Luis Linares Zapata
Los dirigentes de los partidos políticos nacionales la pasan mal. Los aqueja formidable resaca de las masivas tragedias. Los daños de los sismos y aguaceros sucesivos en buena parte de la República les plantaron, de frente y sopetón, el poco aprecio en que los tienen los ciudadanos. El panorama, previo a estos terribles acontecimientos, apuntaba hacia un cotejo electoral (2018) bastante explorado en sus varias facetas. La imagen que emergía la apreciaban acorde con sus ambiciones y posibilidades. Esperaban, hasta con resignación, un aceptable acomodo entre ellos aunque sin mitigar sobresaltos y, menos aún, pasiones. La desbocada especulación sobre la contienda era interesado juego entre las burocracias partidarias, la crítica y demás agentes que atiborran los medios de comunicación. A cual más discurría, sin desvelos ni sorpresa alguna, sobre nombres de personajes que punteaban encuestas y competían por un lugar en el futuro escenario del poder.
De pronto mucho, por no decir todo, cambió de sopetón. El malestar colectivo, previo hacia lo establecido y la hosca normalidad, entró con las impertinentes tragedias en una zona de alta turbulencia. El mañana se nubló lo suficiente y, ahora por lo menos, impide visualizar destinos, ánimo popular, instrumentos adecuados y modos de actuar. La inquieta actualidad no permite las especulaciones acostumbradas. Hasta los encuestadores se han paralizado. No hay datos razonablemente confiables en los cuales basar opiniones con algún fundamento. Esto no evita, claro está, que algunos aventurados lancen sus pretenciosas frases de siempre: despertó la juventud, enorme solidaridad “los millennials al estrellato”, la desinteresada juventud y otro extenso catálogo de profecías y agudas síntesis conceptuales al por mayor. De esta complicada realidad, afectada sin contemplación alguna, va surgiendo, sin embargo, la panorámica de una nave, pretendidamente de gran calado, muy frágil, maltrecha, mal conducida y atiborrada de ocupantes impacientes. El sur del país, ya empobrecido desde siempre, no por el destino ni por el abandono divino, sino por la mano del poder, quedó situado a la mitad del foro. La misma capital se debate entre la desesperación de muchos y la urgencia de todos los demás por retomar el día con día acostumbrado.
No faltó, sin embargo, alguien que alzara la voz y diera dirección a su preocupación por los demás. Morena dijo que enviaría un porcentaje de sus prerrogativas para ayudar en la desgracia de aquellos necesitados. Se despertó, de pronto, ese rasposo vocinglerío que siempre reclama algo a los adelantados. Es ilegal, es clientelar, es un fraude al público, clamaron, con grandes voces en cuello, los columneros oficiosos. Saltaron de inmediato los demás partidos. El líder del PRI en estelar y sonoro desplante ocupó la escena. Lo siguió buena parte del aparato difusivo, siempre obsequioso con el oficialismo. Somos el primer partido en proponer la cesión completa de las prerrogativas de este año para auxiliar al desgraciado, clamó Ochoa sin rubor alguno. Sesudos y masivos comentarios le siguieron el paso y engordaron el caldo hasta derramarlo: es el único partido que lleva a cabo lo anunciado repitieron por aquí y por allá. Ochoa fue hasta el INE y, en efecto, firmó la cesión de sus haberes. El famoso frente (PRD, PAN, MC) no se quedó rezagado y prometió quedarse sin financiamiento público y no sólo de inmediato, sino para siempre. Empezaron las pugnas por dar más, ir hasta el mero fondo y cortar, de tajo, los derroches. Una barahúnda de propuestas con el propósito de dejar las cosas intactas, lo acostumbrado.
Lo cierto es que el desorden impera en el rescate y reconstrucción. Ideas y ocurrencias van y vienen y pocas, muy pocas, encontrarán el cauce debido para ser útiles. El publicitado desprendimiento de haberes del PRI desembocó, al final, en un fideicomiso privado que manejarán los capitostes de la IP. Tal alternativa asume que lo público es incapaz y deshonesto y el empresariado es la transparencia y habilidad probadas. Por lo que toca a la sugerencia de suprimir plurinominales la crítica informada se ha encargado de liquidarla: el voto ganador es, por mucho, menor al resto de minorías unidas. En el fondo va emergiendo la clara conciencia de que lo disparejo de una contienda tiene que ver con los dineros públicos y quien mejor sabe cómo desviarlos a las campañas es, ciertamente, el priísmo. De tal certeza provienen sus tramposas propuestas.
vía:http://www.jornada.unam.mx/2017/10/04/opinion/026a2pol
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