Por Facundo Barrionuevo
(APe).- Facundo es todos los pibes y él sólo.
Facundo es los Lucianos, los Santiagos, los Rafitas, las Camilas, las
Sofías, las Candelas y los Juan Pablos. Facundo es todos y todas los
pibes silvestres. Pero es también, él solo. Pieza única de un
rompecabeza inconcluso, como decía Alberto.
Quienes pretendemos empujar otro mundo posible, decimos que nuestra doctrina es la ternura. Frente al chocobarismo emergente y oficial nuestra
enseñanza es la ternura. Decimos siempre que con ella venceremos, pero
otra vez lo real de esta existencia cruel nos pega sin piedad. El
adoctrinamiento público de condecoraciones presidenciales se llevó
puesto a otro más. Otro más, pero único: Facundo. De 12 años. Tucumano y
futbolero.
El algoritmo de la complicidad enseguida se
encargó de ocultar la foto del horror. Las miles de réplicas que
tuvieron las publicaciones de APe, Revista Sudestada o La Garganta
Poderosa en redes sociales fueron enmascaradas porque “podría contener
violencia gráfica”. Una violencia radical de Estado que para muchos de
nosotros sólo puede significar violencia gráfica, para los pibes
descartados es, todos los días, la amenaza concreta que les cuesta la
vida. Esa imagen, como relato de lo indecible, nos queda grabada en la
retina de la conciencia.
Vale, sí, dar cuenta de la vida de Facundo:
los relatos de sus familiares y amigos, la normalidad de su vida, la
ilusión de niño. Ahora bien.... ¿hace falta? ¿No debería bastar decir
que es un nene de 12 años, un changuito... que venía de dar una vuelta
en moto. Un nene como el que descansa en la pieza de tu casa o juega en
el aula de tu escuela, o como tu sobrino o el hijo de tu vecino? Un nene
sin más.
¿Hasta dónde se nos metió el parásito de la
crueldad sistémica? ¿Qué atronadora indiferencia puede haber germinado
en nuestro interior para que esto sea festejado o pasado de largo como
si nada o incluso como conveniencia? ¿Hasta dónde debe llegar el grito?
***
En la novela IT de Stephen King, el payaso
Pennywise, espera a los niños doblando la esquina, bajo una boca de
tormenta, en un sótano, en una casa tenebrosa, espera ahí donde anidan
los miedos de la infancia.
IT es “eso”, lo indicado innombrable. Eso
puede pasar, es un posible a la vuelta de la esquina de nuestros pibes.
Es el miedo con el que se convive. El miedo disciplinador está como
Pennywise para verduguear al pibe pobre, al negro, al que traspasa los
parámetros de la edad correspondiente, la sexualidad “normal”, a la
pibita atrevida, y aquellos que no cuajen con los criterios éticos y
estéticos de la Cheta de Nordelta.
El Estado neoliberal siembra “eso” por todos
lados. Pero ni los niños de la novela ni los nuestros son víctimas
sumisas. Están ahí frente a “eso”, con más audacia y valentía que el
salvaje que los mata, de miedo y con miedo. Todos los días, todos y cada
uno, con más potencia que este territorio adulto que se desmorona en
una nada sin destino.
Esos pibes son, como decía Deligny “esperanza de un mundo que sigue corriendo el riesgo de reventar de docilidad”. (*)
(*) Fernand Deligny, Los vagabundos eficaces (1946)
Foto: La Garganta Poderosa
vía:
https://www.pelotadetrapo.org.ar/facundo-y-la-crueldad-sist%C3%A9mica.html
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