1 La mano en el bolsillo

 

El jueves fue uno de esos días que empiezan mal. Cerca de mi casa una mujer grande vive en la calle. Se sienta, se acuesta, come, se rasca o dormita, siempre en silencio, sin molestar ni hablar con nadie. Nunca la vi pedir, ni quejarse. Uno de sus zaguanes preferidos era el de un instituto de belleza femenina. Le pusieron una reja que subsiste ahora que quebró, a pesar de los méritos propios de la estilista que de un tiempo a esta parte dejaron de surtir efectos positivos. Nunca se aleja más de una cuadra de allí. Me llamó la atención que no estuviera sola como siempre. Sentado junto a ella había un hombre fornido, que no llegaría a los 30 años, de pantalón, remera y mochila negros. Imaginé que sería un familiar que intentaba convencerla de un regreso a casa. Pero vi que no hablaban y que ella dormía. Seguí unos pasos y me detuve a mirarlos. El tipo le metió la mano en el bolsillo y le sacó un rollito de billetes. Por el color me pareció que el de afuera era de dos pesos. Cuando terminé de entender lo que había visto me acerqué y le dije que se los devolviera. Me miró con una expresión tan vacía que ni brutalidad denotaba.
–¿Por qué se los tengo que devolver? 
–Porque es injusto, ¿no ves que ella está peor que vos?
–Dejame tranquilo, no te metas conmigo– me contestó sin quitarse los auriculares y desprendiéndose de mi mano que intentó retenerlo para que no se alejara. Le bloquee el paso dos veces en distintas direcciones y el diálogo se repitió, hasta que me pegó un empujón y se fue. Lo seguí media cuadra pero iba más rápido de lo que yo puedo. La alternativa era gritar para que alguien de su edad y fortaleza lo tacleara y los honestos vecinos indignados lo lincharan como ya ocurrió en otras virtuosas ciudades y barrios, o buscar un policía para que llegaran varios patrulleros y se lo llevaran a molerlo a golpes en la comisaría y entregárselo al fuero que se encarga de los pobretones, a cuyos familiares veo todos los días aguantando en la puerta de la alcaldía de los tribunales de Lavalle. Por suerte no tuve ninguno de esos reflejos y lo dejé escapar. Había presenciado la miseria humana en su peor expresión, un pobre diablo que encontró una persona más golpeada que él para aprovecharse. 

2 Entre la tristeza y la furia

 

Pasé las horas siguientes entre la tristeza y la furia.
Se agravó cuando desde Jujuy me contaron que la noche anterior Milagro Sala intentó clavarse una tijera en la panza cuando le anunciaron que la llevarían a los tribunales para notificarle de tres nuevas denuncias en su contra. Me acordé de nuestro diálogo de hace un año, contador Morales, cuando planté mi valija en medio del pasillo del avión para que no pudiera escaparse después de simular que dormía durante todo el vuelo. Le pregunté cuándo iba a dejarla en libertad y me respondió que no decidía usted sino los jueces. Le contesté que los dos sabíamos que eso no era cierto, aunque recién en esa visita a su provincia supe que usted mandó destituir al fiscal que se negó a pedir la detención de Milagro y al magistrado que la había absuelto en varias causas. Tampoco conocía aún que usted había ampliado de 5 a 9 el número de miembros del Superior Tribunal, no en un año como le llevó a Menem sino en una semana, y ni siquiera para designar a algunos juristas afines pero ilustrados, como Julio Oyhanarte o Ricardo Levene, sino a dos de los diputados de su partido que terminada la sesión se calzaron la toga y juraron como jueces supremos, en un tribunal presidido por otra ex diputada radical que a todos les decía que había adoptado un chico, hasta que me pasaron la partida de nacimiento que prueba que se lo apropió y lo inscribió como si ella lo hubiera parido. Ese hijo apropiado lo patrocinó a usted, contador Morales, en su denuncia de 2003 contra Macrì por el vaciamiento del Correo Argentino en la que reclamó la rescisión del contrato y la ejecución de la garantía. Esa misma señora de su íntima confianza designó a su ex socio y yerno para que detuviera a Milagro. Y ahora que todo el mundo habla del Correo usted no dice esta boca es mía. Clarísimo.
Aunque Milagro Sala fue arrestada por reclamarle una audiencia por la supresión de planes e inversiones sociales, el argumento único con que usted me respondía era un monocorde “Se robaron todo”, al que yo sólo oponía que “eso hay que probarlo en un juicio”. Cuando ese diálogo circular ya no daba para más usted mostró su carta de triunfo y me dijo que tenía 60 causas preparadas para ir presentando a medida que se cayeran las anteriores, como la del acampe en la plaza. 
Lo que no llegó a contarme porque el resto de los pasajeros se impacientaron al percibir que las puertas del avión ya se habían abierto y nuestro diálogo les demoraba el descenso, fue que con cada causa caería una nueva humillación contra esa mujer que se atrevió a cuestionar la lógica de un bipartidismo dependiente del poder económico y a organizar a los más vulnerables en la lucha colectiva por derechos elementales en vez de aprovecharse cada uno del más débil como el rufián que le metió la mano en el bolsillo a mi vecina que vive en la calle. Y no le ahorraron ni una, respaldadas con una difusión paga por su gobierno que presenta como delictivos actos tan legítimos como cobrar un cheque en la ventanilla de un banco y guardar los billetes en un bolso. El colmo de la iniquidad fue el periodista que le dio micrófono y pantalla para que usted repitiera sus argumentos falaces, usando como panel de fondo una gigantografìa de la Carta Abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar. Desde la clandestinidad, con la certeza de ser perseguido y sin esperanza de ser escuchado, Walsh denunciaba con medios artesanales los atropellos del poder contra el pueblo. Casi 40 años después un mercenario con gesto de Catón usa esa carta para que desde el poder se difame a los luchadores y resistentes populares. 

