martes, 11 de octubre de 2016

Las Corporaciones: Un gran mordisco a la manzana....todoporhacer.org






En los últimos meses hemos sido testigos, periódicos mediante, de una lucha por valor de 13.000 millones de euros. Nos referimos a la estimación que hace Bruselas de lo que Apple debería haber pagado en concepto de impuestos y que se ha ahorrado gracias a sus tejemanejes en Irlanda. Abordamos en estas páginas el tax ruling, el castigo impuesto en este caso concreto, y la presión de los grupos empresariales estadounidenses contra dicha decisión en forma de chantaje sobre la reducción de su inversión en Europa. Enormes monstruos moviendo sus piezas de ajedrez, demostrando, quizá ya no tan veladamente, que en el pulso contra las “fuerzas políticas” llevan todas las de ganar, pues son quienes marcan verdaderamente el compás al que se mueve el mundo.
Chanchullos en la Isla Esmeralda

De la mano de la comisaria europea de competencia, Margrethe Vetager, supimos que la Comisión Europea sancionaba a Apple con, nada menos que, 13.000 millones de euros. ¿La causa? Gracias a un acuerdo con el gobierno irlandés, el pago de los impuestos de la compañía de la manzana se correspondía a menos del 1% de sus beneficios en 2003 y 2004, incumpliendo así la normativa que impide a cualquier Estado miembro ofrecer ventajas fiscales (practica generalmente utilizada para atraer la inversión extranjera). La consecuencia es que ésta compañía termina por facturar todas sus ventas en el continente vía Irlanda, que, al margen del acuerdo, ya posee el impuesto de sociedades más bajo de Europa.

Esta práctica no es nueva y otras compañías ya fueron castigadas por ello, pues no solo Irlanda ha estado negociando acuerdos invidualizados con distintas empresas, también Holanda y Luxemburgo han padecido “escándalos” similares.
La respuesta transatlántica

En este contexto de presión desde la Comisión Europea, son varios los Estados que se han lanzado a exigir que se investigue exactamente cuánto ha dejado Apple de pagar a sus arcas en concreto, mientras que desde el otro lado del charco catalogan la campaña como “pura basura política” (Tim Cook, consejero delegado de Apple).

Entonces entra en juego el principal grupo empresarial de Estados Unidos para hacer piña en torno a Apple, la Business Roundtable, la organización más influyente en el mundo corporativo, que ha instado a todos los/as jefes/as de gobierno de la Unión Europea a intervenir a favor de la empresa castigada en pro de evitar los posibles “efectos negativos sobre la inversión extranjera en Europa”. Merece la pena destacar, aunque sea para recalcar la mentalidad extremadamente liberal yanqui, las palabras de John Engler, presidente de la asociación empresarial, que califica la actuación de la autoridad de la Comisión Europea como “un acto de agresión” contra las multinacionales estadounidenses y la soberanía de EEUU.
La presión de las multinacionales

Tirando de este hilo merece la pena echar un ojo a algunas de las compañías que forman parte de esta élite empresarial, y para ello recurrimos a información extraída del artículo del periódico Diagonal, “Walmart, el decimoprimer ‘país’ más rico del mundo”, dado que este gigante de los supermercados pertenece a la Business Roundtable de la que ya hemos hablado, junto con otras empresas como Caterpillar o Dow Chemical.

Según el informe publicado por Global Justice Now, en el que analiza el valor de mercado de grandes corporaciones como Shell, Volkswagen, Toyota, BP o Apple y lo compara con el de los Estados, de las 100 entidades económicas más ricas en el planeta actualmente, 69 son empresas y 31 países, basándose en los datos sobre ingresos y gastos anuales de corporaciones y estados publicados en 2015 por la CIA y por Fortune.

Los ingresos conjuntos del top 10 de estas grandes empresas, casi tres billones de dólares (2.856.595.000.000), superan a la suma total de lo ingresado en 2015 por 180 países (2.809.174.980.000), entre los que aparecen Irlanda, Indonesia, Colombia o Israel. […] Walmart es la primera corporación que aparece en el listado, con un valor de mercado de 482.130 millones de dólares, por delante de España, Australia y Países Bajos.

