Corría
por las redes sociales una imagen de un Cristo en medio de una turba de
encapuchados. Su cara estaba hacia abajo, mientras quienes llevaban
capucha le pegaban emulando a los soldados romanos de esas lateras
películas de Semana santa. No se sabe si reían, ya que tenían tapadas
sus bocas. Sólo se sabe que gritaban, que decían palabras al viento que
no se entendían, pero por las que trataban de demostrarnos que eran
rebeldes, malos, “un peligro para la sociedad”, como dicen los medios de
comunicación.
Querían ser vistos. Querían que el país se enterara que estaban enojados, porque está de moda mostrar un poco de enojo. Los otros, los que estaban marchando les parecían unos pánfilos, unos niñitos correctos, los chicos buenos del curso. Esos que tenían perspectivas de futuro, los que se preocupaban por ellos cuando tenían malas notas. Y eso a los con capucha les molesta. Les parece poco divertido, poco coherente con la manera en que han sido enseñados durante esta democracia en la que todos somos consumidores y clientes, y por lo mismo pataleamos cuando algo no nos gusta.
Eso de los discursos políticos y estructurados no es para ellos. ¿Demandas? ¿Peticiones? ¡Qué lata! , mejor disfrazar la diversión tras la máscara de la frustración, de la rabia y de querer que todo cambie. Pero, ¿quieren que todo cambie? Al parecer no. No les sería muy conveniente. Si se logran los objetivos tal vez no podrán disfrazar sus juergas de algo importante. ¿Tras qué postulado se esconderán para entrar a lugares y mostrar su anarquía de plástico? Bueno, ya se les ocurrirá algo.
Y es que aunque digan lo contrario, quienes se cubren los rostros son funcionales al relato que dicen querer cambiar. Las cosas como están les parecen bastante más entretenidas porque así pueden parecer quienes no son. ¿Y quiénes son? Simple: el producto de una democracia que despolitizó a las juventudes y las sumergió en el arte de patalear, de exigir y de demandarle al Estado como si este fuera un gran local de comida rápida que se ha demorado con el cuarto de libra.
No proponen porque no tienen nada que proponer. No busquemos cosas donde no las hay. ¿Son responsabilidad nuestra?, claro que sí. Son resultado del silencio del que fuimos cómplices cuando nos unimos en ese autoritarismo soterrado llamado la “democracia de los acuerdos”, pero no por eso tenemos que desconocer que tras sus acciones no hay nada muy profundo. Porque sus padres crecieron en una época poco profunda.
De hecho, en esa imagen en la que agarraban a Cristo, hasta el hombre crucificado parecía más de izquierda y revolucionario que ellos.
vìa:
http://www.elquintopoder.cl/politica/encapuchados-versus-cristo-quien-era-mas-revolucionario
Esa fue la sensación que me quedó: querían ser peligrosos. Ser algo amenazante y oscuro para decir que no estaban jugando, que lo suyo va en serio y que, aunque no tengan muy claro lo que quieren, querían que se cumpliera ahora.Hay muchos a los que esto les parece el resultado de una crisis moral y ética de la sociedad. Quemar a un Cristo, y sobre todo al de la Gratitud Nacional, era el acabose, el goterón que rebalsó el vaso. Sin embargo nadie reparó en que no eran personas que tuvieran una razón particular para hacer lo que hacían, simplemente lo llevaban a cabo. No había ningún sustento ni ningún plan tras las acciones de estos personajes que parecían casi caricaturas de la supuesta maldad que buscaban mostrar hacia toda cámara que se les interpusiese.
Querían ser vistos. Querían que el país se enterara que estaban enojados, porque está de moda mostrar un poco de enojo
Querían ser vistos. Querían que el país se enterara que estaban enojados, porque está de moda mostrar un poco de enojo. Los otros, los que estaban marchando les parecían unos pánfilos, unos niñitos correctos, los chicos buenos del curso. Esos que tenían perspectivas de futuro, los que se preocupaban por ellos cuando tenían malas notas. Y eso a los con capucha les molesta. Les parece poco divertido, poco coherente con la manera en que han sido enseñados durante esta democracia en la que todos somos consumidores y clientes, y por lo mismo pataleamos cuando algo no nos gusta.
Eso de los discursos políticos y estructurados no es para ellos. ¿Demandas? ¿Peticiones? ¡Qué lata! , mejor disfrazar la diversión tras la máscara de la frustración, de la rabia y de querer que todo cambie. Pero, ¿quieren que todo cambie? Al parecer no. No les sería muy conveniente. Si se logran los objetivos tal vez no podrán disfrazar sus juergas de algo importante. ¿Tras qué postulado se esconderán para entrar a lugares y mostrar su anarquía de plástico? Bueno, ya se les ocurrirá algo.
Y es que aunque digan lo contrario, quienes se cubren los rostros son funcionales al relato que dicen querer cambiar. Las cosas como están les parecen bastante más entretenidas porque así pueden parecer quienes no son. ¿Y quiénes son? Simple: el producto de una democracia que despolitizó a las juventudes y las sumergió en el arte de patalear, de exigir y de demandarle al Estado como si este fuera un gran local de comida rápida que se ha demorado con el cuarto de libra.
No proponen porque no tienen nada que proponer. No busquemos cosas donde no las hay. ¿Son responsabilidad nuestra?, claro que sí. Son resultado del silencio del que fuimos cómplices cuando nos unimos en ese autoritarismo soterrado llamado la “democracia de los acuerdos”, pero no por eso tenemos que desconocer que tras sus acciones no hay nada muy profundo. Porque sus padres crecieron en una época poco profunda.
De hecho, en esa imagen en la que agarraban a Cristo, hasta el hombre crucificado parecía más de izquierda y revolucionario que ellos.
vìa:
http://www.elquintopoder.cl/politica/encapuchados-versus-cristo-quien-era-mas-revolucionario
No hay comentarios:
Publicar un comentario