3 Un catálogo de perversiones

 

El catálogo de perversiones que usted y los suyos volcaron sobre esa mujer y su organización no tiene parangón en las tres décadas de la democracia argentina. Designó una fiscal ad hoc para que se encargara de ella en cualquier causa pasada, presente o futura; se reunió con un grupo de cooperativistas que al día siguiente acusaron a Milagro de los delitos por los que ellos estaban procesados y cuya situación cambió por arte de magia; amenazó a los hijos de otra dirigente para que hiciera lo mismo, lo cual la llevó a un intento de suicidio; puso en libertad a un acusado de homicidio a cambio de que acusara a Milagro como instigadora; compró con empleos y transferencias bancarias a testigos falsos que le permitieran condenarla por un escrache ocurrido siete años antes y en el que ella no participó; mandó indagar a los dos hijos de su rehén y detener a su esposo, de 73 años; ordenó a un funcionario administrativo designado por usted que le suspendiera por tres años y medio sus derechos civiles y políticos, castigo ilegal, inconstitucional, anticonvencional que ni siquiera figura en el código contravencional invocado por su mandadero pseudo judicial. Consintió sin aplicar sanciones que apalearan en la cárcel a uno de los colaboradores de Milagro que no aceptó acusarla y que mataran por estrangulamiento en su celda al sobrino de 21 años de ese hombre. Privó a Milagro de su libertad durante la feria judicial del año pasado, por presuntos delitos que se habrían cometido años atrás, como si se tratara de un caso urgente, y esta semana la llevó por la fuerza a los tribunales para que se notificara de tres nuevas denuncias, en un trámite que hubiera sido más fácil y económico realizar en la cárcel en la que ya estaba detenida, pese a la recomendación de los peritos psicólogos de que no estaba en condiciones de enfrentar esa situación. Los funcionarios judiciales le anunciaron que se retiraban para que la psicóloga de tribunales la entrevistara. Milagro les pidió que se quedaran para que supieran del hostigamiento del que es víctima. 
–Nosotros no tenemos nada que ver señora, sólo cumplimos con nuestro deber –alegaron. 
Esa frase es el emblema de la cobardía burocrática.
–Lo que cumplen son las órdenes de Gerardo Morales que los usa y después los va a tirar. Lástima me dan ustedes –les dijo Milagro.
Las tres nuevas denuncias contra Milagro son por amenazas: alguien cuenta que otro alguien bajó la ventanilla de un auto y le dijo que si no se dejaba de pelotudear lo iba a hacer aca por orden de Milagro. Nunca un testimonio directo que la involucre, siempre dichos de terceros que invocan su nombre. 
De las tres nuevas causas, dos están a cargo del titular del juzgado de control Nº 3, Gastón Mercau, el ex socio y yerno de la aún presidente del Superior Tribunal; la tercera del juez de control Nº 2, Jorge Zurueta. El traslado de Milagro desde la cárcel hasta los tribunales fue otra puesta en escena de noticiero sobre narcos mexicanos: una caravana de 30 vehículos, con 55 policías uniformados y de civil y 20 miembros de las fuerzas especiales, con armas de guerra y pasamontañas que les cubren el rostro.  Es el tipo de prueba prefabricada sobre la peligrosidad de Milagro que el Estudio Gil Lavedra, el fiscal de Estado Mariano Miranda y Titina Falcone (todos dirigentes de la UCR) están preparando para presentar a la CIDH, si es que acepta recibirlos. Las tres tienen la misma carátula: “Inducción a cometer el delito de amenazas”, que habrían ocurrido entre septiembre y enero, cuando Milagro ya estaba detenida. Los autores: “Dos personas masculinas con identidad a establecer”, dice una de las causas en el juzgado del Gran Yerno.

