domingo, 21 de enero de 2018
Chile: La imagen del fracaso ...puntofinal.cl....La derrota de la Nueva Mayoría no se restringe solo a la imagen de Alejandro Guillier visitando a Sebastián Piñera convertido en presidente por segunda vez. Los padres de esta derrota son varios.
La imagen del fracaso
La derrota de la Nueva Mayoría no se restringe solo a la imagen de Alejandro Guillier visitando a Sebastián Piñera convertido en presidente por segunda vez.
Los padres de esta derrota son varios.
Los más agresivos apuntan airados al Frente Amplio, cuya abanderada se lució con un veinte por ciento en la primera fase de la elección. Sin saber muy bien qué hacer con ese capital, el FA se tomaría un buen tiempo de titubeos antes de adoptar la ambigua decisión de no apoyar a Guillier pero no votar por la derecha. Luego, sus más reconocidos líderes apoyarían de uno en uno a la carta oficialista, contrariando su postura inicial.
El Frente Amplio resulta buen chivo expiatorio, pero no explica ni posibilita la derrota. Es cierto que debió intentar algo más decidido, pero endosarles la responsabilidad que es solo de la Nueva Mayoría por haberle dado vuelta la espalda a la gente a la cual luego rogó por su apoyo, es una frescura mayor. En casi treinta años no fueron capaces de seducir a la gente, despreciaron sus demandas, gobernaron con la derecha, apalearon las marchas y cuando logran un 25% de votación, recién se acuerdan de que existe el pueblo.
Algo menos rebuscados, e imponiendo una moda en el análisis sin mucho seso, está la variante de acusar al llamado “facho pobre”, una especie de sujeto desclasado, pobre y endeudado, que vota por la derecha. Esta variante que busca culpables adolece de una reflexión tanto más compleja, como honesta. Porque el mentado “facho pobre” no sale de la concha de una almeja.
Es el producto de la cultura construida en casi treinta años tanto por la Concertación como por la Nueva Mayoría. Es la gente convencida que aquello que muestra rutilante el sistema también debe llegarles a ellos, así sea por medio del crédito eterno o por el chanchullo.
Es la gente hija de la educación mercantil que olvidó en treinta años de aplicación el sentido de los valores, de la solidaridad, de comunidad. Es el habitante víctima del hacinamiento y la marginación, de la cultura de la antena parabólica y del crédito como vía de ascenso social. Ese que se siente bien mientras más paga por la educación de sus hijos.
Ese habitante no es un invento del piñerismo. Es producto del abandono del pueblo castigado por el neoliberalismo y su mejor expresión. La Nueva Mayoría terminó por perfeccionar una sociedad en la cual Piñera y sus seguidores pobres no solo son posibles, sino un efecto necesario.
Ya antes de las siete de la tarde del domingo 17 se supo que Piñera había ganado. Los esfuerzos de Alejandro Guillier, quien jamás se sintió cómodo con ser candidato y detestaba la idea de ser presidente, habían rendido sus frutos. Y a partir de esa hora aciaga se comenzaron a repartir las culpas para intentar explicar aquello que se dejará caer con la pavura de las cosas terribles, especialmente para el pueblo, el gran abandonado en más de un cuarto de siglo de posdictadura.
La derecha es un peligro para el pueblo. Por más que el mensaje sea de conciliación, de unidad y acuerdos. Será la gente común la que de nuevo pondrá el lomo una vez que se alineen las nuevas configuraciones luego de la necesaria desaparición de la Nueva Mayoría.
Pero la historia se encargará de relevar en los términos precisos a la responsable final de la debacle del domingo 17.
La presidenta Michel Bachelet no fue capaz de ordenar a su conglomerado ni asumir un liderazgo que impusiera un mínimo de lealtad, incluso entre sus más directos colaboradores. Desde el primer día, su innecesario segundo gobierno se vio envuelto en escándalos de dineros sucios, transacciones delictuales y malabares propios de los rábulas. Jamás pudo ordenar un gobierno que se proponía recomponer los desaguisados de su anterior incursión. La guerra civil de la Nueva Mayoría pasó por su lado sin que su palabra de líder fuera capaz de alinear y disciplinar las fuerzas beligerantes.
Así, lo que se previó como un gobierno que debería corregir aquello que se había hecho mal e impulsar aquello que se quedó debiendo cuando salió de la casa de gobierno entre los número más altos jamás visto, terminó en un fracaso del cual no podría haber una expresión mayor que la imagen de ella misma coronando por segunda vez a Sebastián Piñera.(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 891, 22 de Diciembre 2017).
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