En semejante contexto y con tal cantidad de dinero en juego, no pasa desapercibido la gran influencia que estas grandes corporaciones pueden llegar a tener en decisiones legislativas. En el artículo de Diagonal, por ejemplo, señalan las prospecciones petrolíferas de Repsol en Canarias como un proceso guiado meramente por los intereses económicos de la compañía, que hizo valer su influencia a pesar de tener en contra tanto al gobierno autonómico como a los/as habitantes, que mostraron ampliamente su rechazo al proceso de búsqueda de petróleo en las islas.

Y como si de una película de terror se tratara, nos damos de bruces con acuerdos de libre comercio como el TTIP, CETA TISA, etc. que buscan dar más poder a estos grupos de presión empresariales para hacer y deshacer, aún más, a su antojo, buscando como ahora, y como siempre, el mayor beneficio económico a toda costa.
¿Y entonces qué?

Pararse a contemplar este panorama causa desconsuelo. Cada uno/a somos una parte minúscula de un entramado que parece imparable. Somos completamente escépticos/as ante la posibilidad de que un gobierno en un Estado consiga un bienestar real, si bien aceptamos que algunos podrían hacer la existencia algo menos agotadora en según qué facetas. Pero el escepticismo se vuelve incredulidad cuando asumimos que cualquier institución político-administrativa está maniatada por los intereses de las multinacionales, que nunca son los nuestros.

Sin embargo, aquí estamos, resistimos, en la medida de lo posible, que no es poco. Intentamos sembrar la desconfianza contra estas empresas que tan bien se camuflan con su (propia) publicidad favorecedora a pesar de no tener escrúpulos cuando se trata de aumentar su beneficio.
De Apple a Bayer: el poder de las multinacionales para marcar tendencias dañinas. Bayer compra Monsanto: una nueva amenaza para la soberanía alimentaria

Extraído de la web de Ecologistas en Acción. 15 de septiembre.

Tras varios meses de negociaciones e intentos fallidos, la alemana Bayer acaba de adquirir, por 66.000 millones de dólares, a la multinacional estadounidense Monsanto, principal actor a nivel mundial en el mercado de las semillas modificadas genéticamente.

Si bien el sector semillero y de los agrotóxicos lleva décadas evolucionando hacia una mayor concentración (las seis empresas más grandes han adquirido más de 200 pequeñas empresas semilleras en los veinte años pasados desde la introducción de los primeros cultivos transgénicos en el mercado), estos últimos años han precipitado la velocidad de los cambios. Tras la unión de Dow y Dupont, seguida de la adquisición de Syngenta por parte de la empresa estatal china Chemchina, el resto de actores parecían obligados a fusionarse o desaparecer. La integración de Monsanto dentro de Bayer consolida el nuevo escenario del sector, que deja a BASF aislada.

Esta deriva oligopólica, aunque prevista, supone una mala noticia para la población: la toma de decisiones sobre qué tipo de alimentos y en qué condiciones se producen se encuentra cada vez en menos manos y cada vez más lejos de la ciudadanía. Aunque Monsanto se ha convertido en un símbolo de todos los demonios de la agroindustria, no existen grandes diferencias en la apuesta que todas estas multinacionales han hecho por el futuro de nuestra agricultura: un modelo fuertemente petrodependiente, concentrador de la propiedad y basado en el cultivo de grandes extensiones dedicadas a la especulación en mercados internacionales.

Para Ecologistas en Acción la apuesta global por este tipo de agricultura, y el modelo alimentario en el que se integra, está siendo uno de los elementos más dañinos para el cambio climático. La necesidad del cambio hacia un modelo agrícola-alimentario en términos de justicia ambiental y social resulta cada vez más acuciante, y noticias como la de la unión de Bayer y Monsanto no hacen sino llevarnos un paso más lejos.

Fuente: http://www.todoporhacer.org/gran-mordisco-la-manzana
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vía:Portal Libertario OACA.

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