En
2015, Homero Simpson asistió al lanzamiento de la campaña de Donald
Trump, en el capítulo titulado “Trumpastic Voyage”, donde le ofrecieron
50 dólares por aparecer enarbolando un cartel con la leyenda “paid”, y
tuvo un viaje psicodélico en el cabello del candidato republicano.
De ese modo, el personaje de la cadena Fox se sumó a la casi totalidad de los medios norteamericanos y mundiales que –sistemáticamente– criticaron, satirizaron, menospreciaron y desprestigiaron al actual Presidente Electo de los Estados Unidos de Norteamérica.
La paradoja no obstante, es que Trump triunfó precisamente gracias a los votantes que, desde hace 27 años, han venido siendo criticados, satirizados, menospreciados, desprestigiados, humillados, y sobre todo, representados por el propio Homero Simpson en la serie.
En efecto, todos los análisis previos a la elección, y por supuesto, los posteriores, han insistido en el hecho de que el “voto duro” del candidato republicano, y del propio partido en la actualidad, se encuentra en la “población blanca, trabajadora, de clase media, sin educación universitaria”.
Sin embargo, ninguna encuesta –salvo la que realizó el diario “Los Ángeles Times” utilizando un modelo diferente–, pudo predecir que ese voto sería mayoritario, y definiría la elección.
Hoy, numerosos medios aparecen señalando que Trump logró sintonizar con el malestar de esa clase media industrial y rural, sin estudios superiores, de pueblos y ciudades de la “Deep America”, frustrada y humillada por décadas de estancamiento, y profundamente hastiada del establishment de Washington que representaba Hillary Clinton.
Son los trabajadores especializados que han quedado cesantes y están endeudados, porque las fábricas cerraron y se fueron a China o porque fueron reemplazados por una máquina, y que en el mejor de los casos, han logrado volver a emplearse en labores de servicio, por la mitad de lo que ganaban antes.
Ellos han visto a sus barrios empobrecerse y ser invadidos por la droga y la delincuencia. Han visto la llegada incesante de inmigrantes que ocupan puestos de trabajo por salarios miserables, y que no tienen ningún aprecio por el “American way of life”, el modelo de vida basado en la producción industrial a gran escala, que se inició durante la Segunda Guerra Mundial, y que llevó a Estados Unidos a transformarse en la primera potencia mundial en la década de los ’60: un modelo del que legítimamente ellos se sentían orgullosos, y que fue reemplazado por el modelo de consumo y especulación financiera impulsado por la “Globalización” desde los años ’80.
Lo mismo ha venido ocurriendo en Europa y –aunque usted no lo crea–, está ocurriendo en Chile.
Y es que este fenómeno no es sólo norteamericano. Es global.
De hecho, en Europa, el “Brexit” en Gran Bretaña es el equivalente en términos económicos, y el triunfo del Front National en Francia, es el equivalente en términos políticos, de la victoria de Trump en Estados Unidos.
Aunque a muchos no les guste, o no lo quieran reconocer, lo que ideológicamente ha venido triunfando cada vez con mayor fuerza contra la “Globalización”, es un tipo de “fascismo posmoderno”… un fascismo “a lo Homero Simpson”, si se nos permite usar esta analogía.
Por cierto, a priori entendemos que esta afirmación no sólo no será del agrado de los liberales de izquierda y derecha –los mismos que llamaron ampliamente a votar por Hillary Clinton-, sino con mayor razón, de la izquierda anti y a-sistémica, que por décadas ha venido encabezando las protestas contra la OMC, el FMI, el G20, Rockefeller, el grupo Bilderberg, las Multinacionales y un muy largo etcétera.
Más allá de que guste o no, el hecho es que muchas de las políticas que Trump ha señalado implementará en su mandato, y particularmente, el modelo económico que ha sostenido aplicará, es fundamentalmente de carácter fascista.
El fascismo histórico –que nació “a la izquierda” aunque a esta le pese–, fue un movimiento político cuyos electores fundamentales pertenecían a la clase media rural o industrial, sin estudios superiores, que se sentían profundamente humillados por la explotación de la Banca internacional, la pérdida de sus puestos de trabajo y el deterioro general de sus condiciones de vida.
