martes, 14 de marzo de 2017
Indignado: Los límites a la libertad o el delito de blasfemia......Javier Fisac Seco
La derecha clerical, si algo ha aprendido de la novela “1984” de Orwel, es a utilizar un doble lenguaje en función de lo que les convenga. La misma cosa es buena si les beneficia o mala si les perjudica. Viene de muy lejos esta paleolengua, calificada irónicamente por Orwell de neolengua, porque ya en el Renacimiento el mismo jesuita, defendía la “razón de Estado” cuando el Estado era católico y el “derecho de rebelión” contra el Estado, cuando el Estado no era católico. Sólo hay que molestarse en leer los libros del jesuita Molina “De rege ac regis institutione” o del también jesuita Suárez, De legibus ac deo legislatore” o “ Defensor fidei”, escrito contra Jacobo I Stuardo.
Y podríamos citar muchos libros religiosos, antiguos y recientes, como las encíclicas de los papas, en concreto la que León XIII dirigió a los católicos franceses, “Au milieu de solicitudes”, 1892 o los del padre Gago, en 1932, o del canónigo de Salamanca, Aniceto de Castro en su libro “El derecho a la rebeldía” justificando el derecho de rebelión contra la República. Esos argumentos se utilizaron para legitimar la rebelión franquista. Esta doctrina está recogida, hoy día, en las encíclicas de Juan Pablo II.
Bien, pues en todos estos casos, confunden arbitrariamente lo que los fiscales llaman “los límites de la libertad” con los límites a la libertad. ¿Puede tener límites el ejercicio de las libertades, más allá de las dictaduras militares, teocráticas y fascistas o totalitarias? Porque es evidente que en estos sistemas políticos la libertad, las libertades, están limitadas, sencillamente porque no existen. La libertad está limitada a la obediencia al Poder. Tanto si se llama Franco como si se llama Dios o Alá.
La libertad se concibe como un deber o imperativo categórico y no como un derecho. Un derecho que sólo tienen y ejercen los individuos por lo que no lo pueden tener, ni ejercer, ni las instituciones ni las religiones. No es por casualidad que sólo las personas dogmáticas, de derechas y religiosas, cuyos textos doctrinales condenan, desde hace siglos, las libertades, sean las que invocan los límites de la libertad para imponer su verdad dogmática.
Lo cierto es que, durante siglos, siglos, no existió ni libertad religiosa ni libertad de expresión. Durante siglos, siglos, la Iglesia y el Islam condenaron, persiguieron y quemaron, acusados y acusadas de un delito de blasfemia contra su dios, de un acto de rebelión contra la Verdad, de una insumisión al dogma, a miles de personas que quisieron ser moralmente libres y practicar sus propias religiones, si acaso. Durante siglos la Cruz y la Media Luna impusieron, y siguen imponiendo amparadas en las dictaduras, su única libertad: la sumisión a su Poder. y lo dejaron claro los papas en el siguiente texto.
Tras la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, el papa PÍO VI en su Carta al Cardenal Rochefoucauld y a los obispos de la Asamblea Nacional, el 10 de marzo de 1791, en su texto Quod aliquantum, Sobre la libertad, escribía:
“A pesar de los principios generalmente reconocidos por la Iglesia, la Asamblea Nacional se ha atribuido el poder espiritual, habiendo hecho tantos nuevos reglamentos contrarios al dogma y a la disciplina. Pero esta conducta no asombrará a quienes observen que el efecto obligado de la constitución decretada por la Asamblea es el de destruir la religión católica y con ella, la obediencia debida a los reyes. Es desde este punto de vista que se establece, como un derecho del hombre en la sociedad, esa libertad absoluta que asegura no solamente el derecho de no ser molestado por sus opiniones religiosas, sino también la licencia de pensar, decir, escribir, y aun hacer imprimir impunemente en materia de religión todo lo que pueda sugerir la imaginación más inmoral; derecho monstruoso que parece a pesar de todo agradar a la asamblea de la igualdad y la libertad natural para todos los hombres. Pero, ¿es que podría haber algo más insensato que establecer entre los hombres esa igualdad y esa libertad desenfrenadas que parecen ahogar la razón, que es el don más precioso que la naturaleza haya dado al hombre, y el único que lo distingue de los animales?”
