(APe).- Lucía Maidana, Taty Piñeyro y Hernán Céspedes son los nombres de tres jóvenes que representan, en Misiones, la cara más oscura de la impunidad del poder. La misma provincia en la que entre 2010 y 2016 hubo 23 muertes en dependencias policiales.
Retumba el eco del clamor de miles de mujeres, disparado por el femicidio de Lucía Pérez, en Mar del Plata, que movilizó la memoria colectiva para recordar tantos otros casos que, en la mayoría de los casos, permanecen impunes. Nombres que las voces agrietadas por el dolor no dejan de pronunciar. Nombres que se rebelan a la funesta idea de permanecer como simples legajos en las putrefactas y oscuras entrañas de la impunidad judicial.
Lucía
En la ciudad de Posadas, ese 19 de octubre de la histórica huelga de mujeres, éstas nombraron a otra Lucía. Oriunda de la localidad de Capioví, Lucía Maidana tenía 23 años, vivía en un inquilinato en Posadas, donde estudiaba Comunicación Social en la Universidad Nacional de Misiones. Cuentan las crónicas policiales que “Lucía fue encontrada sin vida cerca de las 21.45 del sábado 6 de abril de 2013 en la pensión donde vivía, sobre Estado de Israel 3495, en el barrio Villa Urquiza de Posadas”.
Las investigaciones dedujeron que Lucía fue violada y golpeada con un martillo. Además, el femicida que la mató incendió la habitación antes de irse. Con el acompañamiento de organizaciones feministas, estudiantes y otros colectivos sociales, los familiares vienen reclamando al Poder Judicial el esclarecimiento de un caso que a pocas semanas de la Feria Judicial 2016/17, permanece impune. Sobre el único sospechoso que tuvo el caso, la Justicia nunca pudo cerrar el cerco probatorio y desde el 3 de mayo de 2013 está con falta de mérito. Se trata de Nicolás Sotelo, y pese a que el caso está siendo observado por la Corte Suprema de Justicia, hay quienes señalan que Sotelo podría ser sobreseído. “No hay avances en las justicia, pese al apoyo y a las movilizaciones que venimos sosteniendo. Mi familia pide justicia, los compañeros de Lucia piden justicia y queremos que la causa se mueva, no sólo cuando hay violaciones. Hay una bestia suelta, se burla de nosotras, se para frente a las compañeras y se burla en sus caras. No está bueno, perdemos nuestros derechos. No podemos permitir que la justicia se siga manteniendo en silencio. Todo el cuerpo judicial es responsable” expresó Felicitas Maidana, la hermana de Lucía.
Taty Piñeyro
El 11 de julio de 2012, en la localidad de Puerto Esperanza, en un descampado del barrio El Progreso, aparece el cadáver de Lieni “Taty” Piñeiro, de 18 años, con signos de haber sido ultrajado sexualmente. El caso se complejiza con la posterior detención de un compañero de escuela de Taty, Hernán Céspedes, también de 18 años, que días después termina apareciendo muerto en una comisaría de Puerto Iguazú, a horas de declarar y habiendo previamente dado aviso a su madre de que estaba siendo torturado y amenazado de muerte por los policías de esa dependencia, para que se auto incrimine como autor del hecho.
Un hijo del entonces diputado provincial, Gilberto “Pato” Gruber (Frente Renovador), llamado Fabián, está fuertemente sospechado y acusado por los familiares, la defensa de las víctimas y un importante número de testimoniales, como el verdadero y principal autor del hecho. Fabián es además sobrino del intendente de la localidad de Puerto Esperanza, Alfredo Gruber. Los Gruber son una de las familias más poderosas – desde lo político y económico – de todo el norte de la provincia de Misiones y tienen bajo su real control a prácticamente todas las instituciones públicas de Puerto Esperanza, desde el hospital hasta la propia fuerza policial. Los Gruber, además, son habituales auspiciantes en los medios provinciales.
Antonia Otazú, enfermera del hospital de área de Puerto Esperanza y delegada de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), declaró en entrevista radial lo siguiente: “El cuerpo de Taty fue llevado al hospital sin siquiera que el doctor de guardia sepa, a él le comentaron a las diez de la mañana y no sabía él que el cuerpo estaba ahí”.
El periodista Daniel Ortigoza, de Puerto Esperanza, recibió anónimamente y aportó a la causa una serie de fotografías claves, que la justicia, increíblemente, desestimó. Dicha secuencia fotográfica exhibe el cuerpo de Taty semidesnudo, ya ensangrentado, pero en tres lugares distintos, lo que abre la sospecha poderosa de que el crimen no se cometió en el trillo donde finalmente apareció el cuerpo, sino en otro lugar, que presuntamente sería el campo de aviación de la localidad de Puerto Esperanza, situada a dos kilómetros del trillo del barrio El Progreso (que la pobre investigación judicial sindican como el supuesto “lugar del crimen”).
