La situación de la araucaria araucana preocupa al pueblo mapuche pewenche de los lof
de Curarrehue, Santa Bárbara y Lonquimay. A principios de 2016,
guardaparques de la Corporación Nacional Forestal reportaron sequedad
inusual y repentina en hojas y ramas de ejemplares adultos y jóvenes.
Se cree que los responsables serían hongos, el cambio climático, y la
cada vez más aguda escasez de agua. Según la Conaf, el 93% del bosque
adulto de araucarias tiene algún grado de afectación, y la mortandad de
ejemplares es del 8%.
Para investigadores de la Universidad de la Frontera -ver PF 887-, la grave situación que vive la araucaria o pewen
“se debe a los estragos causados por los incendios forestales; la
sustitución del bosque nativo y la invasión del monocultivo, en
especial pino insigne y eucaliptus globulus; la extensión de los periodos de sequía, causada por el cambio climático, y la recolección indiscriminada del piñón (o nguilliu, en mapudungún), por turistas y forasteros de las comunidades pewenche”.
La araucaria araucana puede alcanzar 50 metros de altura. De
corteza gruesa y rugosa, y hojas perennes, es de las especies más
longevas del mundo: puede superar los 1.500 años. En Chile se halla el
75% de la población total de la especie nativa de Chile y Argentina, en
las cordilleras de los Andes y de Nahuelbuta. Sus bosques han sido
extensamente intervenidos por explotaciones forestales.
En Chile, el área de ocupación corresponde a 2.611 kilómetros
cuadrados, la mayoría bosques protegidos en territorio pewenche, dentro
de parques y reservas. De las 7.453 hectáreas de bosques costeros, solo
2.537 se encuentran protegidas en el Parque Nacional Nahuelbuta. Según
Environment Programme World Conservation Monitoring Centre, que
utilizó imágenes satelitales, el bosque nativo -incluyendo las
araucarias- está desapareciendo. En efecto, desde 1977, el 64% ha
desaparecido. De acuerdo a World Wildlife Fund, los bosques que no
están dentro de las áreas protegidas “pertenecen a privados y se
encuentran alterados principalmente por la extracción de semillas,
incendios, explotaciones madereras, ramoneo y sustitución”. Durante
2001 y 2002, miles de hectáreas de bosques de araucaria sufrieron
incendios en el sur de Chile. Sobre 8.300 hectáreas de bosque nativo se
quemaron. En el Parque Nacional Conguillío se incendiaron 1.600
hectáreas de bosques de araucaria araucana, algunas de dos mil años.
Bosques Sin Forestales puntualiza que en la Reserva Nacional China
Muerta -que posee 12.825 hectáreas-, según bomberos y lugareños, la
realidad del incendio de 2015 se estimó en más de 10.000 hectáreas.
China Muerta tenía la mayor reserva de araucarias milenarias. Denuncian
que Conaf la mantenía “abandonada y sin resguardo”.
INCENDIOS Y RECALIFICACION
Joaquín Meliñir, hijo del lonko Ricardo Meliñir, de
Quinquén, denuncia que su comunidad ha perdido “miles de hectáreas de
bosque nativo por incendios”, recordando, “acciones inescrupulosas, por
particulares y colonos que han incendiado bosques para reemplazarlos
por pinos”. En el verano de 2017 devastadores incendios destruyeron más
de 460.000 hectáreas, registrando la más intensa y destructiva
temporada, que incluyeron tormentas de fuego que dieron origen a
incendios capaces de impactar en la atmósfera.
Incendios forestales han afectado a las reservas Conguillío,
Malleco, Tolhuaca, China Muerta, Vilucura y Tracura, consumiendo miles
de hectáreas de bosque nativo. Según la Conaf, el incendio más grave
afectó a China Muerta, involucrando una superficie de 6.599 hectáreas:
más del 50% de la reserva. Imágenes satelitales del Laboratorio de
Teledetección Satelital del Departamento de Ciencias Físicas de la Ufro
revelaron el punto exacto donde se iniciaron las llamas el 14 de marzo
de 2015, determinando que el incendio fue intencional. Considerando
las evidencias de los incendios, se generan muchas interrogantes. En
zonas donde hay alto interés minero como Lonko Tiukem, camino a Icalma,
donde la Minera Lonco pretende extraer oro y cobre. Las araucarias
aparecen como un impedimento para estas explotaciones. También Magasa
-forestal de Mario García Sabugal-, continúa expandiendo sus
plantaciones de pinos y eucaliptus en la precordillera de Cunco y
Melipeuco. Muchos dudan de los incendios que han afectado a araucarias y
bosque nativo, y que parecen relacionados con intereses mineros y
forestales. En La Araucanía, el 25% de la superficie está cubierta por
plantaciones de pinos y eucaliptus, reemplazando bosque nativo, de
propiedad de CMPC, Forestal Mininco, del grupo Matte, y Forestal Arauco,
del grupo Angelini y AntarChile.
