Asistir a una peda no es un acto indeterminado. El hecho de que nos reunamos con un grupo de personas conocidas en la escuela, el trabajo u otro espacio de interacción colectiva, pero con cita en lugares destinados al ocio, explica que la identidad grupal puede afianzarse más con la convivencia en estos últimos. Identidad significa identificar un sentido propio para construir un yo más allá de los otros. Erik Eriksson la describiría en un macro-plano como “un sentirse vivo y activo, ser uno mismo, la tensión activa y confiada y vigorizante de sostenerse que me es propio; es una afirmación que manifiesta una unidad de identidad personal y cultural” [1]. En el estudio actual de las ciencias sociales, Rogers Brubacker y Frederik Cooper facilitan el entendimiento de la identidad dividida en dos aspectos: un sentido “fuerte” –esencialismo; raza, género, nacionalismo, religión, ideología política, etc.- y un sentido “suave” –las creencias individuales bajo esquemas de fluidez, ruptura y otros términos de dinamismo social [2].
Sin tapujos, la identidad en la peda es una necesidad inventada por los factores culturales del sentido de pertenencia a, mas nunca el sentido de construirse a sí mismo, ¿qué convivencia estable puede forjarse en un sitio donde la música revienta los tímpanos y el oxígeno es reemplazado por el humo de cigarrillo?
Pertenecer a es una experiencia aleatoria que involucra un estadío de incertidumbre, provocada por la adaptación inadecuada de los deseos internos al ambiente [3](conformado en segundo plano por múltiples micro-grupos sociales); un sentido de pertenencia que a la vez gusta de la auto-destrucción del cuerpo y la polémica, ¿los jóvenes se identifican con ingerir alcohol hasta terminar vomitados en el piso de un lugar desconocido?, ¿necesitan a fuerza la bebida para convivir y pasarla “bomba” por unas horas?, ¿disfrutan de ver pelear a las jóvenes parejas cuando el alcohol los vuelve más violentos e irracionales? La juventud intuye que los cigarrillos y la bebida le dan “estilo” a uno, pero lo único claro es que atragantarse con los productos residuales y las basuras químicas está de moda.
Para que el adolescente pueda resolver estas cuestiones, retomo lo que Bruebaker y Cooper proponen como solución interna ante las falsas identidades: la reflexividad. Esta es un proceso previo de meditación donde el individuo intenta decidir si hay conectividad o no entre los resultados ya conocidos de la peda y lo que busca –sus deseos e intereses- asistiendo a esta. “¿En verdad quiero ponerme hasta la madre?”, “¿qué vienes después de la peda?”, “¿y si mejor voy a este sitio?”, etc. La reflexividad gana el peso en la balanza del pragmatismo, mientras que las identidades aleatorias se esfuman en el aire.
Falsas identidades y culturas: convivencia vs. auto-destrucción
Si el joven no logra resolverse las preguntas anteriores –sin importar si la respuesta es positiva o negativa-, diremos que es prosélito de las crisis personales o del humor más crudo (literal) de las pedas. El individuo no se afirma, se está falsificando una identidad.
De generación en generación desarrollamos distintos tipos de expresiones humanas; antes, las reuniones juveniles y de amigos contenían sentidos éticos y culturales que hoy han sido reemplazados por interacciones esporádicas y banales entre la juventud. La intensidad de la party rock y el weekend aumenta proporcionalmente al estilo de vida subordinado a las rutinas sociales de supervivencia, mientras más atado se sienta el individuo en su vida diaria, más buscará explosiones ‘liberadoras’ con personas de su edad o con gustos culturales semejantes.
La fotografía adjunta corresponde a una fiesta juvenil de un grupo de amigos de Brooklyn en 1936. Sorprende la esencia de las miradas entre las parejas que platican y bailan, las galletas recién horneadas y colocadas en una perfecta elipse en un espacio tan pequeño. ¿Qué condiciones disciplinarias habrán vivido estos jóvenes?, no lo podemos saber con exactitud. La elección colectiva, el afecto y afinidad visibles en la imagen son muestra de la reflexividad previa a la identidad que se forma como “grupo de amigos”, “grupo de parejas” o “fiesta en Brooklyn”.
