Esteban Ortiz
GKillCity
La falta de medicamentos (y el limitado acceso a los mismos) son un problema diario en los países más pobres. Germán Holguín, en su libro La Guerra Contra los Medicamentos Genéricos, escribe que más de la tercera parte de la población mundial sufre las consecuencias de esa falta. Médicos Sin Fronteras (MSF) calcula que más de 14 millones de personas fallecen cada año debido a enfermedades infecciosas y parasitarias por falta de acceso a medicamentos: es como si toda la población ecuatoriana fuese erradicada cada año.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su última estrategia farmacéutica estima que más de diez millones de estas muertes podrían prevenirse si, simplemente, mejoráramos la disponibilidad y el acceso a tratamientos farmacológicos capaces de curar o prevenir enfermedades que azotan especialmente a los más pobres. Para atender esa necesidad, el gobierno ecuatoriano —con muy buena intención— creó la primera Empresa Pública de Fármacos, Enfarma EP, en diciembre de 2009. Entre sus competencias estaba investigar y promover el desarrollo de principios activos, la producción y la comercialización de medicamentos genéricos y de marca para humanos, animales y plantas. Se ordenaba, además, la elaboración de programas generales de promoción y difusión del uso de medicamentos genéricos, gran oportunidad para un empresa que hubiese tenido un mercado cautivo de más de 500 millones de dólares al año. Sin embargo, como dicen por ahí: el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, que no alcanzaron para hacer cumplir los objetivos de Enfarma EP, que hoy está siendo liquidada.
Hay varias razones para el fin del sueño que fue Enfarma: presiones de la industria farmacéutica ecuatoriana y de las multinacionales, las falencias administrativas propias de la empresa y la falta de voluntad política de ciertas instituciones públicas.
Para entender lo que pasó es necesario un poco de contexto. Si se analizan retrospectivamente las características del mercado farmacéutico ecuatoriano y las comparamos con la nueva estrategia farmacéutica de la OMS, se ve que algunos de los ejes fundamentales —como el de fortalecer las políticas farmacéuticas nacionales y promover el uso racional de los medicamentos— no se han cumplido. Es más, hemos fallado significativamente. En una investigación que varios autores publicamos en el Global Journal of Health Science exponemos datos —sacados de la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en Hogares Urbanos y Rurales 2011-2012 (Enighur)— que muestran que las familias más pobres del Ecuador destinan un porcentaje mayor de sus ingresos (o gasto de bolsillo) a la compra de medicamentos que las familias más pudientes del Ecuador, sin considerar que los grupos poblacionales más pobres (los cinco primeros deciles de pobreza) no tienen acceso a seguros de salud privado.
Gráfica: Gasto de bolsillo en salud según los deciles de ingresos económicos de la población Ecuatoriana
Esta aparente paradoja responde a varios problemas de los cuales Enfarma EP pudo haber sido parte de la solución, sin embargo —y debido a varias hipotéticas causas— nunca logró cumplir con sus objetivos de creación.
Es difícil apuntar con el dedo a los culpables de dicho fracaso, más aún cuando fui gerente de Investigación y Desarrollo de la empresa por cerca de 18 meses. Fue una experiencia gratificante, que me permite sustentar mis hipótesis en ciertas variables que —a mi manera de ver— tienen participación directa e indirecta en la quiebra de la que quiso ser la primera y única empresa pública de fármacos del Ecuador.
En primer lugar, la propia idiosincrasia ecuatoriana tiene una relación indirecta con el fracaso. Consumimos más medicamentos per cápita que muchos de los países vecinos, además, nuestro país es campeón mundial en el consumo de medicamentos de marca (en lugar de usar genéricos): mientras los Estados Unidos utilizan un 90% de genéricos, en el Ecuador nueve de cada diez medicamentos que se usan son de marca (60% innovadores o dueños de la patente más un 30% de genéricos que tienen una marca, algo poco común a nivel mundial). Esta dinámica se debe en gran parte a las campañas de desprestigio que la industria farmacéutica privada ha emprendido desde sus inicios en contra de los genéricos. Esta industria, especialmente en Ecuador donde no existen límites para sus atribuciones pseudoacadémicas, financiadoras de refrigerios, cenas y viajes para muchos prescriptores y dispensadores, sumado a la falta-total de control post-registro y de bioequivalencia han dejado a los genéricos como la opción más débil el momento de comprar medicamentos. Otro factor relevante en esta dinámica comercial es el rol de la automedicación. En un país donde más del 70% de los medicamentos que requieren una prescripción médica se venden sin receta, en donde es más fácil comprar un antibiótico de cuarta generación que una píldora del día después, tienen definitivamente un rol clave en el momento de elegir qué comprar y qué no comprar.
Suponiendo que las anteriores son razones que salen del control estatal, hay una que sí está dentro de la esfera institucional: la Agencia Nacional de Regulación y Control Sanitario (Arcsa). Este organismo se tomó casi un año en emitir un registro sanitario al único producto biosimilar aprobado por la Agencia Europea de Medicinas, EMA, presentado por el Estado Ecuatoriano (Enfarma EP) competidor directo de un biológico que cuesta cientos de dólares la ampolla. El producto de enfarma EP habría costado 30-40% menos que el innovador, ahorrando miles de dólares año. Por otro lado se tomó más de un año y medio en negar la ejecución al único Estudio Clínico de Seguridad y Eficacia de la primera-Vacuna Pentavalente Hecha en Ecuador (de la cual se importan millones al año). Por último, falló en cumplir sus compromisos adquiridos para repotenciar la recientemente cerrada planta de producción de Vacunas del Ecuador. Son todas zancadillas francas para el despegue de la que pudo ser una de las más rentables empresas públicas del Ecuador.
