por Foro por la Asamblea Constituyente
Finalmente,
después de varias postergaciones, la Presidenta de la República anunció
el inicio de un proceso destinado a dotar de una nueva Constitución a
Chile, argumentando correctamente que “la actual Constitución tuvo su
origen en dictadura, no responde a las necesidades de nuestra época ni
favorece a la democracia. Ella fue impuesta por unos pocos sobre la
mayoría. Por eso -agregó- nació sin legitimidad y no ha podido ser
aceptada como propia por la ciudadanía”.
No obstante estas primeras afirmaciones que están en sintonía con el
sentimiento mayoritario de la población, el contenido preciso de su
mensaje contradice su declarado propósito de dotar al país de una
Constitución “nacida en democracia y que exprese la voluntad popular”.
Bachelet fija quorom imposibles de alcanzar y entrega la llave del proceso a los parlamentarios
El camino y método propuestos por la Jefa de Estado, en lugar de
permitir el pleno ejercicio de la soberanía popular, constituyen un
nuevo intento por evitar que esta se exprese, entregando la conducción y
el rol decisivo a las mismas fuerzas sociales y políticas que durante
un cuarto de siglo de postdictadura han administrado y se han
beneficiado del modelo neoliberal y del sistema de democracia
restringida, tutelada y de baja intensidad, tal como demostraremos a
continuación.
La fundamentación teórica e histórica de su anuncio es errada.
“Debemos basarnos –afirmó- en la solidez de nuestras tradiciones
jurídicas y, al mismo tiempo, dar curso a nuestra capacidad de avanzar
hacia una sociedad más abierta y moderna”. ¿A cuáles tradiciones
jurídicas se refiere Michelle Bachelet? Si se trata de la manera de
hacer constituciones, cualquier analista objetivo y de buena fe
concluirá que esta deja mucho que desear puesto que ninguna de las
constituciones chilenas ha sido elaborada de un modo verdaderamente
democrático. Todas las cartas fundamentales que han regido la vida
política nacional han sido producidas, aprobadas e impuestas en
contextos de ciudadanía restringida, con ausencia de libertades
políticas y, lo que es peor, frecuentemente, mediante la presión abierta
de la fuerza militar como ocurrió en los casos de las tres
constituciones más duraderas (1833, 1925 y 1980).
No se trata de un error meramente historiográfico o académico,
políticamente anodino, sino de una base conceptual profundamente viciada
sobre la que se sostiene toda la arquitectura del itinerario
constituyente diseñado por Bachelet junto a su círculo de confianza y
asesores. Porque si el proceso constituyente se basa “en la solidez de
nuestras tradiciones jurídicas”, ello quiere decir que, en lo más
esencial, este será -al igual que todos los anteriores- elitista,
antidemocrático, no participativo y con la ciudadanía jugando un rol
meramente decorativo o de comparsa.
Los principales pasos de este proceso definidos por la Jefa de Estado ratifican esta impresión.
Entre fines de octubre de 2015 y marzo de 2016 se iniciará una “etapa
de educación cívica y constitucional”, enseguida se realizará “un
proceso ordenado de diálogos ciudadanos, donde todos puedan participar”,
partiendo por las comunas, luego las provincias y regiones, para
terminar con una síntesis a nivel nacional. El resultado de estos
diálogos serán las “Bases Ciudadanas para la Nueva Constitución”, que
serán entregadas a la Presidenta en octubre de 2016. Para que el proceso
sea efectivamente participativo, libre, transparente, sin distorsiones
ni presiones de ningún tipo, la Primera Mandataria anunció que nombrará
un Consejo Ciudadano de Observadores compuesto por personas “de
reconocido prestigio que acompañe el proceso y dé garantías de
transparencia y equidad”.
Cabe subrayar que este Consejo tendrá el mismo origen que todas las
comisiones asesoras gubernamentales a las que nos han acostumbrado los
gobiernos de las últimas décadas; a saber, la simple voluntad y criterio
de la persona que ocupa el sillón presidencial y de sus asesores. La
“dedocracia”, sin consulta ni participación ciudadana, definirá una vez
más los integrantes de este cuerpo, del mismo modo como lo fueron las
comisiones constituyentes de 1925, de 1980 y otros tantos organismos de
triste recuerdo, por ejemplo, el Consejo Asesor Presidencial para la
Educación designado por Bachelet durante su primer gobierno (el de “las
manitas levantadas”), que transmutó la Ley Orgánica Constitucional de la
Educación (LOCE) del dictador en Ley General de la Educación (LGE),
perpetuando hasta el día de hoy el sistema de educación de mercado
basado en el lucro.
