domingo, 13 de mayo de 2018

Documentales: Costa Rica: el precio de la piña




En Alemania, una piña cuesta entre dos y tres euros. Un precio sólo posible gracias a enormes monocultivos, uso masivo de pesticidas y bajos salarios. Incluso el cultivo orgánico, que ha crecido desde hace algunos años debido a la creciente demanda, tiene un impacto negativo en el ecosistema de Costa Rica. En los supermercados alemanes se pueden comprar desde hace tiempo frutas tropicales como piñas, plátanos y kiwis. Sin embargo, la bella apariencia de estos populares productos es engañosa. Estas impecables frutas son tan baratas porque en los países de origen se ahorra en los salarios y en métodos de cultivo saludables. Costa Rica es el mayor productor de piña del mundo y el productor de frutas tropicales más importante para el mercado alemán. Además, Costa Rica es considerado un país modelo desde el punto de vista ecológico, así como por su turismo sostenible. Sin embargo, precisamente en este país, los trabajadores de las plantaciones se quejan por que no tienen derechos. Las piñas se cultivan y cosechan aquí en masivos monocultivos con un empleo masivo de pesticidas. Según estudios de la Universidad Nacional de Costa Rica, el país de origen de estas frutas tropicales registra el mayor uso de plaguicidas por hectárea de todo el mundo. Como consecuencia, los trabajadores de las plantaciones sufren erupciones cutáneas y dolores de cabeza. En San José, el centro del cultivo de la piña al noreste de la capital, camiones cisterna deben abastecer a los pueblos con agua potable porque el agua subterránea está contaminada con el tóxico bromacil, un herbicida prohibido hace mucho tiempo en la UE. En el norte del país, las enormes plantaciones de piña son una amenaza para los pequeños agricultores tradicionales y, en el suroeste, los campos bananeros convencionales continúan extendiéndose. En Europa, muchos supermercados se han dado cuenta de que se puede ganar dinero con la sostenibilidad. Prácticamente todas las cadenas se han comprometido con sellos ecológicos de calidad, que garantizan un cultivo socialmente aceptable y el uso reducido de pesticidas. Pero el caso de Costa Rica muestra que tales promesas no siempre se cumplen. Es cierto que hay productores que se han independizado empleando los nuevos conceptos de cultivo y que la producción orgánica de Costa Rica crece continuamente, pero las piñas y las bananas orgánicas también requieren de grandes superficies, de forma que acaban creándose monocultivos con consecuencias fatales para el ecosistema.

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