4 Los despedidos

 

Su problema no es sólo con Milagro. Cuando ya la tenía entre rejas usted dejó sin sustento a miles de trabajadores de la Túpac Amaru, que era el tercer empleador de la provincia, luego del Estado y del ingenio Ledesma. ¿Los computará la CGT entre los despedidos por los que pedirá en su próxima marcha? También propició que decayeran por falta de mantenimiento las piletas de natación y el parque acuático que fueron el sello distintivo de la Túpac Amaru, un bien material pero sobre todo simbólico, porque antes era un privilegio de los muy pocos, mientras los muy muchos sólo podían refrescarse en los ríos contaminados con agroquímicos. Su hermano y cajero Freddy amenaza con querellar a quienes denuncien el escandaloso negociado de las tierras de Alto Comedero que junto con otros once ex diputados le compró y le revendió a la provincia, con una ganancia del 4000 por ciento en menos de un año. Yo los denuncié con todos los documentos oficiales que prueban el escándalo pero Freddy y los demás guardaron prudente silencio, protegidos por una prensa provincial y nacional cómplice que ignoró el tema como si no hubiera ocurrido. No existe la realidad sino la agenda, y la manejan ellos. Hasta ordenó usted que el Servicio Penitenciario devolviera al Correo los miles de tarjetas postales que Milagro recibió desde todo el mundo por su cumpleaños, alegando que no estaba autorizada a recibir ese tipo de correspondencia, en contra de lo que garantiza la ley de ejecución de la pena privativa de la libertad, a condenados y procesados como ella. Lo que busca es destruirla física y psicológicamente, reducir por la prepotencia a una líder impetuosa y arrolladora a un rol mendicante, con la ilusión de que algún día implore su compasión. Pierda toda esperanza de verla arrodillada a sus pies, porque aún sometida a esas condiciones degradantes conserva una dignidad de la que usted carece.
Para encubrir esa serie interminable de tropelías está enfangando a su partido, transformado en el ala derecha de la Alianza Cambiemos, lo que no es decir poco. La única queja de la conducción del radicalismo es que el PRO no le ofrece más cargos en el Estado y en las listas. Es doloroso ver a uno de los jueces que condenaron a Videla, Massera&Cia y que gozó de la confianza de Raúl Alfonsín, trabajando para usted en la pillería de engañar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos cuando visite el país, en mayo. Así lo demuestran los mails del estudio Gil Lavedra que publiqué aquí, dirigidos en nombre de usted a la presidente del Superior Tribunal, el fiscal de Estado y el encargado de Derechos Humanos de la Cancillería para combinar por encima de la división de poderes  y de la decencia cómo conseguir que la CIDH consienta la detención de Milagro, que ya calificó de arbitraria y cuya libertad solicitó en un comunicado. También está deteriorando el bien ganado prestigio argentino en materia de derechos humanos y hasta le está haciendo pagar un precio innecesario al presidente Maurizio Macrì, cuyo núcleo de allegados más próximos no ven la hora de librarse del chantaje que usted les impone, con la eficaz cooperación de Emilio Monzó y Gabriela Michetti, que abogan por la necesidad de los votos radicales en el Congreso. En España, por primera vez, Macrì mostró algún alivio porque el caso haya salido ya de la órbita jujeña y esté en manos de la Corte Suprema de Justicia, cuyos miembros antiguos y nuevos (a pesar del giro reaccionario que avalan con varios fallos recientes) tienen algo que defender y algo que perder si no ponen freno a esta barbarie desatada en nombre de la gobernabilidad, como confesó sin pudor el vicepresidente que no fue, Ernesto Sanz, ante una entrevistadora inteligente que con tono insinuante supo tirarle de la lengua. 


5 Hipócritas de saco y corbata

 

 

El día empezó mal y terminó peor. Al anochecer pasé por el mismo lugar y la mujer estaba despierta. Le di 100 pesos, que deben ser más de lo que le hurtó aquel canalla. Primero miró el billete, después a mi sin decir nada, y me imaginé que se preguntaba por las vueltas raras que da la vida. Un rato después Lucho Paz, el abogado y amigo de Milagro, me contó la desgarradora escena que acababa de vivir en el tribunal, que a él lo dejó literalmente de cama y a mí me hizo llorar de indignación y me impulsó a abandonar la nota que estaba escribiendo y encarar de un tirón esta carta abierta a un hipócrita mucho peor que el miserable de la mañana, porque ni siquiera pone el cuerpo y se sirve de un aparato de poder organizado por señores de traje y corbata, con título universitario, buenas casas y lindos autos, que además se creen honestos y respetables.


 vía:
https://www.pagina12.com.ar/22471-sobre-la-miseria-humana