Y es que no es primera vez que el fascismo triunfa en Estados Unidos.
En efecto, para superar la crisis de la “Gran Depresión”, el gobierno de Franklin Delano Roosevelt, implementó el llamado “New Deal”, un tipo de fascismo económico de los muchos que se desarrollaron en la década de los ’30, algunas cuyas medidas –precisamente por ser “demasiado fascistas” –, fueron impugnadas en la Corte Suprema de EE.UU. que impidió aplicarlas.
Además, otras de las características del fascismo en términos económicos eran la protección del mercado interno, su rechazo a la especulación financiera y el “libre mercado”, el incentivo de la producción nacional agrícola, obrera e industrial, y la defensa y fomento de la propiedad privada.
En suma, muchas de las medidas que Trump ha anunciado aplicará, así como las que por su parte promueve el Front National en Francia, o las que llevaron al triunfo del Brexit en Gran Bretaña, pueden ser ideológicamente catalogadas como fascistas con toda propiedad.
Y aunque este análisis permitiría otras comparaciones políticas y simbólicas aún mayores con el fascismo histórico –por ejemplo “America first”, o “América para los americanos” como Donal Trump repitió incesantemente en su campaña–, la verdad es que se trata de un fascismo posmoderno, que recurre a la idea de Nación no porque tenga un fundamento filosófico o doctrinario estricto para definirla en contradicción al globalismo o el internacionalismo, sino porque para sus electores, ese concepto remite precisamente a sus creencias básicas y su “neighborhood”, barrio, vecindario, pueblo o pequeña ciudad, que son el cosmos que ha sido directamente impactado por el caos globalizante y el “libre mercado”, tal como “Los Simpson” han venido demostrando semana tras semana los últimos treinta años.
Así, los síntomas de este fenómeno están a la vista de quien quiera observarlos, en todo el mundo.
La victoria de Donald Trump, es el triunfo del fascismo “a lo Homero Simpson”.
Alexis López Tapia..
De ese modo, el personaje de la cadena Fox se sumó a la casi totalidad de los medios norteamericanos y mundiales que –sistemáticamente– criticaron, satirizaron, menospreciaron y desprestigiaron al actual Presidente Electo de los Estados Unidos de Norteamérica.
La paradoja no obstante, es que Trump triunfó precisamente gracias a los votantes que, desde hace 27 años, han venido siendo criticados, satirizados, menospreciados, desprestigiados, humillados, y sobre todo, representados por el propio Homero Simpson en la serie.
En efecto, todos los análisis previos a la elección, y por supuesto, los posteriores, han insistido en el hecho de que el “voto duro” del candidato republicano, y del propio partido en la actualidad, se encuentra en la “población blanca, trabajadora, de clase media, sin educación universitaria”.
Sin embargo, ninguna encuesta –salvo la que realizó el diario “Los Ángeles Times” utilizando un modelo diferente–, pudo predecir que ese voto sería mayoritario, y definiría la elección.
Hoy, numerosos medios aparecen señalando que Trump logró sintonizar con el malestar de esa clase media industrial y rural, sin estudios superiores, de pueblos y ciudades de la “Deep America”, frustrada y humillada por décadas de estancamiento, y profundamente hastiada del establishment de Washington que representaba Hillary Clinton.
Son los trabajadores especializados que han quedado cesantes y están endeudados, porque las fábricas cerraron y se fueron a China o porque fueron reemplazados por una máquina, y que en el mejor de los casos, han logrado volver a emplearse en labores de servicio, por la mitad de lo que ganaban antes.
Ellos han visto a sus barrios empobrecerse y ser invadidos por la droga y la delincuencia. Han visto la llegada incesante de inmigrantes que ocupan puestos de trabajo por salarios miserables, y que no tienen ningún aprecio por el “American way of life”, el modelo de vida basado en la producción industrial a gran escala, que se inició durante la Segunda Guerra Mundial, y que llevó a Estados Unidos a transformarse en la primera potencia mundial en la década de los ’60: un modelo del que legítimamente ellos se sentían orgullosos, y que fue reemplazado por el modelo de consumo y especulación financiera impulsado por la “Globalización” desde los años ’80.