Y, ahora, los mismos que condenaron y condenan las libertades, la libertad religiosa contra la libertad de expresión porque ha rebasado los “limites” de la libertad, de su libertad, sean católicos o musulmanes, invocan la libertad religiosa contra las libertades y contra la libertad de expresión cuando rebasa los límites de la libertad o lo que es lo mismo cuando, cuando no se somete a ninguna dictadura moral. La blasfemia es un delito religioso que sólo sería admisible entre personas que aceptan una determinada creencia y se someten a ella. Nunca puede ser un delito político. Porque la liberta de expresión nunca puede ser un delito porque es un derecho individual. Es un derecho ilimitado. Sólo limitable por dictaduras o leyes dogmáticas.
¿Es aceptable que en una sociedad regida por derechos y no por dogmas religiosos esté bajo la autoridad de quien niega el ejercicio de las libertades en sus propias instituciones y a sus propios súbditos? ¿No es una perversión de la ley invocar la libertad para imponer la dictadura moral? Son los os jueces y los fiscales súbditos de dios? Deben anteponer sus creencias a la defensa de las libertades? No es eso una dictadura moral?
Cuáles son los límites de la libertad de expresión. Quien pone límites al ejercicio de las libertades. Con qué criterios se imponen esos límites a los derechos. No rebasa los límites a la libertad de expresión un obispo cuando pregona que los homosexuales son enfermos? No rebasa los límites de expresión un imán cuando pregona que las mujeres deben ser golpeadas? Qué es la libertad? Quién puede poner límites al ejercicio de las libertades sino quienes están en contra de su ejercicio.
El ejercicio de las libertades y la de expresión se combate con el ejercicio de la libertad de expresión de quien se siente ofendido. El instrumento es el pensamiento crítico apoyado en el ejercicio de derechos que son la garantía de las libertades. Embozar el ejercicio es prohibir la libertad. Por esta razón se da la paradoja dialéctica, en el discurso de la doble verdad/doble mentira, de que el espacio de la libertad reside al otro lado del dogma, de la dictadura, una vez traspasados los límites a la libertad.
Más allá de los límites a la libertad es donde se encuentran las libertades. El espacio infinito en el que los ciudadanos tienen derechos y los ejercen. La libertad es el espacio infinito social y político de derechos individuales en el que la libertad de expresión se combate con más libertad de expresión; en el que una idea se combate con otra idea; en el que un argumento se combate con otro argumento; en el que un sentimiento coexiste con otro y contra otro sentimiento porque hay tantos sentimientos como ciudadanos; allí donde una religión se combate con otra religión, donde el ateo se opone al creyente, donde el musulmán se opone al católico, donde el científico se opone al creyente, donde el pensamiento crítico se opone al dogmático…y viceversa.
El espacio donde el pensamiento crítico contra el dogma garantiza la libertad de expresión y el progreso de la humanidad. Lo contrario es la imposición del dogma a garrotazos. Por mucho que se amparen en leyes favorables a la dictadura moral. Lo que puede ocurrir cuando los tribunales se comportan como tribunales de la Santa Inquisición o de la Media Luna. Las libertades han creado ese espacio de confrontación dialéctica. Sólo los dogmáticos y autoritarios tratan de imponer límites al ejercicio de las libertades. Y estos personajes dogmáticos, autoritarios y liberticidas también están presentes en los tribunales: al servicio del dogma. De una soberanía extraña a la declaración de derechos fundamentales. Es lógico que sólo las personas dogmáticas, de derechas y religiosas, cuyos textos doctrinales condenan, desde hace siglos, las libertades, sean las que invocan los límites de la libertad para imponer su verdad dogmática. La libertad es el espacio infinito en el que se ejercen los derechos individuales, todas las libertades. Y lo proclaman las constituciones, antes de ser reguladas por el pensamiento reaccionario.
Javier Fisac Seco
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vía:
Portal Libertario OACA.
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