Alfredo Serrano Mancilla *
En los golpes del siglo XXI en América Latina han cambiado mucho las cosas. El nuevo formato ya no tiene una cara visible militar. Estos nuevos golpes son parlamentarios, con el poder judicial-comunicacional-económico haciendo su trabajo. Sin embargo, esto no es lo único novedoso. Otro aspecto crucial, que quizá haya pasado más desapercibido, es que estos nuevos golpes siempre cuentan con un ejecutor que se queda en el cargo mientras la derecha gana tiempo para buscar al verdadero candidato que debe gobernar el periodo posterior.
En 2009, en Honduras, Roberto Micheletti se quedó como presidente transitorio luego de sacar a Manuel Zelaya de su legítimo cargo. Pero duró poco. Se logró la interrupción democrática, se sacó al mandatario electo y luego vino Porfirio Lobo por la vía electoral. Más tarde, Juan Orlando Hernández. Algo similar ocurrió en Paraguay en 2012. Se dio el golpe contra Fernando Lugo, y Federico Franco se quedó en su puesto sin necesidad de acudir a elecciones. Pero éste no se iba a quedar por mucho tiempo, porque la idea era abrir la cancha para que llegara rápidamente el verdadero candidato de la derecha, Horacio Cartes, para dar estabilidad al proceso de restauración conservadora.
Lo mismo es lo que sucede hoy en Brasil. Michel Temer fue el ejecutor del golpe contra Dilma Rousseff. Asumió el 31 de agosto de 2016, sin necesidad tampoco de acudir a las urnas para implementar un conjunto de medidas económicas neoliberales en tiempo récord. Privatizaciones y recortes que fueron ejecutados a gran velocidad para asentar las bases del nuevo modelo económico y social. Todo esto, unido a ser el verdugo más visible contra la democracia, le llevó a tener una popularidad por debajo de 10 por ciento. La ofensiva de la derecha es salvaje, pero no estúpida. Por ello, ahora le toca sacrificar a Temer, porque ya no sirve. Fue de usar y tirar.
Es por ello que el emporio O Globo, verdadero actor ordenador de Brasil, le hace la jugada para sacarlo rápidamente del tablero. La derecha necesita orden y estabilidad en Brasil, y por ello se necesita un nuevo presidente, resplandeciente e impoluto, con mayor respaldo popular. Temer hizo el trabajo sucio y ahora toca limpiar la cara al golpe.
Y entonces ya se atisba a los nuevos candidatos para gestionar la ofensiva neoliberal con una cara más amigable. Uno, Joan Doria, y dos, Carmen Lucía Antunes. El primero ganó elecciones el pasado octubre para ser prefecto de Sao Paulo con un alto caudal de votos. Se presenta como representante de la pospolítica, aunque tuvo algunos cargos públicos menores. Este supuesto outsider de la política, publicista, empresario televisivo y presentador de programas, parece que es el elegido por los mercados para dirigir a Brasil hacia el abismo. Seguramente no aceptará ser interino y querrá acudir a la batalla electoral. La otra persona elegida por el establishment es Carmen Lucía Antunes, representante del aparato judicial, presidenta de la Corte Suprema, a quien le tocaría asumir mientras se convoca a elecciones. Quizás sea también la próxima candidata, para cuando se abran las urnas.
De esta maquiavélica forma se lustra la fachada democrática tras un golpe. Temer desaparecerá como por arte de magia, como así hicieron Micheletti en Honduras y Franco en Paraguay. Este es el rol que tienen los operadores transitorios para poner fin al régimen democrático y abrir otro que debe aparentarlo. La nueva época golpista tiene sus propios manuales con su modus operandi. Temer ya cumplió su trabajo. Que pase el siguiente.
* Director del Celag
vía:
http://www.jornada.unam.mx/2017/05/28/opinion/026a1mun
No hay comentarios:
Publicar un comentario