En octubre, la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) indicó que “es urgente identificar
el agente causante de la enfermedad que está matando a la araucaria”,
advirtiendo que está “en riesgo de devastación (…) Está por
determinarse si es un agente introducido o nativo propiciado por cambios
ambientales. No hay indicios de que pueda amainar y, si continúa así,
tendrá como consecuencia la devastación de una especie emblemática a
nivel mundial”.
Eduardo Cayul Puel, lonko de Mitrauquén, y presidente
de la Asociación Trawün Lonko de Lonquimay, dice que el pueblo pewenche
está “en absoluto desacuerdo” con la propuesta de un grupo de
académicos y científicos de la Ufro de reclasificar la araucaria de
“vulnerable” a “peligro de extinción”. “No queremos que nos sigan
pisoteando. Las comunidades mapuchepewenche son las que viven de y con
las araucarias, y si se declara en peligro de extinción, nos
perjudicará. No lo aceptaremos”, dice.
Según David Jouannet, director para La Araucanía de Conaf, las
araucarias mantendrán su categoría de vulnerable tras la decisión del
Comité de Clasificación de Especies, que espera la ratificación del
Comité de Ministros. Las propuestas deberán pasar por un periodo de
participación ciudadana, en el cual se podrían incorporar nuevos
antecedentes: “El comité de especialistas evaluó los antecedentes para
una probable reclasificación y, según los criterios establecidos de la
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, concluyeron
que el árbol endémico no cambiará de categoría. Los especialistas
decidieron, dada la condición de mayor vulnerabilidad de la población
costera de araucarias, separar las especies de la cordillera de
Nahuelbuta, de 20.000 hectáreas aproximadas, y clasificarlas ‘en
peligro’; y las araucarias de la cordillera de Los Andes, que registran
un promedio de 300.000 hectáreas, mantenerlas en condición de
‘vulnerables’”.
LONQUIMAY Y EL PEWEN
Lonquimay es la comuna que más superficie de araucarias posee.
Según Eduardo Cayul, su Asociación representa a todas las comunidades
mapuche pewenche de Lonquimay: “Alrededor de 16, organizadas por lof –territorios.
Rechazamos la reclasificación, pues no hemos sido consultados. Hoy
estamos informados de cuáles son las formas de trato a través del
Convenio 169 de la OIT. Nosotros estamos dispuestos a seguir
trabajando, luchando, y no bajar la mano en este tema de las araucarias.
Como mapuches, también tenemos nuestros saberes. No queremos que se
declare en veda el piñón, sí que se proteja la araucaria. Pero no que
lo haga una empresa o una institución del Estado sin que nos tome en
cuenta. Queremos conversar con las autoridades y ponernos de acuerdo en
cómo proteger. Nosotros hemos protegido nuestro árbol sagrado toda la
vida, y no solamente el árbol, también nuestro territorio, y todo lo
que nuestra cosmovisión cuida. Nadie nos puede enseñar cómo cuidar el pewen. Somos quienes más sabemos de eso. Nuestros ancestros nos enseñaron cómo cuidar la naturaleza y ése es nuestro trabajo”.
Agrega Eduardo Cayul: “Para proteger no se debe dañar. Vivimos y
conversamos con la naturaleza, las autoridades chilenas no entienden
eso. Para nosotros, no hay que cortar un pewen, nunca, no se
utiliza para nada, es sagrado. Hubo un tiempo en que se arrasó y
explotó indiscriminadamente, entre 1930 y 1970, a través de empresas
privadas, pero fue ordenado por el Estado. Probablemente ahí donde se
explotaron araucarias hay algún problema de crecimiento o de renovales,
pero en las comunidades no existe ese problema de regeneración. En el
lugar donde yo vivo no se están secando las araucarias.
