Quienes dieron por concluida la etapa de los golpes de Estado en América latina erraron en sus pronósticos. Ningún gobierno progresista en el siglo XXI ha estado exento de sufrir los envites de Estados Unidos y las plutocracias locales. En algunos casos han tenido éxito. Honduras, Paraguay y Brasil. Fracasaron en el magnicidio contra el presidente Correa en Ecuador, hoy su presidente Lenín Moreno habla el lenguaje de Trump. Las políticas de no intervención, soberanía e independencia nacional han quedado sin efecto. Algunos países se han levantado. México aplica la doctrina Estrada, gracias al cambio de gobierno. López Obrador rescata una tradición antimperialista abandonada por los gobiernos del PRI y el PAN. Bolivia y Cuba, entre otros muestran su rechazo. Eso sí, los hasta ahora considerados un peligro para la democracia encabezados por Jair Bolsonaro, son redimidos como defensores de los derechos humanos. Asimismo, Macri en Argentina, Piñera en Chile o Duque en Colombia son rescatados como valedores de la intentona golpista.
La declaración unilateral de un presidente espurio se ha producido. La estrategia desestabilizadora del orden constitucional en la República Bolivariana de Venezuela toma una deriva peligrosa. Sus instigadores internos sólo pueden contar con la fuerza de las potencias extranjeras. La traición se ha consumado. Solicitan en última instancia, el reconocimiento de los países y organismos internacionales cómplices, el aval para asesinar y romper el orden constitucional. Serán los amos de Venezuela. De allí la histeria y celeridad por conseguir apoyos a corto plazo. En América Latina lo tienen de gobiernos receptáculos de las políticas estadunidenses. Países intervenidos que han perdido la soberanía. La OEA y el Grupo de Lima, excepto México, se congratulan. El objetivo es sentar las bases de un poder dual desde el cual legitimar un gobierno espurio. Estados Unidos y los países aliados que participan de la trama golpista dan un salto cualitativo en la estrategia. Dado la falta de apoyo interno, más allá de la manipulación informativa y las mentiras en red, se refugian en una invasión. Las fuerzas armadas no están por seguir el ritmo y bailar al son que les proponen los partidos opositores y sus dirigentes.
La negativa de la MUD a firmar los acuerdos en República Dominicana, una vez pactados y conciliados los puntos para convocar elecciones, los mecanismos de verificación y dialogo les ha llevado al abismo político, han quedado en manos del gobierno republicano de Trump, quien marca la agenda. Allí se dejaron la dignidad y se auparon a las políticas beligerantes de Donald Trump y aliados regionales. Perdieron su capacidad de aglutinar el descontento político y social, terminaron divididos y sin un rumbo propio. La actitud de la MUD, en la mesa de negociaciones, fue desvelada por el ex presidente del gobierno de la monarquía española, Jose Luis Rodriguez Zapatero. Aun así, el presidente Nicolás Maduro puso en marcha algunos de los acuerdos, entre otros la petición de la MUD, de un adelanto electoral. Esta decisión les pilló por sorpresa. Sin respuesta y bajo presión de Estados Unidos llamaron al boicot y de paso fueron construyendo un relato anticipado de fraude; pidieron de sus amigos que las desconocieran. Todo encajaba en la política de seguridad hemisférica de los Estados Unidos, el plan del comando Sur, Freedom II para Venezuela se va desplegando. Un intento de asesinato del presidente con drones, el despliegue de medios económicos y financieros en el exterior para aislar y boicotear el gobierno legítimo. Estrangular la economía, fomentar el mercado negro, el desabastecimiento y la violencia callejera. Se trata de proyectar la visión de un país roto, sumido en el caos y la desesperación, al cual hay salvar de la dictadura. Liberales, socialdemócratas, conservadores y la ultraderecha se hacen eco. Pero la MUD sufre divisiones. Algunos de sus dirigentes son cuestionados y están desgastados. Es el ocaso de Leopoldo López. Un sector destacado de la vieja democracia cristiana (COPEI) y la socialdemocracia (AD) no quiere plegarse a la estrategia, pero están prisioneros de Justicia Primero y Voluntad, Popular, dos de las 64 organizaciones que la componen.
La intentona de golpe de Estado excede la realidad de la República Bolivariana de Venezuela, está en juego la dignidad, la soberanía y la independencia de América latina. Pedir una invasión de fuerzas extranjeras, militares y gobiernos, no solo es una traición, demuestra el grado de odio, rencor hacia el pueblo venezolano, cuyo gobierno legítimo, le guste o no a la oposición y a los gobiernos cipayos ha ganado una elección con más de cinco millones de votos y 28 por ciento del electorado. Trump no puede decir lo mismo, obtuvo solo 24 por ciento. En medio de la lucha por la independencia de Cuba, José Martí sentenció: Es la hora de los hornos y no se puede ver más que la luz. La lucha por la dignidad de los pueblos de Nuestra América está en juego. La defensa el gobierno legítimo de la República Bolivariana de Venezuela es un imperativo ético y político, sumarse al golpe es apoyar la canalla.
vía: https://www.jornada.com.mx/2019/01/27/opinion/004a1pol
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