Pasando de esta sublime fotografía, casi un siglo después, en mayo del 2015 en las islas C.U., un joven se prendía fuego a base del un destilado de agave mejor conocido como “Tonayan” después de una peda con sus compañeros de la Facultad de Economía, gritando con los pantalones abajo: “soy un pendejo, “no debí haber tomado”, “¡tomé Tonayan, soy un estúpido!”, “¡no puedo creer mi nivel de pendejez!”. En noviembre del mismo año, en el marco de las tradicionales ofrendas que se instalaron en el Espacio Escultórico (justamente para evitar la mega-peda) se registró la caída y hospitalización de una joven de 20 años por ebriedad.
¿Qué valores culturales y convivencia podemos forjar estando “hasta las chanclas”?, evidentemente, la peda alienta la creación de falsas identidades, a menos que queramos afirmar la auto-destrucción de uno mismo y nuestros cercanos. De ser así no debería existir preocupación alguna, Alcohólicos Anónimos posee más de 14,000 sucursales en el país.
Desde la secundaria y el bachillerato, el alcohol y las sustancia opiáceas como falacias de socialización y poder
Ya hablamos de la identidad como concepto, ahora pasemos al objeto creador de la peda: el alcohol. Un excelente artículo publicado en el año 2000 en la Revista Salud Pública elaborado por psicólogas del Instituto Nacional de Psiquiatría, habla de que “la principal expectativa asociada con el consumo fue el alcohol como facilitador de la interacción social, tanto en consumidores altos como en moderados, lo cual tiene que ver indudablemente con la gran tolerancia social hacia el consumo que existe en nuestra cultura”[4].
El contexto social es la piedra –diría Epicuro- y el estudiante que busca socializar mediante el alcohol es la idea de la piedra. El segundo busca reforzarse a sí mismo aludiendo al consumo para convertirse en algo que pertenece a otra categoría de desenvolvimiento. Una cosa es la idea de convivir en la peda y otra es la convivencia realmente social.
En el estudio citado, se encontró a través de cuestionarios, que se bebe por algunas aspiraciones dualistas: expresividad verbal” (22.72%), desinhibición (15.97%), incremento de la potencia sexual” (41.42%), interacción grupal (69.25%), reducción de la tensión corporal y mental –psicológica- (68.82%), incremento de la fuerza y sentimientos de poder (31.63%).
Los resultados demostraron que el grueso estudiantil consume entre una y 5 copas/cervezas.
¿Cómo podemos resumir que estos consumos son falacias de socialización?: para algunos la permanencia de lo transitorio es la durabilidad de lo efímero.
Estos son algunos de los problemas que provocan el consumo del alcohol, el principal, las relaciones personales entre amigos, desconocidos o parejas sentimentales.
No es una toxicidad individual, está inmersa en la conformación de las ciudades
Ingerir las bebidas de la muerte, principalmente afectan al cerebro y
al sistema nervioso, adjudicándose también el desarrollo de
enfermedades digestivas, cardiovasculares, endócrinas, metabólicas y la
pérdida de memoria [5].En una investigación doctoral del Plan Nacional Sobre las Drogas en España, se advierte que “a nivel poblacional para muchos problemas, como varios tipos de cánceres, hepatopatías, lesiones y probablemente conductas de riesgo, como relaciones sexuales sin protección, se suele observar una relación dosis respuesta lineal o exponencial (…) a menudo genera también consecuencias negativas para otras personas (violencia, incumplimiento de responsabilidades familiares o laborales, molestias) que no suelen considerarse al evaluar la carga de enfermedad [6].
Pensar que el alcoholismo o el consumo constante es una enfermedad, sería pensar de forma aislada, la toxicidad de la ciudad, expresada en las dinámicas de hiperconsumo a través de espectaculares, comerciales, referencias televisivas y de la misma ropa, facilita un espacio predilecto donde circula una cultura ‘alcohólica’ tan normalizada como el acto de comer o trabajar.
A falta de estabilidad económica, ¡a emborracharse donde se pueda!
