José Steinsleger
Cuando en la mañana del lunes Cristina Fernández de Kirchner compareció por segunda ocasión frente a la justicia federal por causas que empiezan a perder sustento estuvo a punto de terminar sus días apachurrada por la marea humana que, vaya donde vaya, la acompaña con devoción y fervor militante.
Al salir de los tribunales, el coche que transportaba a Cristina, a vuelta de rueda, se detuvo. Cientos de gendarmes habían empezado a repartir golpes de tolete para dispersar a sus seguidores. La ex presidenta bajó del automóvil y, sumergiéndose temerariamente entre la multitud, puso el cuerpo frente a los uniformados: ¡No le peguen a la gente, péguenme a mí, cobardes!, exclamó.
Afortunadamente, la ex presidenta retornó ilesa al vehículo. Pero antes se encaramó en el coche y, en medio de vítores a Perón, alcanzó a mostrar una fotografía de Milagro Sala (dirigente popular presa en Jujuy), por quien la ONU acaba de pedir liberación inmediata. http://diariok.com/noticia/1304/cfk-se-bajo-del-auto-y-salio-caminando-para-que-el-desproporcionado-operativo-po
Remedando a Nietzsche, el ínclito Michel Foucault decía: No hay hechos, hay interpretaciones. Puede ser. Sin embargo, Perogrullo diría que el gobierno de Mauricio Macri (junto con los jueces y medios que le hacen eco) trabaja para las grandes corporaciones capitalistas. Aunque con mayor atención, alguien observaría que en menos de un año de gestión Macri endiosó a Cristina negándola, a grados que ella nunca imaginó.
Sería cansino abrumar al lector desmenuzando la corrupción que ella habría cometido. Como en cualquier equipo de gobierno, casos puntuales no faltan. Pero de esto vienen ocupándose, minuciosamente, el grupo monopólico Clarín, la Sociedad Rural en La Nación, el plutocrático one per cent en El País de España, las redes sociales del mundillo virtual, los expertos en populismo de la CIA y el Pentágono y, last but not least, las izquierdas testimoniales (¿virginales?), que asocian imperialismo y progresismo.
El bombardeo multifacético contra Cristina embona con las interpretaciones que los medios del gran capital dedican a los personajes políticos elegidos: Dilma y Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Evo en Bolivia, Maduro en Venezuela, López Obrador en México, la impresentable familia los Ortega en Nicaragua y, faltaba más, los Castro en Cuba.
Qué curioso: en la década ganada (2005-2015) ninguno de los líderes populares referidos pudieron consolidar la integración política de América Latina, y menos acabar con la anarquía económica del mundo. Pero todos impulsaron fuertes programas antimonetaristas y de inclusión o desarrollo social. Y en el caso de Cristina… ¿por qué en lugar de asumirse peronista no se dice de una vez anticapitalista y socialista, y así entenderla mejor?
Menudo rompecabezas político de Argentina. Ah… ¡qué pueblo tan peronista! De un lado, anticapitalistas de arriba, que se suponen de abajo, mientras el odiado mercado se les caga de risa, obligándolos a cambiar periódicamente sus laptop, o la clave de seguridad de sus cuentas corrientes; por el otro, la jauría de jueces y medios serviles del statu quo: sí o sí, Cristina debe ir presa.
En una entrevista reciente para la televisión argentina, el ex presidente de Uruguay, Pepe Mujica (personaje al que guardamos el cariño del hijo que al padre dice te quiero, pero ya no digas tonterías), dio en la tecla:
“El problema político de Argentina –dijo– no es que ganó Macri, sino que perdió el justicialismo… ¿y si el justicialismo se une”? Mujica no dijo peronismo, cosa que como buen izquierdista gagá (o ex) nunca entendió. Mujica dijo justicialismo. O sea, paradójicamente, la fuerza política de arriba, menos interesada en reconocer el liderazgo que Cristina representa abajo, sin distinción de ideologías.
Es posible que el comentario del Pepe le cayó a Marco Peña, jefe de gabinete de Macri y algunos funcionarios de su gobierno. Que, en corto, empiezan a dudar. ¿Conviene meter presa a Cristina o dejarla libre para dividir el peronismo?
Hace pocos días Peña reconoció que en la provincia de Buenos Aires (bastión estratégico del electorado nacional) la ex presidenta goza de mucho respeto (sic). Cuyos llamados a la unidad apuntan a horizontes más ambiciosos que los contingentes, incluyendo a todos los despanzurrados por el neoliberalismo y a los interesados en frenar el despiadado entreguismo del gobierno argentino.
vía: http://www.jornada.unam.mx/2016/11/02/opinion/017a1pol
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