Lo mismo ha venido ocurriendo en Europa y –aunque usted no lo crea–, está ocurriendo en Chile.
Y es que este fenómeno no es sólo norteamericano. Es global.
De hecho, en Europa, el “Brexit” en Gran Bretaña es el equivalente en términos económicos, y el triunfo del Front National en Francia, es el equivalente en términos políticos, de la victoria de Trump en Estados Unidos.
Aunque a muchos no les guste, o no lo quieran reconocer, lo que ideológicamente ha venido triunfando cada vez con mayor fuerza contra la “Globalización”, es un tipo de “fascismo posmoderno”… un fascismo “a lo Homero Simpson”, si se nos permite usar esta analogía.
Por cierto, a priori entendemos que esta afirmación no sólo no será del agrado de los liberales de izquierda y derecha –los mismos que llamaron ampliamente a votar por Hillary Clinton-, sino con mayor razón, de la izquierda anti y a-sistémica, que por décadas ha venido encabezando las protestas contra la OMC, el FMI, el G20, Rockefeller, el grupo Bilderberg, las Multinacionales y un muy largo etcétera.
Más allá de que guste o no, el hecho es que muchas de las políticas que Trump ha señalado implementará en su mandato, y particularmente, el modelo económico que ha sostenido aplicará, es fundamentalmente de carácter fascista.
El fascismo histórico –que nació “a la izquierda” aunque a esta le pese–, fue un movimiento político cuyos electores fundamentales pertenecían a la clase media rural o industrial, sin estudios superiores, que se sentían profundamente humillados por la explotación de la Banca internacional, la pérdida de sus puestos de trabajo y el deterioro general de sus condiciones de vida.
Y es que no es primera vez que el fascismo triunfa en Estados Unidos.
En efecto, para superar la crisis de la “Gran Depresión”, el gobierno de Franklin Delano Roosevelt, implementó el llamado “New Deal”, un tipo de fascismo económico de los muchos que se desarrollaron en la década de los ’30, algunas cuyas medidas –precisamente por ser “demasiado fascistas” –, fueron impugnadas en la Corte Suprema de EE.UU. que impidió aplicarlas.
Además, otras de las características del fascismo en términos económicos eran la protección del mercado interno, su rechazo a la especulación financiera y el “libre mercado”, el incentivo de la producción nacional agrícola, obrera e industrial, y la defensa y fomento de la propiedad privada.
En suma, muchas de las medidas que Trump ha anunciado aplicará, así como las que por su parte promueve el Front National en Francia, o las que llevaron al triunfo del Brexit en Gran Bretaña, pueden ser ideológicamente catalogadas como fascistas con toda propiedad.
Y aunque este análisis permitiría otras comparaciones políticas y simbólicas aún mayores con el fascismo histórico –por ejemplo “America first”, o “América para los americanos” como Donal Trump repitió incesantemente en su campaña–, la verdad es que se trata de un fascismo posmoderno, que recurre a la idea de Nación no porque tenga un fundamento filosófico o doctrinario estricto para definirla en contradicción al globalismo o el internacionalismo, sino porque para sus electores, ese concepto remite precisamente a sus creencias básicas y su “neighborhood”, barrio, vecindario, pueblo o pequeña ciudad, que son el cosmos que ha sido directamente impactado por el caos globalizante y el “libre mercado”, tal como “Los Simpson” han venido demostrando semana tras semana los últimos treinta años.
Así, los síntomas de este fenómeno están a la vista de quien quiera observarlos, en todo el mundo.
La victoria de Donald Trump, es el triunfo del fascismo “a lo Homero Simpson”.
Alexis López Tapia..
vía:http://www.elciudadano.cl/2016/11/09/337676/trump-el-triunfo-del-fascismo-a-lo-homero-simpson/
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