La necesidad imperante de emborracharse o pasar un momento de ocio, lleva a los jóvenes a tomar incluso en vía pública, las periferias de los barrios o lugares cerrados, venga, en cualquier espacio que no cobre el servicio de uso. Según datos oficiales del INEGI, “el rango oficial (15-29 años), 50% de los 27.9 millones de jóvenes vive en condiciones de pobreza, 70% carece de acceso a la educación superior y 20% no tiene acceso ni a la educación ni a un empleo” [7]. La mayoría de nosotros somos hijos de la clase trabajadora, y algunos, trabajan de lo que pueden para ayudar con los gastos familiares y comprar material escolar. No somos más que el resultado de la precarización del trabajo asalariado.
Los resultados evidentes se dan en la peda. Comparemos: el precio de una caguama de 945 ml., data entre los 33 y 40 pesos según la marca en una miscelánea o un Oxxo, mientras que en gran parte de los establecimientos y bares ronda entre 50 y 70 pesos, es decir, duplica su precio. Los espacios cerrados, para los tiempos estudiantiles y de evaluaciones, se infestan de gente y no siempre es sencillo encontrar un lugar para beber, siendo así, el spot al aire libre la opción más viable para algunos. Las pulcatas, las cantinas de barrio o las pedas en casas particulares son los sitios donde se “arma el desmadre” de forma más frecuente entre la juventud que en establecimientos cerrados.
Cuestionamientos finales
Con una voz que llama a la resolución de problemas mediante el
pensamiento crítico y la comunicación, concluyo este texto con una serie
de cuestiones que dejaré imparciales, pero necesarios para reemplazar
la convivencia en la peda por la convivencia realmente social, como
planteé en uno de los párrafos anteriores.
¿Es en verdad relevante hablar sobre las pedas?, ¿todos tienen la facilidad para estas “explosiones liberadoras?
¿Por qué el ocio debe estar condicionado al alcohol y las drogas?
¿Es necesario identificarse con un
objeto de consumo para obtener originalidad?, ¿existe la originalidad en
la sociedad de masas?
[1] Eriksson, Erik (1983). Infancia y Sociedad, Buenos Aires, Paidós.
[2] Bruebaker, R. & Cooper, F. (2000). “Beyond identity”, Theory and Society, pp. 1-47.
[3] Para el neurólogo Pierre Janet, la adaptación inadecuada a diversas pruebas clínicas es lo que puede visualizarse como un método general en la provocación del miedo. ¿Quién no siente displacer cuando una situación es tan distinta a como la esperaba en las imágenes mentales propias? (Wolff, Werner, Introducción a la Psicología, México, 1975, FCE, p. 136). En Nietzsche, esto es el “tormento inherente del sentimiento de esperanza premeditada”.
[4] Mora Ríos J, Natera G. (2001). “Expectativas, consumo de alcohol y problemas asociados en estudiantes universitarios de la Ciudad de México”, Revista Salud Pública, Vól. 43, No. 2, México, pp. 89-96. Esta investigación fue apoyada por la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Sociales, y el Departamento de Investigaciones Psicosociales del INP-México.
[5] Un factor muy importante para el estudiante, ya que la gran mayoría de ellos antepone la idea de la “mente olvidadiza” a la hora de estudiar. Sin una memoria sana y eficaz, la concentración se convierte en tragedia. Es importante valorar que “la concentración representa el enfoque total de la atención y la memoria, la potencias de la mente que pretenden ser absolutas sobre el material que se estudia”. (Revart, Demián -2016-. Hacia un método epistemológico para el estudio individual).
[6] Ana Sarasa-Renedo, Luis Sordo, Gemma Molist, Juan Hoyos, Anna M. Guitart y Gregorio Barrio (2014). Principales daños sanitarios y sociales relacionados con el consumo de alcohol, Rev. Esp. Salud Publica vol.88 no.4 Madrid
[7] Reguillo, Rossana, “Jóvenes, precarización y represión: los rostros del sexenio”, Horizontal, 22 de Junio de 2015. En línea en: http://horizontal.mx/
Publicado el 23 de Septiembre de 2016 en:
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