Lo explica el periodista Ortigoza: “Estas fotos son contundentes, claras, están tomadas aparentemente con una cámara Kodak profesional según nos han podido explicar colegas de Buenos Aires, y en una de ellas aparece el cuerpo sobre un suelo que es similar al del campo de aviación. Este lugar está a dos kilómetros del trillo donde dejan finalmente el cadáver, y para llegar hay que atravesar todo el centro de Puerto Esperanza. Esto significa que necesariamente tuvo que existir al menos un vehículo para llevar a cabo este traslado, es totalmente improbable, que alguien en moto haya podido hacer ese trayecto con un cadáver sin ser visto por nadie, totalmente ilógico”.
Hoy, el femicidio de Taty Piñeyro sigue impune en el juzgado de El Dorado, donde oficia uno de los jueces más cuestionados por su relación con el poder y su desprecio a las familias humildes de toda la provincia: el juez Saldaña.
Hernán
El único detenido que tuvo la causa, fue Hernán Céspedes, de 18 años y compañero de escuela de Taty, un “perejil” que a horas de declarar apareció “suicidado” en la comisaría de Iguazú donde se encontraba alojado.
Las “labores investigativas” de la policía, que acabaron con la detención de Céspedes, incluyeron el secuestro, golpiza y amenazas, incluso con exhibición de armas, por parte de la policía a un grupo no menor a diez alumnos del bachillerato al que acudía Taty Piñeyro. Los alumnos, incluso en algunos casos fueron detenidos durante horas, en los que recibieron violentos interrogatorios. Todo esto consta en testimoniales que no han trascendido públicamente, pero que generaron un absoluto terror en la población escolar. Carlos Duarte, maestro del curso donde asistían Taty Piñeiro y Hernán, resumió:
“Previo a la detención de Hernán, se llevaron a varios jóvenes, de condición humilde, de nuestra escuela, que luego manifestaron que hubieron apremios ilegales; a muchos chicos se les hizo pasar la noche en la comisaría sin ningún cargo. Según manifiestan hubo golpizas, exhibición de armas, intimidación, siempre con la amenaza de que no hablen de lo que se les hacía, hubo amenazas de muerte y les decían que buscaban un culpable. Hasta los llevaron a la zona del río. En ese momento el comisario era García. Una persona que siempre estuvo muy allegada a los Gruber y que luego misteriosamente fue trasladado”
Por su parte, la directora de la escuela a la cual asistían Taty y Hernán, confirmó que luego de aquellos interrogatorios, un total de diez alumnos que fueron llevados por la policía, aterrorizados, nunca más volvieron a la escuela. Algunos, hasta se fueron de la ciudad.
En la Unidad Regional 5 de la Policía de Misiones, en Puerto Iguazú, donde estuvo alojado Hernán, recibió torturas desde el primer momento. Nora Céspedes, la madre de Hernán, relató a revista superficie, lo mismo que aportó al expediente judicial:
“La última vez que vi a mi hijo con vida, después de estar horas esperando, abrieron el candado y me dejaron verle tres minutos. Me pidió que no lo abrace, porque había estado encadenado a una barra por la espalda, y le dolía todo… los brazos, la espalda... Lo abracé por las piernas. Tenía golpes por todos lados, me habló al oído y bien clarito me dijo ´mami, me están matando, la policía demasiado quiere que yo diga el que fui el que mató a Taty, me están cagando a palos, me ponen bolsas en la cara para asfixiarme, y me están amenazando mamita, creo que no voy a volverte a ver mami´ dijo y me abrazó. Cuando pudimos ver el cuerpo, tenía rotos los huesos, marcas de quemadura de cigarrillo, las manos lastimadas, por todos lados marcas de que fue terriblemente torturado. Hay testigos de todo esto que el juez no quiso escuchar, a mi hijo lo golpearon hasta matarlo justo unas horas antes que declare. Es una terrible mentira lo del suicidio, eso no va a quedar así”.
La causa judicial por la muerte de Hernán Céspedes, también duerme un sueño eterno en el despacho del juez Mario Britez, en el juzgado de Iguazú, quien curiosamente fue el fiscal que ordenó en su momento el traslado de Hernán hacia la comisaría donde terminó muerto. Es preciso señalar que Céspedes se convirtió en una de las 23 personas que entre 2010 y 2016 aparecieron muertas en dependencias policiales de Misiones. En el mismo período, trascendieron cerca de un centenar de denuncias por torturas y abusos policiales cometidos, en la mayoría de los casos, contra varones jóvenes trabajadores, estudiantes o militantes sociales.
En este contexto, Lucía Maidana, Taty Piñeyro y Hernán Céspedes son tres jóvenes cuyos nombres representan la cara más dramática de una provincia donde los femicidios, la violación a los derechos humanos y la impunidad judicial son moneda corriente.
Vía:
http://pelotadetrapo.org.ar/desde-las-oscuras-entra%C3%B1as-de-la-impunidad.html
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