También hay que destacar que la presidenta no precisó en qué
consistirán los “diálogos ciudadanos”, quienes lo convocarán ni quienes
serán convocados, tampoco quienes harán la síntesis de tales diálogos,
aunque todo permite suponer que serán los “operadores políticos” de la
Nueva Mayoría (o del duopolio) los que tendrán el poder de decidir entre
las ideas emanadas de tales coloquios, cuales serán rescatadas y cuales
desechadas. Serán estos mismos operadores los que darán la forma que
mejor les parezca a las demandas, anhelos y propuestas expresados por la
población. Cabe, entonces, preguntarnos, ¿enseñarán que es el pueblo el
único soberano y que solo en él radica el poder constituyente?,
¿enseñarán que no existe representante que esté por sobre la decisión
del pueblo?
Luego de esa primera etapa, dice Bachelet, “transformaremos las Bases
Ciudadanas en un proyecto de nueva Constitución, que recoja lo mejor de
la tradición constitucional chilena y que esté acorde con las
obligaciones jurídicas que Chile ha contraído con el mundo”. Ya sabemos a
quienes se refiere la primera persona del plural (“transformaremos”) de
la mandataria (ella y sus asesores). Del mismo modo, sabemos a qué está
haciendo alusión al evocar “lo mejor de la tradición constitucional
chilena” (constituciones elaboradas por pequeñísimos grupos de expertos,
a espaldas de la ciudadanía, mediante maniobras politiqueras y con
golpes de fuerza). Por último, ¿se refiere la Presidenta a aquellos
tratados internacionales que benefician y dan plenas garantías a las
corporaciones transnacionales? o ¿a aquellos que Chile no respeta, como
son los referidos a Derechos Humanos, pueblos originarios (convenio
internacional N°169 de la OIT)?, etc.
No obstante, lo determinante es lo que viene a continuación, esto es, los sujetos que tomarán las decisiones fundamentales.
Según lo anunciado, a fines de 2016 Bachelet enviará al Congreso
Nacional un proyecto de reforma de la actual Constitución para que, por
dos tercios de sus miembros en ejercicio, establezca los procedimientos
que hagan posible dictar una nueva Carta Fundamental. En esta reforma,
se le propondrá al actual Congreso, elegido en base al sistema electoral
binominal, que habilite al próximo Parlamento para que sea este quien
decida, de entre cuatro alternativas, el mecanismo de discusión del
proyecto enviado por el Gobierno y las formas de aprobación de la nueva
Constitución: una Comisión Bicameral de senadores y diputados; una
Convención Constituyente mixta de parlamentarios y ciudadanos; la
convocatoria a una Asamblea Constituyente; o en defecto de las
anteriores, que el Congreso pueda convocar a un plebiscito, para que sea
la ciudadanía la que decida entre las anteriores alternativas. La
decisión del mecanismo recaerá en el nuevo Parlamento elegido en el
2017, que gozará, supuestamente, de mayor legitimidad que el actual
gracias al nuevo sistema electoral, una nueva ley de partidos y una ley
de financiamiento electoral. Asimismo, Bachelet promete entregar al
Congreso Nacional, a inicios del segundo semestre del 2017, el proyecto
de nueva Constitución para que, una vez sancionado por esta instancia,
sea sometido a un plebiscito vinculante para su ratificación por parte
de la ciudadanía.
Estas promesas -formuladas tan solo un par de horas antes de un
partido de fútbol que, se sabía, concitaba gran interés en la población-
deben ser analizadas detalladamente para descifrar su trasfondo.
Lo primero que llama la atención son los sujetos protagónicos. Está
claro: serán los parlamentarios, los del actual Congreso Nacional
(binominal) y luego los que serán elegidos en 2017. En ellos depositará
Bachelet la toma de decisiones sobre las cuatro alternativas propuestas.
Es necesario preguntarse: ¿Por qué deben ser los parlamentarios
quienes adopten tal decisión? ¿Son ellos los detentores del poder
constituyente? La respuesta es evidente: desde una perspectiva
democrática, dicha decisión le corresponde a la ciudadanía, única
titular del poder constituyente. No a diputados ni a senadores. Nos
están tratando de birlar la soberanía.
Además, ¿por qué razones la presidenta se autoimpone quorom
supramayoritarios que su coalición (la Nueva Mayoría), más algunos
aliados circunstanciales, no podrá alcanzar? Tenemos todo el derecho a
sospechar que el fijar estos quorom imposibles de lograr tiene
que ver con una voluntad no declarada de entregarle a la Derecha clásica
una porción importante del poder de decisión para que no se produzcan
cambios constitucionales de fondo, a fin de seguir preservando el modelo
de economía y sociedad coadministrado por ambos bandos del duopolio. De
tal modo, los sectores hegemónicos de la Nueva Mayoría (o el nombre que
adopte en el futuro la vieja y persistente Concertación) tendrán como
pretexto para no hacer los cambios tan esperados por la población, el
antiguo y conocido argumento de “no contar con las mayorías
parlamentarias necesarias”. Esta situación les servirá, de paso, para
llamar por enésima vez a los electores a votar por sus candidatos para
conseguir una mayoría parlamentaria proclive a las reformas, enarbolando
incluso la alternativa de la Asamblea Constituyente como argumento para
conseguir los sufragios de incautos ciudadanos ante esta astuta
maniobra.