Donde hay plantaciones exóticas, sí tienen problemas, y podría
ser porque las forestales consumen mucha agua… A las comunidades
también llegaron con engaños, a plantar árboles que hoy están
afectando, porque se están secando las aguas de los territorios. Una
araucaria para crecer necesita armonía de parte del humano en el
territorio, no dañarle su entorno. Si hay otros árboles, que ojalá
todos crezcan en forma natural… Mi comunidad se llama Francisco Cayul,
en Mitrauquén, nos dedicamos a la pequeña crianza de corderos, vacunos y
cabras. Empresas han intentado entrar, haciendo estudios, pero sin
consultarnos. Hemos tenido problemas con un parque eólico, y salimos a
defendernos pues no permitiremos que destruyan nuestro territorio.
Buscan producir energía eléctrica, pero sin dejarle nada a la comunidad
salvo contaminación, bosques destruidos y agua robada. Tenemos derechos
como pewenche, el pewen es nuestro, ancestralmente. Vivimos
de la recolección, y cuando científicos dicen que se recolecta
indiscriminadamente, no es así. Discrepamos que se responsabilice al
pueblo pewenche por el estado del pewen. El uso no maderero de los bosques de araucarias los pewenche lo hemos realizado desde tiempos ancestrales, aprovechando el nguelliu, la semilla, como base fundamental de nuestra dieta”.
La propuesta de calificación cita un estudio de campo realizado
en Lonquimay en 2014, que concluye que la localidad que presenta mayor
cantidad de plántulas incorporadas de un año a otro es Quinquén, que
además presenta la menor carga animal y de recolección de piñones por
hectárea: el porcentaje de semillas que quedan en el bosque a partir de
la temporada anterior y que germina, fluctúa entre 1% en Mallín del
Treile y Cruzaco, y un 3%, en Quinquén. “Si bien son cifras que generan
preocupación, hay que aclarar ciertos elementos, desde la realidad y
conocimiento pewenche: respecto de la regeneración del pewen, a pesar de que el mundo científico indique que el pewen
llega a una edad madura y empieza a producir semillas después de los
50 años, basado en la observación y en la transmisión de conocimiento
de una generación a otra, se puede indicar que es en menos tiempo, 25 ó
30 años. Además, el pueblo pewenche sabe del ürkütun o descanso de los pewenentu (bosques de pewen), ya que hay épocas, cada tres o cuatro años, aproximadamente, cuando los pewenes no dan frutos, y descansan, siendo este un ciclo natural. Aunque la araucaria produce cerca de cien kilos de piñón o nguelliu,
no todas las semillas germinan ya que existen distintas etapas de
maduración, que son determinadas por factores ambientales. Las más
fuertes se regeneran, germinan y crecen como plantas jóvenes en la
época llamada konal puken, donde se producen los nuevos pichike pewen.
El resto de los piñones, si no se recolectan, se secan y no se
regeneran. Ejemplo de lo anterior es lo observado en China Muerta, que
luego del incendio que la afectó, fue bombardeada con una gran cantidad
de piñones, de los cuales, casi ninguno germinó”.
Sobre el consumo que hace la fauna silvestre, los pewenche saben que “existe el yalyal,
que es la interacción con roedores que recolectan y guardan piñones,
haciendo rumas, siendo estos mismos montones los que pueden regenerar
una araucaria”. Respecto de la fauna exótica, especialmente el ganado,
“que son señalados como ávidos consumidores de piñón, lo primero que
hay que indicar es que la población pewenche en décadas anteriores
poseía una mayor poblaciones de ganado doméstico que en la actualidad,
además de poseer y ocupar mayores extensiones de tierra que las que
ocupa actualmente. Los pewenche poseen el conocimiento propio para
hacer compatible la crianza de ganado con la protección del pewen.
Es por eso que en épocas de recolección de piñones se apartan los
animales, actividad que se mantiene y se exige hasta el día hoy, por lo
que el consumo que se realiza por nuestro ganado es mínimo”, informa
Eduardo Cayul.
Según la revista científica Applied Geography, entre
1973 y 2008 han desaparecido alrededor de 275.000 hectáreas, es decir,
cerca de un 50 por ciento del bosque nativo. Según la Ufro en ese mismo
periodo las plantaciones exóticas aumentaron en 366.000 hectáreas,
casi un 2.000 por ciento. No es producto de la casualidad. Obedece a
políticas públicas que han fomentado las plantaciones forestales,
principalmente exóticas, gracias al Decreto Ley 701, de 1974, de
subsidio a las forestales.
ARNALDO PEREZ GUERRA
En Melipeuco y Temuco
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 894, 9 de marzo 2018).
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