Si bien el Estado invirtió mucho en salud en los últimos años, la dinámica de compras públicas para ese sector nunca estuvo bien establecida. Pasaron cuatro años para que se realice la primera compra consolidada de medicamentos requeridos por la Red Pública Integral de Salud (RPIS). En esta compra, los datos de la denominada Subasta Inversa Corporativa de Medicamentos para el 2011, liderada por el INCOP (actual SERCOP) dejó algunos sinsabores: Los mayores beneficiarios fueron distribuidores más no productores locales. Existieron aparentes indicios de malas prácticas comerciales entre las empresas farmacéuticas locales y multinacionales. El sector privado compró medicamentos más baratos que el sector público. Existieron procesos desiertos hasta un 30% dejando la posibilidad de compras directas (lo que podría terminar en pagar a precios más altos). La industria multinacional, llámese capital extranjero, fue la mayor beneficiaria en la subasta inversa del 2011: apenas 37 centavos de cada dólar que se destinó terminó en proveedores nacionales. El 70% de los medicamentos fueron comprados a distribuidores y solo un 30% a productores locales. Un gran porcentaje de estas compras (41%) se la realizó por compra directa. Sumándose a todas estas trabas, la empresa pasó a tener su directorio encabezado por el titular del Ministerio de Industrias y Productividad (Mipro) y no por el del Ministerio de Salud Pública. Fue la estocada neoliberal a una empresa que surgió con fines sociales. Enfarma terminó convertida en una muy poco rentable empresa pública.
Este vaivén administrativo tuvo efectos demoledores en la empresa. En el 2014 se cayó el proceso destinado a la construcción de la planta de producción de medicamentos, esto, agravado por el hecho de que una empresa de esa importancia fue comandada por administradores de empresas, abogados que hacían de asesores internos, o economistas que desde el Mipro fungían de asesores externos; todos con pocos o ningún conocimiento sobre salud pública, medicamentos o perfiles epidemiológicos, ahondaron la crisis de Enfarma EP. Los pobres resultados, sumados a la caída de los precios del petróleo, los errores administrativos y la falta de visión a largo plazo, ocasionó que los más de 30 proyectos de Investigación diseñados por Enfarma EP (descubrimiento de nuevos fármacos, bio-descubrimiento, ensayos clínicos, entre otros) y emprendidos en conjunto con universidades públicas y privadas, nacionales e internacionales se derrumbaran. Estos eran un pilar fundamental para contribuir al cambio de la matriz productiva y el encadenamiento productivo que tanto necesitamos en el Ecuador.
La industria farmacéutica local —importadora de materias primas por excelencia y muchas veces importadora de productos terminados— es muy pobre en innovación y desarrollo tecnológico. Es cuestión de hacer una búsqueda simple en la plataforma de la World Intellectual Property Organization (WIPO) para darse cuenta de que el Ecuador está en pañales en desarrollo farmacéutico, a pesar de tener la zona más biodiversa del mundo, fuente insuperable de moléculas con posibles efectos terapéuticos.
Gráfica: Patentes en el Ecuador hasta el año 2014, Fuente WIPO
El fin de Enfarma nos pone nuevamente en la cola regional en lo referente a producción de medicamentos (productos con alto valor agregado), de los cuales el país sigue siendo un gran importador. Nuestra plata no se va solo a Norteamérica y Europa, sino también a países como Brasil o Argentina. Allá terminan nuestros preciados dólares americanos. Cuba, un país pequeño con fuertes cercos geopolíticos tiene un desarrollo bio-tecnológico envidiable: gastamos millones de dólares en vacunas, biológicos y medicamentos producidos en dicha isla.
La única forma de salir del extractivismo y dejar de bailar al son del WTI , es innovando, generando conocimiento e invirtiendo en investigación y desarrollo. Reconozco y felicito de sobremanera los grandes esfuerzos que el Estado ecuatoriano ha hecho para cumplir con estos objetivos, mejorando la calidad de la educación superior, ofreciendo miles de becas a estudiantes ecuatorianos, cimentando las bases para un futuro prometedor. Sin embargo, estos estudiantes deberán regresar y poner en práctica todo lo aprendido en espacios como lo que hubiese generado una planta de producción de fármacos o vacunas estatales, rentables y soberanas.
La liquidación de Enfarma EP es un golpe duro para aquellos que creíamos que un país pequeño podía luchar en contra de los grandes capitales multinacionales al menos en temas prioritarios como la salud. El cierre de la empresa pública que tenía como misión mejorar el acceso a los medicamentos de uso humano y veterinario (de los cuales ni siquiera hemos hablado en números y oportunidades) de la población ecuatoriana y contribuir al cambio de la matriz productiva desde este sector estratégico está por suceder.
Esteban Ortiz: médico investigador ecuatoriano.
Fuente: http://gkillcity.com/articulos/el-mirador-politico/la-liquidacion-sueno-llamado-enfarma-ep
vìa:https://www.rebelion.org/noticia.php?id=213630
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