Sobran razones para suponer que todos estos anuncios no constituyen
sino una cortina de humo tendiente a evitar un proceso constituyente
efectivamente democrático y participativo. Las cuatro alternativas
propuestas por la Presidenta no son tales puesto que la Asamblea
Constituyente ha sido, en realidad, descartada. La inclusión puramente
figurativa de la Asamblea Constituyente, además de ayudar a administrar
las tensiones en el seno de la Nueva Mayoría (con las cuatro
alternativas todos quedan más o menos conformes), aparece como un
elemento meramente ornamental destinado a seducir a ingenuos y permitir
que el ala “izquierda” de la coalición gobernante pueda seguir
manteniendo cierta legitimidad ante sus seguidores.
Diversas son las reacciones en el “universo constituyente”. La
bancada AC se apresuró en “valorar” el ambiguo y alambicado itinerario
propuesto por la Presidenta aunque poco después manifestó su inquietud
por los altos quorom que saben, por más maniobras
parlamentarias que hagan, no pueden alcanzar. La diputada comunista
Karol Cariola expresó con un candor digno de mejor causa: “La esperanza
está puesta en sectores de la derecha que realmente creen en la
democracia. Estoy convencida que dentro de RN hay votos disponibles”. Su
camarada Camila Vallejo, algo más desconfiada, preguntó: “Quienes
participen en los cabildos, ¿cómo se sabrá que su opinión fue realmente
recogida?”. Otro diputado joven, Giorgio Jackson, de Revolución
Democrática, también deslizó un comentario un tanto suspicaz al
afirmar: “Me genera dudas la presentación de un proyecto de
Constitución, que se va a discutir en paralelo a los mecanismos”[1].
Por su parte, desde el espectro del variopinto movimiento pro Asamblea
Constituyente, Genaro Cuadros, líder del Movimiento Marca AC, expresó su
“valoración” por el hecho de que la propuesta presidencial “considere
la Asamblea Constituyente como un mecanismo plenamente institucional,
democrático y participativo”, “un logro de la movilización ciudadana”,
sin llegar a develar la verdadera motivación de tal decisión
gubernamental[2].
Mucho más perspicaz, sincero y brutal en su decir fue el senador
Alejandro Navarro (MAS) quien sentenció: “Hay una gran ingenuidad
política en pensar que entrará un proyecto de ley que superará un quórom
de 2/3. No hay votos para eso. Es no entender el mandato de los
guardianes de la obra de Jaime Guzmán, la UDI”. Agregó a continuación: “No va a haber proceso constituyente, va a haber un debate y un acuerdo político”[3]. Más sabe el zorro por viejo que por zorro…
Sintetizando lo expuesto, podemos afirmar con gran seguridad que el
centro de gravedad del proceso constituyente propuesto por Bachelet
reside en el Congreso Nacional. Solo por concesión graciosa de este
desprestigiado cuerpo podría llegarse directamente -según la propuesta
de Bachelet- a la Asamblea Constituyente o dejar que la ciudadanía
decida mediante plebiscito alguna de las alternativas propuestas. Nada
permite suponer que la casta política que tiene en el Parlamento uno de
sus principales bastiones, se arriesgue a perder sus privilegiadas
posiciones en un impulso de fervor democrático profundamente ajeno a su
comportamiento tradicional. Todo lo contrario. La experiencia histórica
demuestra que los grupos privilegiados siempre se aferran a sus
posiciones de poder. A menos que una correlación de fuerzas muy
desfavorable los obligue a ceder…
Por un proceso constituyente verdaderamente ciudadano y popular
Los sectores populares, los movimientos sociales y la ciudadanía
democrática no pueden esperar nada del itinerario constituyente
propuesto por Bachelet. Como bien han señalado numerosos observadores
–incluso algunos de su propia coalición de gobierno- el mentado “proceso
constituyente” oficialista no tiene más objetivos que el de ganar
tiempo para que la mandataria termine su período presidencial sin
demasiados sobresaltos, administrar las contradicciones y peleas al
interior de la Nueva Mayoría y, si las fuerzas y voluntad política
alcanzan, llegar a un “buen acuerdo” con la derecha tradicional para
realizar nuevos remiendos al desgastado traje constitucional
confeccionado en dictadura. Nada más. Rápidamente el fervor
constituyente de los operadores políticos del oficialismo se irá
trocando en “realismo” y en negociaciones con los herederos del
pinochetismo. Por su parte, un sector del universo constituyente (aquel
cuyos estrechos vínculos con la Nueva Mayoría son apenas un secreto a
voces) y también algunos “alternativos” siempre prestos a medrar cuando
se presentan buenas oportunidades (el presupuesto destinado a la
“operación constituyente” del gobierno será jugosísimo), irán acomodando
sus banderas en aras del “realismo”. Seguirán llamando a “hacer presión
para que la alternativa de la Asamblea Constituyente se imponga” sobre
las otras porque, claro está, eso es parte del negocio. Así, por
ejemplo, llamarán a conquistar una mayoría parlamentaria favorable a la
Asamblea Constituyente para que ¡ahora sí! se hagan los cambios tan
esperados y tantas veces postergados. Pero lo harán a sabiendas de que
la Asamblea Constituyente en el itinerario bacheletista es como la línea
del horizonte: mientras más caminas y pareces acercarte, más se aleja.
