Bernardo Barranco V.
El Papa encontrará Chile y Perú, dos países andinos, muy transformados. Su visita será en circunstancias muy diferentes. En ambas naciones hay grandes expectativas y se esperan magnas concentraciones humanas para ver y escuchar a uno de los pontífices más populares en la región. La oficina de prensa de la Santa Sede anunció desde el 19 de junio 2016 que Francisco realizaría la esperada visita a Chile, del 15 al 18 de enero, y a Perú del 18 al 21 de enero de 2018. En Chile, el pontífice visitará Santiago, Temuco e Iquique. En Perú estará en Lima, Puerto Maldonado y Trujillo. Por tanto, en unos días más, se concretará la gira del Papa argentino, en medio de expectativas sociales, religiosas, ambientales y hasta geopolíticas.
Francisco inicia 2018 con un doble rasgo. Por un lado es el líder mundial con mayor aceptación en el concierto internacional. Por otro, es cuestionado por los sectores conservadores católicos por querer flexibilizar la postura de la Iglesia ante los divorciados vueltos a casar y sus constantes críticas al sistema económico mundial, por idolatrar al dinero y al mercado como reguladores de la vida del planeta. En efecto, la popularidad del papa Francisco se ha incrementado, en especial en Latinoamérica. El sondeo efectuado por Gallup International ha revelado que el porcentaje de ciudadanos que tiene una estimación favorable del pontífice es 74, 57 puntos por encima de los que lo consideran de forma desfavorable (17 por ciento). Entre las 53 mil 769 personas de 55 países encuestadas a finales del año pasado, mostró a Francisco como el líder mundial que más opiniones favorables recogió (56 por ciento), por encima de políticos como la canciller alemana, Angela Merkel (49 por ciento), el presidente francés, Emmanuel Macron (45 por ciento). También Francisco está a punto de celebrar su quinto año de pontífice. A diferencia de los sectores ultraconservadores que lo tachan de Papa herético, los sectores progresistas desesperan, pues no han visto materializar las reformas ni las principales promesas que el pontífice enarboló al inicio de su mandato. Muchas palabras y buenas intenciones pero pocas concreciones. Hay reproches por los signos contradictorios, como fue su presencia en las exequias fastuosas del protector de pederastas Bernard Law, ex cardenal de Boston. La sola presencia de Francisco causó desconcierto en unos y desolación en otros.
Los sectores beneficiarios del crecimiento económico en la región ven con preocupación las constantes críticas de Francisco al sistema global. Afirma de diferentes maneras que éste excluye y descarta a amplios sectores de la población. Se sienten agredidos por el discurso del pontífice, y lo descalifican de la siguiente manera: El Papa no entiende nada de economía, recoge en su análisis José Joaquín Brunner; ¿Acaso Francisco quiere volver al fracasado camino del socialismo?; Bueno, Bergoglio es un peronista, nada más; Parece que hubiera leído a Laclau; o bien, Aquí vamos, de vuelta hacia la teología de la liberación. Por otra parte, la carta que la presidenta Michelle Bachelet, publicada en el diario El Mercurio, fue elocuente al afirmar que: Nuestro país ha cambiado para bien en estos 30 años. Mientras la visita de Juan Pablo II tuvo lugar durante una dictadura, hoy el Chile que lo recibe es plenamente democrático, libre y respetuoso de la Constitución y de las leyes. La jefa de Estado destacó que en las tres décadas pasadas la pobreza ha disminuido radicalmente (de 47 a 11 por ciento), la cobertura y acceso en educación desde los primeros años se ha multiplicado (de 15 a 50 por ciento) y la esperanza de vida ha sobrepasado 80 años. Algunos sectores pusieron en duda las aseveraciones de la presidenta, matizando que más de 40 por ciento de la población está en un grado de vulnerabilidad, es decir, personas que viven constantemente con el peligro de caer en la pobreza. Sin embargo, el cambio más importante en la sociedad chilena es la creciente percepción negativa de la Iglesia local, en especial de la jerarquía. Cuando el papa Juan Pablo II visitó Chile, la Iglesia gozaba de un gran prestigio. Era un factor de contrapeso a la dictadura de Augusto Pinochet; se distinguió por la defensa de los derechos; la formación cívica política, y fue un espacio de reflexión alterno. Ahora los católicos han descendido a cerca de 70 por ciento y los escándalos de abuso sexual a menores por parte del clero han agudizado la opinión crítica de los ciudadanos hacia la jerarquía que protegió a pederastas y se manejó torpemente con turbiedades.
La visita a Chile puede guardar una sorpresa. Un contundente posicionamiento de Francisco sobre el derecho al acceso al mar que ha demandado históricamente Bolivia. El Papa ya ha apoyado públicamente dicha pretensión, desde su viaje en 2015. En términos geopolíticos, es tema tabú, la diplomacia chilena ha procurado que el Papa se abstenga de dar opiniones sobre el problema con Bolivia hasta que se pronuncie el tribunal de La Haya, a finales de 2018. A Francisco le encanta mediar, lo hizo entre Cuba y Estados Unidos, entre las diferentes fuerzas políticas y militares en Colombia por alcanzar la paz y ahora este diferendo.
En Perú, las circunstancias son muy diferentes. En un país de mayores contrastes, el Papa apuntalará los sectores indígenas y llamará la atención para proteger la Amazonia. No es casual que haya elegido el pequeño y desconocido Puerto Madero como punto de peregrinaje. Ahí defenderá a los indígenas de formas de semiesclavitud, trata, y explotación de la minería clandestina. Sin embargo, el temá álgido en Perú es político. La democracia peruana ha vivido una amarga Navidad. La secuela de escándalos basados en unas confesiones de Odebrecht, ahora salpicó al presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, quien se salvó el 21 de diciembre de ser destituido por incapacidad moral por un Congreso en que la mayoría fujimorista votó dividida y que ya le había derrumbado a cinco ministros y tenía paralizado a su gobierno. Kuczynski, en pago, ha indultado a Fujimori, el dictador que asoló Perú, que cometió crímenes terribles contra los derechos humanos y desvalijó el país con corrupciones a mansalva. La visita del Papa se da en medio de un álgido y dramático debate entre la corrupción de la clase política y la institucionalidad. Se teme que la visita de Francisco sea aticlimática, distractora. La visita es portadora de una agenda tan diferente que pueda alejar de un tema que ha incendiado el país. Estaremos muy atentos a las visitas.
vía:
http://www.jornada.unam.mx/2018/01/10/opinion/016a1pol
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