de
mayo de 1810 y promete continuar durante seis largos años hasta la
“Gran Celebración” del Bicentenario de la Independencia. En Tucumán ya
se anuncian los actos centrales de esta celebración con
bombos y platillos toda vez que fue en el “jardín de la República”
donde se selló la tan proclamada Independencia argentina un 9 de julio
de 1816. Una vez más deberemos advertir que esa celebración tampoco
será nuestra. Si el modelo social, económico, político y cultural
vigente no cambia en los próximos años, el panorama será idéntico al
que vivimos hoy, y deberemos entonces cuestionar no solo el propio
relato histórico de los “rapiñas”, sino también volver a cuestionar
sobre todo el modelo que se celebra. Hay que afirmar con voz alta y
firme que hoy la provincia más pequeña del país y la más densamente
poblada sigue hundida en cordones de marginalidad, con un sistema de
salud colapsado y en crisis, con una educación que no solo no llega a
todos si no que pone en cuestión la formación básica de las nuevas
generaciones, con un sistema previsional que deja morir a sus mayores,
con un sistema asistencial que practica el asistencialismo electoral en
tiempos de campaña repartiendo las migajas de la torta sin plantearse
una verdadera redistribución de las riquezas. Y para más, INRI, el
pasado reciente seguirá sin revisión ni condena de los represores de la
última dictadura militar, quienes hasta el 9 de julio de 2016
seguramente se irán muriendo sin escuchar una sentencia que les
reconozca como los genocidas que son.
El
oprobioso listado de las desigualdades que genera este modelo que se
festeja es interminable pero para muestra bastan un par de botones. Mayo
abrió el camino en 1810 para la construcción de un modelo de país
excluyente. Mayo del 69 abría el camino para la discusión de otra
construcción de país incluyente. Entre la adopción de los ideales de un
mayo o de otro tendremos que volver a debatir qué país tenemos y qué
país queremos, de lo contrario volveremos a vivir otra centuria como la
que acaba y las sociedades futuras, lejos de vivir en un Estado social
justo y equitativo para todos sus ciudadanos, volverá a llorar,
mientras los herederos de la actual burguesía se sientan una vez más en
el festín, esta vez del tricentenario. De las luchas que seamos
capaces ganar los sectores populares depende escribir de otra manera
nuestra futura independencia, inclusiva, invitando a todos los sectores
populares a ingresar a un Cabildo VERDADERAMENTE Abierto. De lo
contrario la fiesta seguirá siendo de unos pocos. Yo, en lo personal, no
la celebro. La mayoría de la población que hoy habita el suelo
argentino sospecho que tampoco.
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