Definitivamente el sendero es otro, es el que decenas de miles de
personas han empezado a recorrer desde hace varios años, aquel que sin
despreciar los necesarios mecanismos de legitimación institucional, se
realiza esencialmente desde la base social para desarrollar una fuerza
constituyente ciudadana y popular.
Reiteramos lo que hemos venido sosteniendo desde nuestro nacimiento como Foro por la Asamblea Constituyente:
hay que desechar ilusiones y estar dispuestos a dar una lucha
prolongada apoyándonos principalmente en nuestras propias fuerzas. La
emancipación de los oprimidos nunca ha sido una dádiva de los opresores,
tampoco un “bono” de los administradores de su sistema. Los pueblos de
Chile no pueden esperar su emancipación de los juegos palaciegos,
componendas parlamentarias ni acuerdos partidarios a espaldas de la
ciudadanía, tampoco pueden alentar esperanzas en que la casta política
se haga un hara-kiri y decida, en un instante de inexplicable
pulsión democrática, que el futuro constitucional del país se decida en
una Asamblea Constituyente efectivamente democrática, libre y soberana.
Solo una poderosa fuerza constituyente de raigambre esencialmente popular podrá provocar una ruptura democrática
con el actual orden de cosas, una superación de la institucionalidad
heredada de la dictadura que obligue a la casta política parlamentaria a
ceder y entregar –así sea de mala gana- la cuota de legitimidad
institucional para la convocatoria a elecciones de una Asamblea
Constituyente. Para alcanzar este objetivo es preciso desarrollar
numerosas acciones, siendo las más importantes en esta coyuntura las que
permitan que los “ciudadanos de a pie” establezcan el vínculo entre sus
necesidades, anhelos y demandas con la cuestión constitucional y
deduzcan de ello la necesidad de la Asamblea Constituyente. Es preciso
sacar esta reivindicación de los círculos aún estrechos, de los grupos
especializados en el tema, para hacer que la demanda por la Asamblea
Constituyente sea adoptada con decisión por los movimientos y las
organizaciones sociales. En paralelo, debemos redoblar los esfuerzos de
educación política de los sectores populares y de la ciudadanía en
general mediante el impulso de escuelas, talleres y jornadas de
formación constituyentes como los que se han venido desarrollando
recientemente en numerosos puntos del país. Nuestro Foro por la Asamblea Constituyente
ha estado presente y lo seguirá estando en todas estas iniciativas para
aportar, junto a otros, al desarrollo de la fuerza constituyente
ciudadana y popular.
El proceso constituyente democrático lo iniciamos, hace años, varios
miles de personas sin esperar promesas ni anuncios provenientes de las
desacreditadas elites políticas. Lo continuaremos aunque dichas elites y
los poderes fácticos intenten llevarlo a un callejón sin salida.
FORO POR LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE
Santiago, 18 de octubre de 2015.
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Notas:
[1] “Bancada AC se reúne y manifiesta inquietud por factibilidad del proceso constituyente”, La Tercera, Santiago, 15 de octubre de 2015: http://www.latercera.com/noticia/politica/2015/10/674-651422-9-bancada-ac-se-reune-y-manifiesta-inquietud-por-factibilidad-del-proceso.shtml
[2] Genaro Cuadros, “La asamblea constituyente sigue en juego”, La Tercera, Santiago, 15 de octubre de 2015: http://diario.latercera.com/2015/10/15/01/contenido/pais/31-200221-9-la-asamblea-constituyente-sigue-en-juego.shtml
[3] “Bancada AC se reúne y manifiesta inquietud…”, op.cit.
vìa:http://piensachile.com/2016/01/a-no-enganarse-bachelet-descarto-la-asamblea-constituyente/
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