Sube la percepción de delincuencia en la encuesta CADEM, un 85%
considera que la delincuencia ha aumentado en el país durante el último
año. Percepción, no realidad.
Hace algún tiempo, la moda era robar cajeros automáticos. El Estado,
ni paternalista ni subsidiario sino que policial, aumentó las penas
contra aquel delito. Se anunció por televisión. El show no se le niega a
nadie. Funcionó. Ahora ya no se roban cajeros, pero si se roban casas y
automóviles. Se trasladó el delito.
Los jóvenes practican el emprendimiento personal inaugurando nuevos
métodos para robar, como el portonazo o el alunizaje. Los más audaces
arman sus PYMES clonando tarjetas y otras estafas. Los empresarios, que
sí se reúnen en ramas pero prohíben a sus trabajadores hacerlo, son los
únicos que piensan y se defienden como clase, por eso se coluden para
robar sin que nadie sospeche.
Otro tipo de robo hormiga. “Todos roban”, decía el protagonista de
taxi para tres. “Aquí estamos los que robamos poco”, decía la pared de
una cárcel en una prisión uruguaya. “Mejor mirar para otro lado”, dicen
los políticos cuando roban quienes les financian el marketing. Algunos
practican el soborno y la coima, que es la continuación del robo por
otros medios.
Otros, empecinados en el show y el marketing, inauguran estrategias
contra la delincuencia como el globo espía, que no soluciona el
“problema”, pero si obliga a los “delincuentes” a robar fuera del lugar
hacia donde apunta la cámara. El que puede, puede, y las comunas ricas,
como Lo Barnechea, si pueden repletarse de globos y cámaras espías, y
así mandar a los ladrones a robar a las comunas pobres, donde no alcanza
para cámaras.
Vuelve la detención por sospecha. En la CADEM se aplaude la medida,
pero a los más sospechosos no los detiene nadie. Nadie sospechaba del
dueño de AC INVERSIONS (si, así se escribe) paseándose en un Ferrari. La
Educación, el único método sistémico para acabar con el temita de los
robos, alcanza solo para quienes pueden pagarla. Es un bien de consumo,
sinceró un presidente de la república. Y no todos pueden pagarla. Por
eso se roba, porque es más fácil que endeudarse. ¿Para qué estudiar o
trabajar como esclavo y ganar un sueldo mínimo cuando se puede robar? El
robo acorta el camino a los bienes, y evita la deuda. La televisión
hace lo suyo. Y la gente, que piensa como piensan los televisores, le
obedece… y roba imitando otros robos, pero también imitando el estilo de
vida que la cajita les promete.
La ciudad como cárcel del robo y la delincuencia: el que tiene poco,
cuida lo poco, el que tiene harto, convierte su casa en una fortaleza
resguardada con perros, alarmas y rejas. Las cosas no son de uno sino
que uno es de las cosas, decía Cortázar. Unos presos de la necesidad,
otros presos del miedo. Miedo de caminar solo en la calle y también de
estar en casa. La percepción del miedo, digo. Porque ningún estudio
serio ha dado cuenta que ha aumentado la delincuencia. Ninguno.
Sí que hay robos, y de distintos modos, pero los mismos de siempre. Solo que ahora se saben.
Se sabe del robo del lanza porque a los editores de los medios les
trae audiencia, y se sabe del robo de cuello y corbata porque hay medios
de comunicación que los delatan. Lo peor es que la delincuencia llama a
la delincuencia. Si todos roban, los pobres poco, pero con violencia e
intimidación, y los ricos harto, pero silenciosamente, entonces ¿por qué
yo no? Si el parlamentario, que se supone honorable, recibe sueldos
paralelos por defender intereses privados, ¿por qué yo no?
Esa parece ser la sensación. Y esa sensación es la antesala del
“sálvese quien pueda”, del “todo vale”. Más si consideramos las medidas
efectistas como las camaritas espías o la detención por sospecha, que no
solucionan nada más que la búsqueda de votos facilistas de tal o cual
político en las próximas elecciones.
©2016 Politika | diarioelect.politika@gmail.com
vìa:
http://piensachile.com/2016/03/todos-somos-delincuentes/
No hay comentarios:
Publicar un comentario