Pronto el nuevo gobierno de Sebastián Piñera cumplirá 60 días de ejercicio en el poder. Objetivamente hay que reconocer el esfuerzo personal que pone el Presidente por cumplir con el compromiso de campaña tendiente a inaugurar una “nueva forma de hacer política”. Sin embargo la fuerza de los hechos va demostrando que al interior de la Coalición gobernante existen profundas diferencias en temas domésticos como de alta dirección pública y en otros delicados como es el de las relaciones exteriores. Como ejemplo basta ver los malabares de la ministra Von Baer para explicar al país los bochornosos casos de Andrusco en Gendarmería como el de Macari en La Nación…
Cada día la prueba de realizar un gobierno efectivo de centro derecha, al ritmo de los signos de los tiempos, que no dañe o perjudique directamente a los sectores asalariados y más pobres será más difícil, no solo porque desde La Moneda y en ministerios hay hombres formados políticamente sensibles al tema de la pobreza y sueldos dignos, sino porque un sector importante de este conglomerado -hoy gobernante- cree firmemente en que el neoliberalismo económico, es decir, el mercado como sacrosanto regulador de todo, es el único instrumento válido para hacer crecer y avanzar al país.
Esta última es la estrategia, tanto política como económica de la UDI, que logró ubicar en puestos claves del aparato del Estado a líderes que, sinceramente, practican la idea de que Chile, debe salir del subdesarrollo de acuerdo al nivel de negocios y utilidades del alto empresariado y sus finanzas. Esta cuestión de fondo y determinante en el devenir político económico de Chile, por diversas razones, todavía no se refleja claramente a los ojos de la opinión pública y el ciudadano común.
Bastante se ha dicho sobre el carácter y origen empresarial del gabinete de Piñera, sus mandos regionales y puestos claves en la economía, exceptuando -de momento- el rol explícito del Banco Central y su opinión independiente en materia de regulación financiera. Pero ya es evidente que desde La Moneda misma, se escuchan voces de advertencia relativas al tema de los “conflictos de intereses”. Se le dice al Presidente -y no solo el senador Allamand- en todos los tonos que si no hay una separación clara y transparente entre los negocios y la política, tarde o temprano los proyectos gubernamentales serán instrumentos prácticos pero contrarios al bien común de las mayorías. Y esto en política se llama “pan para hoy y hambre para mañana”.
Este punto es significativo, desde una óptica humanista, considerando que el Presidente y la totalidad de su gabinete son católicos formados en colegios y universidades cuya piedra angular es el evangelio y su doctrina social. Esto supone que ellos y su entorno operativo conocen bien lo que dice la Iglesia y el Concilio II sobre la naturaleza del bien común: “El bien común de la sociedad, que es la suma de aquellas condiciones de la vida social mediante las cuales los hombres pueden conseguir con mayor plenitud y facilidad su propia perfección, consiste sobre todo en el respeto de los derechos y deberes de la persona humana”.
Respeto de los derechos y deberes de la persona humana… Esto nos indica claramente la enseñanza social de la Iglesia. En esta línea de reflexión pensemos solo en los erróneos nombramientos que el Presidente a anunciado, la ineptitud y lentitud en la ayuda y reasignación de recursos frescos a cientos de miles de damnificados del reciente mega terremoto o, la controvertida visita que hizo, con arenga incluida, al estado mayor de las Fuerzas Especiales de carabineros cuando se cumplía un aniversario más del asesinato de los hermanos Vergara Toledo, jóvenes asesinados precisamente, por personal de esa institución policial. Solo por nombrar algunos significativos errores.
Ahora, es motivo de amplia discusión el verdadero golpe a la cátedra anunciado por Piñera respecto a como financiar el gran plan de reconstrucción anunciado hace unos días, en este punto es destacable la opinión autorizada del economista y profesor Roberto Pizarro: “la Concertación, los economistas del establishment, el instituto Libertad y Desarrollo y la mayor parte de personeros de la UDI no esperaban que buena parte de los recursos para enfrentar los daños del terremoto provendría de impuestos directos a las empresas, un aumento del royalty a la minería del cobre (en sentido estricto impuesto específico) y mayores contribuciones a las propiedades con valor superior a cien millones de pesos.
Aquí hay una nueva arista del desajuste operacional, ideológico y comunicacional que cruza a los sectores que llevaron al poder a Sebastián Piñera, esta audaz medida económica que toca los bolsillos de la gran empresa, el gran capital y las mineras vía el royalty, aunque bastante descafeinado y transitorio, contó con la fuerte crítica del senador Novoa y no pocos economistas destacados más allá de la UDI. Es decir, esta vez pudo más el pragmatismo de los economistas e ideólogos de Renovación Nacional que la obsesión neoliberal y mercantil de la directiva UDI.
Por todo esto y más, ya se vislumbra que la llegada del nuevo Gobierno de derecha y su heterogénea alianza en el poder político, económico y comunicaciónal son una buena oportunidad de avance para las fuerzas opositoras y progresistas. Este avance, sea en perspectiva de reconquista del poder o como una inteligente y limpia oposición en bien de la masa ciudadana, no será posible si los partidos de la Concertación y de la Izquierda no exponen al país un proyecto político de largo plazo, creíble a los ojos del ciudadano común y con un factor elemental: la Unidad de todos los que no nos resignamos a solo observar este experimento que significa un gobierno de cuño conservador y de derecha, sino que aspiramos, con praxis y esperanza, a un mundo bueno y justo para todos, tal como lo pide y exige la sana doctrina del bien común.
fuente, vìa:
http://www.cronicadigital.cl/news/columnistas/escobar/17561.html
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